Consideraciones acerca de San Miguel Arcangel

El 29 de Septiembre, la Iglesia Católica festeja devotamente, la tercera aparición de San Miguel Arcángel en el monte Gargano en Italia, siendo ésta en el año 493.

En este escrito se van a considerar dos cosas muy importantes acerca de San Miguel: 1) El origen de su nombre; 2) Las virtudes que lo llevaron hasta la sublime cima de la santidad.

 ORIGEN DEL NOMBRE DE SAN MIGUEL ARCANGEL

En la persona de San Miguel en su nueva dignidad de Primer Príncipe de la Corte Celestial, Dios ciño su frente con una diadema nueva y misteriosa que tenía inciso del Santo Nombre “MI-CHA-EL”, es decir ¿Quién (ES) COMO DIOS?.

Este grito poderoso de la victoria angélica siempre tendrá eco en los ambientes celestiales y resonará en la tierra cuando San Miguel venga en forma visible con sus ángeles para defender el honor de Jesucristo y María Santísima, como vio San Juan en el Apocalipsis.

Los enemigos de Jesús correrán la misma suerte que Lucifer si no se convierten a tiempo, mientras los buenos gozarán para siempre de la Gloria celestial, como ejemplo de San Miguel debemos respetar su nombre excelso, como él mismo dijo a Manoj en la ciudad de Sorá en Palestina, al hombre escogido por Dios para ser padre de Sansón: “¿Por qué me preguntas mi nombre? Es misterioso” (Jc 13,18).

También nosotros, si venciéramos al demonio, carne y mundo en el Reino de los Cielos nos espera un nombre nuevo y glorioso, como vio San Juan en el Apocalipsis: “Al vencedor le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedra blanca, en la que hay escrito UN HOMBRE NUEVO…” dijo Jesús (Ap., 2, 17).

LAS VIRTUDES QUE LLEVARON A SAN MIGUEL A LA SUBLIME CIMA DE LA SANTIDAD

La santidad del espíritu no se puede improvisar ni siquiera en el Cielo. El valeroso grito de San Miguel: “Quien (es) como Dios” encierra todos los misterios de su ascensión a la sublime cima de la santidad.

Para poder exclamar: “¿Quién es como Dios?”, fue necesario por parte de San Miguel un conocimiento más íntimo, más perfecto de Dios y de sí mismo. Y esto no habría sido posible sin una continua, amorosa y humilde contemplación de las Divinas Perfecciones. En éstas meditaciones maduraban los frutos copiosos, y todo tipo de virtud que aumentaban su santidad al igual que su dignidad.

Ya que al Arcángel San Miguel y a los demás ángeles, la visión de la futura vida terrenal del Verbo Divino (Jesucristo), fue como un libro abierto donde podían aprender todas las virtudes heroicas de su Sagrada Humanidad, como la humildad, obediencia, paciencia, caridad, etc.

HUMILDAD:

Más que por su gloria e invencible poder San Miguel brilla en su profunda humildad. Ya que ve con claridad, que todo ser creado de frente al Ser Increado (Dios), es verdaderamente nada, aunque esté lleno de dones y privilegios y toda Gracia excelsa. Y en vez de embriagarse de su belleza y de enorgullecerse como le sucedió a Lucifer, San Miguel se humilló, sintiéndose indigno de tanta preferencia.

OBEDIENCIA:

Antes de que el Cielo y el Universo fueran creados, la obediencia ya existía en la Voluntad del Verbo Divino, ya que Él mismo decía en innumerables veces cuando estuvo en la tierra: “Yo vengo para hacer tu Voluntad oh Padre”. Y la obediencia era la puerta para San Miguel y para los Angeles que conducía a la gloria de la Visión Beatífica de Dios. Es por eso, que San Miguel con gran ardor se sometía a las órdenes y a los decretos divinos.

Fue también, la obediencia la prueba para nuestros primeros padres Adán y Eva, y la obediencia será para cada hombre la única puerta para entrar en las delicias del Señor, es por eso que Él nos dice: “Si vosotros queréis entrar en la Vida Eterna, observar los Mandamientos” (Mt., XIX, 17). La perfección consiste en obedecer con gran amor, con todo el corazón, y por temor servil del castigo que sigue al pecado, o porque “es obligado” sino por puro amor, como lo hizo San Miguel.

En la obediencia están contrapuestas dos voluntades: la Voluntad Increada de Dios y la voluntad creada y dotada del libre albedrío de la criatura. Ahora, no tomar en consideración un deseo expresado por la Voluntad Increada es una ofensa infinita al Ser Infinito que es Dios.

Ahora bien, si la desobediencia no puede no puede ser castigada en la sustancia, porque el infractor es un ser creado y de dimensión y con facultades limitadas: por lo tanto, ésta debe ser castigada—si no se arrepiente—en el tiempo con dolores eternos, como les sucedió a los ángeles rebeldes y a los hombres que son sus secuaces.

