El amor a Dios

“Amarás al Señor tu Dios”

El Evangelio del domingo XVII después de Pentecostés nos señala el precepto esencial de la religión, y en el cual consiste toda la perfección, siendo este: “Amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, y toda tu alma, y toda tu mente”. (Mt., 34-46)

Para excitarnos a observar bien este gran precepto, consideremos: 1. Todo lo que Dios ha hecho por nosotros; 2. Todo lo que nosotros debemos hacer por el Señor.

Como Dios nos ha amado

Sus beneficios son incontables. Enumeremos los principales:

1. Nos ha amado desde toda la eternidad, así como dice San Pablo: “En caridad perpetua te he amado” (I, Cor, II, 9), este amor ha sido pura benevolencia, sin mérito alguno de nuestra parte.

2. Nos ha creado por amor, nos ha preferido a tantos otros seres que deja en la nada; nos ha dado un alma inmortal, hecha a su imagen y semejanza y dotada de admirables facultades; nos ha dado un cuerpo con órganos maravillosos.

Para nosotros hizo el mundo material, con todas las bellezas, con toda su magnificencia. Nos confió al cuidado y guarda de sus ángeles.

3. Mando a su hijo unigénito a la tierra para rescatar a la humanidad esclava del demonio y del pecado. El Hijo de Dios se aniquiló por nosotros; también para nosotros instituyó el Sacramento de la Eucaristía. Nos ha puesto bajo la protección de su Santísima Madre.

¡Y cuántos otros bienes hemos recibido! Podemos enumerarlos rápidamente: La gracia bautismal, la fe, una educación cristiana, los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía, el Espíritu Santo, que desciende a nosotros, nuestra alma convertida en templo suyo, en su propia morada en breves palabras: “Nos hizo participes de la divina naturaleza” (II, Ped., I, 4)

4. Nos dio la promesa de la gloria y de la felicidad eterna del paraíso.

Como debemos dar testimonio a Dios de nuestro amor

1. Debemos evitar todo lo que le desagrada. ¿Qué se dirá de un hijo que tenga ningún temor, ningún escrúpulo de contristar o de ofender a sus padres? Pues bien, nosotros sabemos que todo pecado ofende a Dios. Evitemos, pues, no sólo el mortal, sino también el venial. El primero mata nuestra alma, el segundo debilita en nosotros la caridad de Dios.

2. Debemos pensar incesantemente en Dios, así como dice el Salmo XV, 8: “Tengo siempre al Señor ante mí”. Nuestro Señor dijo a Santa Catalina de Sena: “Piensa en mí, y piensa en ti”.

Pensar en Dios nos hará evitar el pecado, nos ayudará a hacer muchas buenas obras, a soportar las molestias y las cruces de la vida, y a ser más activos en el cumplimiento de nuestros deberes.

Con el pensamiento en Dios hagamos diversos actos de amor de preferencia; de benevolencia: Santificando en nombre del Señor; de complacencia, considerando en nosotros las infinitas perfecciones divinas; de dolor por las injurias que se le hacen.

Dominados por el pensamiento de Dios, hablemos a Dios en la oración, escuchémosle en la voz de sus ministros y en la de sus santas inspiraciones; animémonos a hablar de Él a quienes no rodean: porque Él mismo no lo dice: “Si me amas, guarda mis mandamientos”.

3. Debemos aplicarnos a agradarle. Es decir, a hacer su voluntad en todo; a observar sus preceptos: “El que recibe mis preceptos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn., XIV, 21). Por consiguiente, como dice San Pablo: “Ya comamos, ya bebamos, o ya hagamos alguna cosa, hacerlo todo para la Gloria de Dios” (I Cor., X, 31).

Veamos lo que hace la gente por agradar a una persona que se ama: lo que se sacrifica por ella. ¿Y, acaso, nos resistimos nosotros a cumplir la voluntad de Dios?

4. Tengamos un gran celo por la gloria de Dios. Recordemos el celo de Elías por las cosas de Dios; el de San Pablo. Meditemos las tres primeras peticiones del Padrenuestro.

Por último. Que nuestro celo sea efectivo, esto es, demostremos que amamos a Dios por medio de las obras; tenemos cada día mil ocasiones para dar testimonio de esta manera, mostrar nuestro amor a Dios.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: Archivo Homilético de J. Thiriet, y P. Pezzali

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx