El Bautismo

ANÁLISIS Y CONSIDERACIONES DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Cristo instituyó el Bautismo y mandó a los Apóstoles que bautizaran. “Id, pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. (Mat., XXVIII, 19). Igual testimonio da S. Marcos: “Por último, les dijo: Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas la criaturas: el que creyere y se bautizare se salvará; pero que no creyere será condenado”. (Marc., XVI, 16).

En obediencia a este a este mandato, los Apóstoles y discípulos fueron por todos los países entonces conocidos, predicando el Evangelio y bautizando. El día de Pentecostés, el mismo en que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego, S. Pedro predicó a una vasta multitud y los bautizó en la Fe de Cristo. “Aquellos, pues, que recibieron su doctrina, fueron bautizados, nos dice S. Lucas en los Hechos de los Apóstoles; y se añadieron aquel día cerca de tres mil personas”. (Hech., II, 41).

La palabra Bautismo viene del griego, y significa “lavatorio”. El rito o ceremonia de lavarse por penitencia ya lo prescribió Dios en la Antigua Ley, en el cual todo era figura de la Nueva Ley.

Es por eso, que el sacramento del Santo Bautismo lava la mancha del pecado original, y también cualquier pecado actual que pueda existir, haciendo al que lo recibe hijo de Dios y heredero del cielo.

El pecado original es la mancha o estado de pecado en que nacemos, por la desobediencia de nuestros primeros padres.

 “Por tanto, así como por un solo hombre entró el pecado en este mundo, y por el pecado la muerte; así también la muerte se fue propagando en todos los hombres por aquel solo Adán en quien todos pecaron”(Rom., V, 12). Por un singular milagro de la divina gracia, María Santísima fue exenta de esta mancha del pecado original. Esto es lo que llamamos la Inmaculada Concepción, la cual muchos confunden con el nacimiento milagroso de Cristo, de las purísimas entrañas de la Virgen.

Por lo mismo es una aberrante herejía que, siendo tan claras y definidas las enseñanzas de la Iglesia. BXVI niegue, o ponga en duda, la doctrina del pecado original, en su libro “Creación y Pecado”, editado en el 2005 por Ediciones EUNSA, siendo Joseph Ratzinger Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en Iglesia Posconciliar.

En su herético proclama: eIn the story that we are considering [Ceeeen la historia que estamos considerando [cap. 3 of Genesis], still a further characteristic of sin is described.III del Génesis], añade otro rasgo esencial a esta descripción de la naturaleza del pecado. Sin is not spoken of in general as an abstract possibility but as a deed, as the sin of a particular person, Adam, who stands at the origin of humankind and with whom the history of sin begins.Los pecados no están descritos en general como una posibilidad abstracta, sino como hechos, como pecados de alguien, Adán, que está en el comienzo de la humanidad y en el cual se origina toda una historia del pecado. The account tells us that sin begets sin, and that therefore all the sins of history are interlinked. El relato nos dice: el pecado engendra el pecado, y así todos los pecados de la historia dependen unos de otros. Para este hecho Theology refers to this state of affairs by the certainly misleading and imprecise term ‘original sin’ .la Teología ha encontrado la palabra, seguramente mal comprendida e imprecisa, de pecado original. ¿What does this mean?Qué importancia tiene? Pues Nothing seems to us today to be stranger or, indeed, more absurd than to insist upon original sin, since, according to our way of thinking, guilt can only be something very personal, and since God does not run a concentration camp, in which one’s relative are imprisoned because he is a liberating God of love, who calls each one by name. NADA NOS PARECE HOY MÁS EXTRAÑO NI CIERTAMENTE MÁS ABSURDO QUE DENOMINARLO PECADO ORIGINAL –hereditario—PORQUE LA CULPA, SEGÚN NUESTRA CONCEPCIÓN, NO ES SINO PRECISAMENTE LO MÁS PERSONAL E INTRANSFERIBLE; Y PORQUE DIOS NO DOMINA SOBRE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN EN LA QUE EXISTA UNA RESPONSABILIDAD COLECTIVA, SINO QUE DIOS ES LIBRE DEL AMOR, QUE LLAMA A CADA UNO POR SU NOMBRE. ASÍ PUES, What does original sin mean, then, when we interpret it correctly?¿QUÉ SIGNIFICA PECADO ORIGINAL, INTERPRETÁNDOLO DE UNA MANERA CORRECTA?(Pag. 100).

Aquí lo que niega, es el Dogma de Fe sobre el “pecado original” transmitido desde Adán a todos los hombres a través de la generación. Ya que Benedicto XVI considera que ese punto de vista del pecado esengañoso e impreciso y, de hecho, ridiculiza como derivadas de una visión de Dios que él ve como un comandante  que encarcela a la humanidad en un “campo de concentración”, sólo por el hecho de que comparten una ascendencia común. Dicha negación, In so doing, of course, he is directly contradicting Scripture and the clearly defined teaching of the Church. Está en directa contradicción con la Sagrada Revelación, claramente definida y enseñada por la Santa Iglesia.

La existencia del pecado original es una verdad que nos consta solamente por la fe, la razón natural no puede conocerla por sí sola.

¿Qué nos enseña la fe sobre el pecado original? Empecemos por decir que el pecado, transgresión voluntaria de la ley de Dios, encierra en su concepto dos notas esenciales: desorden (perturbación de un orden establecido por Dios) y voluntariedad (el que lo comete lo hace conociendo y queriendo lo que hace). Estas dos condiciones de uno u otro modo se encuentran necesariamente en toda clase de pecado; de fallar alguna de ellas, no habría pecado.

Por razón de la causa de que proceden, dividen los teólogos los pecados en original (pecado cometido físicamente por Adán y contraído como habitual por todos sus descendientes) y pecado personal (el perpetrado por un acto físico de la propia voluntad).

El pecado original no lo hemos cometido los hombres por un acto propio, pero lo hemos contraído ciertamente como propio, transmitido a través de la generación. Es una verdad inaccesible a la razón. La fe, basada en la Sagrada Escritura (Rom., V, 12-19) y definida en el Concilio Cartago (a. 418), C. Orange (a. 529) y sobre todo en el Concilio de Trento (a. 1545-1563), enseña: a) que Adán pecó; b) que con su pecado no sólo se perjudicó a sí mismo, si no a toda su descendencia; c)que para sí y para su estirpe perdió aquella santidad (gracia santificante) y dones extraordinarios (inmortalidad, integridad, ciencia infusa) con que Dios lo adornara al crearlo; d) que, en fin, no sólo hemos heredado de Adán esas desgracias, sino su mismo pecado, que también a nosotros se nos imputa como propio, aunque de distinta manera. En Adán, el pecado original (“Originante”, que llaman los teólogos) es personal, cometido por un acto físico de su voluntad; en nosotros (pecado “originado”, como dice la teología) es pecado también propio, pero habitual, “mancha de pecado” que  es lo que dice S. Tomás (cf. D 102 175 789-792).

Un ejemplo muy burdo y sencillo es este: a una pareja de recién casados, el abuelo multimillonario de uno de ellos, les aseguró que durante toda su vida nunca les iba a faltar nada, y que al contrario iban a tener todas  las clases de riquezas, pero todo esto, con la única condición de que el esposo no se embriagara, porque el día que se embriague, ese día va a perder todos los beneficios para él y toda su familia y descendencia; cosa que sucedió y todas las prerrogativas perdió, y quedó en la miseria  y en pobreza él y toda su familia con toda su descendencia; en cierto modo fue lo que le sucedió al género humano con el pecado original de Adán y Eva.

 El Decreto Sobre el Pecado Original del Conc. de Trento, en la sesión V (17 de Junio de 1546) D. 789, 2:

SI ALGUNO AFIRMA QUE LA PREVARICACIÓN DE ADÁN LE DAÑO A ÉL SOLO Y NO A SU DESCENDENCIA; QUE LA SANTIDAD Y JUSTICIA RECIBIDA DE DIOS, QUE ÉL PERDIÓ, LA PERDIÓ PARA SÍ SOLO Y NO TAMBIÉN PARA NOSOTROS; O QUE, MANCHADO ÉL POR EL PECADO DE DESOBEDIENCIA, SÓLO TRASMITIÓ A TODO EL GÉNERO HUMANO LA MUERTE Y LAS PENAS DEL CUERPO, PERO NO EL PECADO QUE ES LA MUERTE DEL ALMA: SEA ANATEMA, PUES CONTRADICE AL APÓSTOL QUE DICE:

Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado. (Rom., V, 12; v. 175).

