En este Año Nuevo. A los católicos, a mis feligreses, y lectores: Les deseo, una vida llena de paz, o sea una autentica y verdadera paz, que les permita prepararse para lograr la salvación eterna de su alma; y para ello, pido al Señor les conceda su santa gracia.
Les deseo, ante todo, la gracia de Dios, que es la gracia Santificante, siendo ésta una admirable y a la vez pequeñísima participación de la esencia Divina, don interior y sobrenatural de más precio que todos los bienes temporales, frágiles, vanos y engañosos que hay en esta vida.
También, les deseo, las gracias actuales, interiores y útiles, que nos son necesarias para poder cumplir nuestros deberes como cristianos, siendo éstas las que nos podrán llevar a gozar del Señor en la gloria eterna.
Aparte de estas dos gracias muy importantes y necesarias en la vida del cristiano. Le pido al Señor que les conceda tres gracias más:
La Gracia de la Conversión.
Convirtámonos sin tardanza. Por lo tanto, en este Año Nuevo, escuchemos permanentemente la voz del Señor, y procuremos con su ayuda ablandar la dureza de nuestro corazón. Recordemos que nuestra vida está pendiente de un hilo. Y Dios no nos ha dicho cuándo cortará este hilo. Por lo mismo, consideremos que se muere en todas las edades. Por lo tanto, debemos estar, preparados.
Convirtámonos seriamente. Porque ¡Cuántos lazos nos hacen esclavos de este mundo! ¡Cuántos obstáculos nos estorban el pleno y entero retorno a Dios! Por ejemplo: el olvido de Dios, de la oración, y de la santificación de las fiestas; la desobediencia, el odio, el espíritu de venganza, el deseo de enriquecernos, la impureza, el orgullo, la ira y otros tantos más.
Convirtámonos completamente. Por lo mismo, inmolemos, sobre el altar de Dios, todas las pasiones que anidan en nuestro corazón.
La Gracia de la Perseverancia.
En este Año Nuevo. No basta que nos convirtamos sin tardanza, seriamente, enteramente, sino que es preciso permanecer en la amistad de Dios. Por lo mismo, pido, pues, al Señor para todos ustedes la gracia de permanecer en el “amor de Cristo”, como dice San Juan XV, 10.
Quien perseverare hasta el fin, éste será salvo. Porque ¡Cuántos han comenzado bien, y luego, vencidos por Satanás, se han detenido en el camino de la virtud, se han retirado de sus buenos propósitos, y han abandonado la ley del Señor!
Por eso, les recuerdo lo que dijo San Pablo que debemos estar varonilmente en la fe. Ya que sólo tenemos un alma, ¡y hemos de salvarla a toda costa!
Por lo mismo, vivamos con sobriedad, con piedad y con justicia, según nos exhorta hoy nuestra Santa Madre la Iglesia por boca de San Pablo (Tit., II, 12), de este modo aguardemos la bienaventuranza esperada y la venida de Jesucristo, Dios y Salvador nuestro.
Recordemos que para obtener esta perseverancia en la gracia, nos es necesaria una oración ferviente o sea, humilde, atenta, constante y con recogimiento, y también necesitamos confesarnos frecuentemente, y sobretodo necesitamos la comunión frecuente y fervorosa que es el antídoto de todo mal hábito y vicio.
La Gracia del Apostolado.
Dice el libro del Eclesiástico XVII, 12: “Dios ha mandado a cada uno el cuidado de su prójimo”. Por lo mismo en este Año Nuevo ¡Acordémonos de nuestros hermanos! Pidiendo la gracia de Dios, para que a todos, nos sea dada. Y ¡llenémonos de celo y del espíritu de apostolado! ¡Seamos apóstoles!
El apostolado cristiano reviste varias formas: Hay apostolado de la palabra, apostolado de la prensa, apostolado del buen ejemplo, y el apostolado de la oración.
Este apostolado nos obliga a todos los católicos, a los sacerdotes como a todos los fieles sin excepción. Ya que estamos obligados a trabajar por el reino de Cristo. Así como decía el Papa Pío XI en sus exhortaciones a la Acción Católica.
He aquí mis votos y deseos, para todos ustedes hermanos míos, que aunque son breves, pero abundan en sentimientos preciosos. Los cuales deposito en el altar de Jesús y de María, para que ellos los bendigan y les den valor.
Por último. En todo este Año Nuevo. Pidamos al buen Dios, que nos llene de paciencia, de salud, de santidad, y de gozo. Para que suceda como dice San Pablo: “Que la gracia y la paz de Dios sea con nosotros”.
¡Feliz Año 2020! Con cariño les envió mi bendición Episcopal.