El pecado venial

Jesucristo dijo que el reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. La mostaza es la más pequeña de todas las semillas; mas, en creciendo, viene a ser mayor que todas las demás plantas, y se vuelve un árbol, de suerte que la aves del Cielo van a guarecerse en su ramas.

Esta parábola se lee en el Evangelio de San Mateo, XIII, 31 al 35, y al decir de los sagrados intérpretes, puede representar el pecado venial.

Éste es el tema que hoy vamos a tratar, haciendo analogías existentes entre la parábola y el pecado venial, y resaltando las razones que nos deben mover a evitarlo y de qué modo no cometerlo.

ANALOGÍA ENTRE LA PARÁBOLA Y EL PECADO VENIAL.

1º. Así como la semilla de mostaza es pequeñísima, así también el pecado venial es una ofensa ligerísima que se hace a Dios.

2º. Así como aquella semilla crece de tal modo que llega a convertirse en un árbol, así también los pecados veniales, si no se hace caso de ellos, van aumentándose y pueden ocasionar la muerte del alma, induciéndola al pecado mortal dice San Agustín en Serm. 4 Dom. I Cuaresma.

3º. Así como los pájaros aguardan a que el árbol haya crecido y haya extendido sus ramas para ir a posarse sobre ellas, tomando posesión del árbol y no separándose ya de él, así también el demonio representado en esas aves, espera a que el alma tenga muchos pecados veniales y se haya entibiado en su fervor para entrar en ella y tomar posesión de la misma, haciéndola caer en pecado mortal.

Nos dice Nuestros Señor Jesucristo en San Lucas, XVI, 10: “El que en lo poco es infiel, también es infiel en lo mucho

El Pecado Venial; es leve si se le compara con el mortal, pero que poco a poco podría debilitar de tal modo las fuerzas de nuestra alma que la llevara a caer en faltas mortales.

En este caso para no exigir lo imposible, tenemos que distinguir entre el pecado venial deliberado y el semi-deliberado. Por que si bien es verdad que el Concilio de Trento define que nadie excepción hecha de la Virgen Sma., puede hallarse exento del pecado venial, este debe de entenderse del pecado venial semi-deliberado; porque, según la doctrina de muchos moralistas, muy bien puede un alma cuidadosa librarse del pecado venial delibrado, como parece lo consiguieron algunos santos.

RAZONES QUE DEBEN MOVERNOS A EVITAR LOS PECADOS VENIALES.

1º. Porque hay que dar de ellos una estrecha cuenta ante el tribunal de Dios: de ello dice S. Gregorio I. XXIV Mor., IV: “Así el Señor, por lo tanto considera los caminos, así que nos cuenta  los pasos, y los minutos, y ningún pensamiento queda libre de su juicio, ni mucho menos las palabras ociosas”.

Es por eso, que Ananías y Safira, a causa de una mentira dicha a San Pedro, murieron repentinamente.

2º. Porque retrasan la gloria del Cielo, puesto que el alma se ha de purificar antes en el Purgatorio. Dice San Bernardo. Puesto que nada manchado puede entrar en el Cielo.

Moisés, por haber dudado un poco acerca de lo que Dios le había dicho, fue castigado a morir antes de entrar en la Tierra Prometida.

3º. Porque disponen a cometer pecados graves, ya que la persona se habitúa a ellos y no hace mucho caso de la ofensas de a Dios. Dice San Juan Crisóstomo.

Si David, Judas y San Pedro se hubiesen guardado bien del pecado venial, no habrían caído después en pecados mortales.

DE QUÉ MODO PUEDE EVITARSE EL PECADO VENIAL.

1º. Oración frecuente. El medio más eficaz para alejar de nosotros los pecados veniales es, sin duda, la oración frecuente. Ya que la oración bien hecha, es como una escolta y una salvaguardia que nos preserva de caer en cualquiera clase de mal. Nos dice San Juan Crisóstomo.

2º. Confesión frecuente. Otro medio muy eficaz para alejar de nosotros los pecados veniales es el de confesarse a menudo de ellos y detestarlos. Dice San Bernardo: “Para tener limpio y puro el corazón; la oración y la confesión son el remedio.

Confesando seguido aun los más leves pecados, se purifica más y más nuestra alma, y se cobran nuevas fuerzas para resistir al demonio. Dice Ricardo de san Víctor.

3º. Huir de la Ocasión o del peligro de pecar. Finalmente, es también un medio muy indicado la huida de las ocasiones por las que se podría incurrir en algún pecado venial.

Dice San Prospero. Que huir de las ocasiones de pecar no es cobardía, ya que en algunos casos el que huye es que vence, sobre todo en lo referente a la impureza.

Por último. Habiendo conocido en el presente día cuan grave mal sea el pecado venial, es importante que empecemos, a emplearnos en aquellos medios que nos sugiere la experiencia para evitarlo y alejarlo de nosotros.

No olvidemos nunca que los pecados veniales, a semejanza del grano de mostaza, adquieren luego vastas proporciones, y que, a semejanza de la pequeña cantidad de levadura, pueden corromper toda la masa de las buenas obras.

En el siguiente escrito se va tratar propiamente más sobre la naturaleza del pecado venial.

Gran parte de este escrito esta tomado del libro: “Triple Serie de Homilías” de Mons. Ricardo Schüler.

Mons. Martin Davila Gandara