El Santo Bautismo constituye la puerta de entrada al Reino que Jesucristo fundó: la Iglesia Católica. Sin él ningún otro sacramento se puede recibir válidamente (p. ej. el matrimonio dispar, entre un bautizado y un no bautizado no es sacramento). El Bautismo es el sacramento que nos hace hijos de Dios y cristianos y nos otorga el derecho al reino celestial, derecho que no tenemos por el solo hecho de haber nacido. Por tanto, el Bautismo es un renacimiento o regeneración espiritual en Cristo, por el cuala firma S. Pablo:

“Pero después que Dios, nuestro Salvador, ha manifestado su benignidad y amor para con los hombres, nos ha salvado, no a causa de las obras de justicia que hubiésemos hecho, sino por su misericordia, haciéndonos renacer por el Bautismo, y renovándonos por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador; para que justificados por la gracia de este mismo, vengamos a ser herederos de la vida eterna, conforme a la esperanza” (Tit., III, 4-7).

I. Naturaleza del Bautismo.

Es un sacramento, es decir, un signo o ceremonia sensible instituido por Nuestro Señor Jesucristo para conferir o causar la gracia invisible que significan. Y a la vez el bautismo como sacramento de un elemento o Materia, que es un signo sensible que es el agua, y otro elemento espiritual, que constituye la Forma, o sea las palabras que se pronuncian el que confiere el sacramento.Intención de la Iglesia que es la de Jesucristo ¿Para qué? Para santificarnos, borrando en nosotros todo pecado y haciéndonos hijos de Dios y de la Iglesia.

II. Necesidad del Bautismo.

1)El Bautismo es absolutamente necesario para la salvación, dice Jesucristo en S. Juan III, 5: “Si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de los cielos” y en S. Marcos XVI, 16: “Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; más, quien no creyere, será condenado”.

2)Es necesario para recibir los demás sacramentos, porque es la puerta de estrada a la Iglesia y nos da el nacimiento y la vida espiritual.

3) También es necesario, puesto que Nuestro Señor quiso que, en caso de necesidad, todos pudiesen administrarlo, hasta cualquier simple fiel; que la materia de él sea sencillísima, muy común y extendida por todas partes, como es el caso del agua; que los adultos, en la imposibilidad física de ser bautizados, puedan suplirlo con un acto de caridad perfecta, con un ardiente deseo de recibirlo en el bautismo de fuego o  —de  deseo—, o con el martirio — el bautismo de sangre.

En lo referente a este punto de la necesidad del bautismo nos ilustra el P. Royo Marín en su Teología para Seglares, tomo II, pag. 80, diciendo:

1º. Una cosa puede ser necesaria de dos modos: a)Con necesidad de medio, si es indispensable para obtener un fin, ya sea por la naturaleza misma de las cosas (ej., la gracia de Dios para salvarse) o por divina institución (ej., el bautismo para la salvación misma). bCon necesidad de precepto, si la necesidad emana de una disposición positiva del legislador (ej., oír misa los domingos para cumplir con el precepto de la Iglesia.

2º. Un sacramento puede recibirse de dos modos: a) Realmente (in re), cuando se le recibe de hecho (ej., la comunión sacramental). b) En el deseo (in voto), cuando se le desea recibir, sin que sea posible recibirlo de hecho (ej., la comunión espiritual, el bautismo de deseo).

De todo esta doctrina el P. Royo Marín saca las siguientes conclusiones: 1era. El sacramento del bautismo recibido realmente –fuera  del caso de martirio—es necesario para la salvación de los niños con necesidad de medio por divina institución.

Explicación de esta conclusión. El sacramento del bautismo, o sea, el bautismo de agua instituido por Nuestro Señor Jesucristo, recibido realmente, porque los niños no pueden tener el bautismo de deseo antes del uso de razón.