La raíz de todo pecado siempre es la desobediencia. Ya que, si el Señor nos dice: “no robar, no matar, no cometer adulterio, no desear a la mujer tu prójimo, etc.”. Pero lamentablemente, hay las criaturas despreocupadas y necias viven como si un día no debieran rendir cuentas al Creador. Por eso, si el mundo está mal es porque como dice la Sagrada Escritura: “no hay nadie que reflexione en su corazón”.

Por lo mismo, para reparar el pecado en su sustancia, era necesario un Ser Infinito en su Sustancia y Naturaleza, que es solo Dios. Y Jesucristo cumple esta caridad a favor del género humano, por obediencia a su Padre.

Toda la Eternidad no será suficiente para agradecer esta condescendencia del Hijo de Dios que ha pagado con su Pasión y su muerte nuestras deudas. También para los pobre condenados toda la eternidad no será suficiente para llorar la propia necedad, por no haberse dado cuenta del Divino Amor que sacrificó a su Unigénito, solo para hacernos felices en el Reino de los Cielos.

Si el amor de la madre terrenal para con sus hijos es grande, este es una pálida sombra del Amor Paternal de Dios para con sus pequeñas criaturas. Pero lamentablemente ¡A pesar de esto la humanidad se niega y pisotea a Dios y a su Santa Ley!

Que la obediencia de San Miguel Arcángel nos dé la fuerza y la sabiduría para no imitar a los ángeles rebeldes, los cuales destruyeron el tiempo precioso de su prueba con orgullo indomado, vanidad, envidias, ambiciones, desobediencia. Pecados que los han privado, de la “Visión Beatífica” para siempre.

CONFIANZA:

San Miguel es grande en su confianza en Dios. Cuando apenas vio que su Creador era ofendido, estuvo listo para defender el Honor Divino. No temió y no retrocedió delante a la superioridad y a la fuerza mayor del adversario. Al contrario, confió con todo su corazón en la asistencia de Dios, por lo mismo, afrontó la batalla en contra de Lucifer.

Después de esto, los Cielos proclamaron su victoria. Su valentía y su gran celo dieron valor a los Angeles buenos para defender junto a él al Verbo Divino en su humilde naturaleza humana y con El, a su futura Madre.

AMOR:

¿Quién podría comprender el amor ardiente, que San Miguel siente por su Dios y el amor con el cual Dios corresponde a este afecto? Ya en el tiempo de la prueba su amor aplacó los ardores de los más altos Serafines y de todos los otros Angeles.

Nadie estuvo tan adolorido como San Miguel, viendo el ultraje y la desobediencia para con su amado Señor. Y después de ser confirmado en Gracia, en la Visión Beatífica de Dios este amor su sublimó aún más pero siempre estará cubierto por el secreto del Rey de Reyes.

Así que, quién ama verdaderamente a San Miguel, debe imitarlo difundiendo en la tierra el honor de Dios, Uno y Trino, y el honor de sus representantes en la tierra.

CARIDAD:

Un acto de caridad es como el Sol, porque contiene un rayo de la “sustancia divina”. Como dice San Juan: “¡Dios es caridad!”. No se puede amar a Dios, y odiar al prójimo, que es su imagen y semejanza. En medida diferente y con obligaciones diferentes, todos hemos salido de las manos de Dios, y creados con Amor Infinito.

Un padre no quiere privarse nunca de sus hijos. San Miguel en su humilde contemplación comprendió el ansia divina y su Santa Voluntad de salvar a todos los Angeles. Con Infinita Paciencia, Dios espera y espera, y aún esperando contra toda esperanza, no quisiera intervenir con la Justicia Divina. ¡Pero es en vano! ¡Lucifer en su belleza perdió la sabiduría!

Lamentablemente, ¡Cuántos imitadores tiene su insensatez también entre los hijos de Adán, para abandonar la verdadera luz y escoger las tinieblas!

San Miguel al ver el creciente tumulto, y la turbación por la incertidumbre de los Angeles que vacilaban. Por eso, con celo ardiente y con una caridad delicada exhorta una vez más a todos los Angeles para que sean fieles a su Creador. Así salvó a muchos de la caída, ¡los cuales agradecen eternamente su caridad!

Grande es la caridad de San Miguel también para con la entera familia humana, y ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. Sus numerosas apariciones sirven para tener encendida la llama de la Fe en Jesucristo, su Rey. Una predicación especial y un socorro inmediato muestra siempre para con sus devotos en esta vida y una asistencia especial prodiga en la hora de la muerte.

FIDELIDAD:

La fidelidad de San Miguel es un ejemplo luminoso no solo para los Angeles, sino también para nosotros, pobres mortales. En ningún instante de su existencia perdió de vista el fin por el cual Dios lo creó: que es para alabar, adorar, amar, agradecer y servir con toda la fuerza a su Creador, y asistir con amoroso cuidado a los Angeles, y a todos los hombres.

También Jesucristo exige una fidelidad semejante a sus seguidores: “Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial; pero quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mt., X, 32-33).

Por último, procuremos imitar en estas preciosas virtudes a San Miguel, a fin de que podamos también nosotros al igual que él, ganar el galardón de la Visión Beatífica de Dios en el Reino de los Cielos.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “ ¿Quién es San Miguel Arcángel? De Gloria Crux.

Mons. Martin Davila Gandara