Fuera del caso de martirio, porque ya se ha dicho que el martirio es un bautismo de sangre que produce en el alma del que sufre por Cristo los mismos efectos que el bautismo de agua (excepto la impresión del carácter, con todo lo que éste lleva consigo). Es necesario para la salvación de los niños, porque para los adultos puede bastar el bautismo de deseo. Con necesidad de medio, o sea, que se requiere de hecho indispensablemente. Por divina institución, o sea, que es indispensable porque obedece a una disposición divina, no a la naturaleza misma de las cosas.

Las pruebas de esta conclusión: 1) La Sagrada Escritura. Se desprende de las palabras del Señor a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y de Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos” (S. Juan, III, 5).

2) Los Santos Padres. Es doctrina constante entre ellos: S. Agustín expresa: “Si quieres ser católico, no quieras creer, ni decir, ni enseñar que los niños muertos antes de ser bautizados puedan llegar a obtener indulgencia de sus pecados originales”.

Fuera del bautismo de Cristo, no se prometa a los niños por nuestro propio arbitrio ninguna salvación eterna que no prometa la S. Escritura, preferible a todos los humanos ingenios.” 3) El Magisterio de la Iglesia. lo ha enseñado constantemente así y lo definió implícitamente el concilio de Trento en las siguientes palabras: “Si alguno dijere que el bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación, sea anatema” (D 861). 4) La razón Teológica. Santo Tomás expone la razón fundamental al decir que, sin la incorporación a Cristo (real o al menos en el deseo), nadie se puede salvar, ya que Cristo es único Salvador de los hombres (Hech., IV, 12). Pero los niños no pueden tener el deseo de unirse a Cristo, síguese que no hay otro medio de salvarles (fuera del caso de martirio) que incorporándoles a Cristo mediante el sacramento del bautismo realmente administrado. (Así los declara el S. Oficio el 18 de febrero de 1958).

2da. Conclusión: Para la salvación de los adultos es necesario el bautismo recibido realmente o al menos en el deseo implícito.

Es doctrina católica, enseñada por el Concilio de Trento (D 796). La razón es porque, sin la incorporación a Cristo en una forma o en otra, nadie se puede salvar, ya que “ningún otro nombre ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hech., IV, 12). Ahora bien: la incorporación a Cristo se hace por el sacramento del bautismo, que, por lo mismo, es absolutamente obligatorio con necesidad de medio para que todos puedan recibirlo (Juan III, 5). Pero como la virtud de Dios no está ligada necesariamente a ninguno de los medios establecidos libremente por El, puede suplir al bautismo de agua el llamado bautismo de deseo, que, a su vez, reviste dos formas: la explícita, que es la que tiene, ej., el catecúmeno que se está preparando para recibir el bautismo, y la implícita, que está contenida en el acto de perfecta contrición o de perfecto amor de Dios emitido –bajo la influencia de una gracia actual. Tenemos el caso de San Pablo, que siendo perseguidor de cristianos, por una gracia actual, que Dios le dio, pudo subir al tercer cielo, sin ser bautizado. Claro que después de bajar de ahí, quedó ciego, y no recobró la vista hasta su bautizo sacramental.

En cuanto, a la necesidad de medio del sacramento del bautismo el Catecismo Romano en la edición de 1956 en págs. 376-378, nos dice: que esta necesidad de medio no es absoluta, sino hipotética, por lo cual en los casos extraordinarios Dios provee con otros remedios, que inmediatamente veremos, aunque en los casos ordinarios es de todo punto necesario para salvarse recibir el bautismo.

Para aquellos casos extraordinarios –en aquellos solamente en que resulta imposible recibir el bautismo de agua—la misericordia divina ha dispuesto dos remedios: el voto del bautismo y el martirio, que por semejanza en los efectos con el bautismo de agua se llama también bautismo: de deseo y de sangre respectivamente.

Sobre el bautismo de deseo predicó S. Ambrosio, Obispo de Milán, en 392, ante el cadáver del Emperador Valentiniano II, que murió siendo catecúmeno. “Sé que os lamentáis de que no haya recibido el sacramento del bautismo. Decidme, ¿qué otra cosa tenemos fuera de la voluntad y la facultad de pedir? Más él había deseado hace mucho tiempo ser iniciado antes de venir a Italia, y manifestó su intención de ser bautizado por mí a la mayor brevedad posible. ¿No tiene, pues, la gracia que él deseaba? Ciertamente que la recibió, puesto que la pidió”. (De obitu Valent., 51).

Tal fue la atestación del S. Agustín: “Sé que no sólo el padecer por el nombre de Cristo puede suplir la falta del bautismo, sino aún la fe y conversión del corazón, siempre que no haya tiempo de celebrar el sacramento” (De Bapt. IV, 22)

Por el voto de bautismo se entiende el deseo de recibirlo. Para que haya martirio se requiere: a) un tormento capaz de causar la muerte, aunque luego ésta no se siga por una gracia especial de Dios; b) infligido al paciente en odio a la fe o virtudes cristianas; c) que sea pacientemente tolerado.

Uno y otro justifican, pues ambos incluyen de algún modo la caridad perfecta, que sabemos que justifica.

Ni el bautismo de deseo ni el de sangre producen, sin embargo, todos los efectos que se derivan del bautismo de agua.

Son efectos comunes a los tres: el perdón de los pecados mortales, la infusión de la gracia, la filiación divina con el derecho a la vida eterna.

En cambio, ni el bautismo de deseo ni el martirio imprimen carácter, ni hacen al que los recibe miembros de la Iglesia. de aquí que, si más tarde hubiera posibilidad de recibir el bautismo de agua, existiría la obligación de recibirle, y mientras no se reciba, tampoco se le pueden administrar los demás sacramentos, ahí tememos el caso de S. Pablo.

El bautismo de deseo, además, no siempre perdona todos los pecados veniales ni toda la pena temporal.

Finalmente, para que el bautismo de deseo justifique se requiere necesariamente la caridad perfecta, es decir, la contrición, aunque, como es natural, no se requiera en sumo grado. En el martirio es suficiente la atrición.

El libro, el Tratado Completo de Religión del Pbro. C. Soler, en la pag. 141 y sigs., nos ilustra sobre la extensión del nombre Bautismo, nos explica un poco más sobre el bautismo de deseo, al cual llama de fuego y el bautismo de sangre, que es el martirio.

Sobre la caridad prefecta nos dice: que es el amor sobrenatural, debido a la gracia habitual o sólo a la actual.

La caridad perfecta que se llama Bautismo de fuego (o de deseo), consiste en corresponder a la gracia actual que da Dios a todas las almas para que puedan hacer actos sobrenaturales de amor a Dios.

Y dice que a la caridad perfecta se llama bautismo porque por ella, como por el Bautismo, se borra del alma el pecado original y también por esta caridad perfecta se merece la gracia santificante que es la que borra el pecado original. “Dios es caridad (esto es amor), y quien vive en caridad vive en Dios, y Dios mora en él” (S. Juan 1era. Carta, IV, 16).

A la caridad perfecta dice el P. Soler, se llama Bautismo de fuego porque el amor, que es la caridad, es comparado al fuego.

Dice el P. Soler, se llama martirio de sangre al acto de recibir martirio por la Fe; y a la vez se entiende por martirio al acto voluntario de sufrir tormentos mortales por motivo religioso.

Así, pues, no sólo sería martirio el morir por Cristo a manos de enemigos de la Fe, sino también, exponer la vida por la Fe o por la Caridad. Por eso son llamados Mártires de la Caridad los que mueren asistiendo voluntariamente a enfermos contagiosos.

 Jesucristo ha dicho: “Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por su prójimo” (Juan, XV, 13).

Al martirio se llama Bautismo, como a la caridad perfecta, porque es también un acto de esta misma caridad, y merece, por tanto, la gracia santificante que borra el pecado original.

Que el Martirio sin el Bautismo de agua alcance la gloria a quien lo sufre ha sido siempre doctrina de la Iglesia, y viene justificado por aquellas palabras de Jesucristo: “el que por Mi dé la vida, la recobrará”.

En conclusión, sobre la doctrina del Bautismo que profesa la Iglesia se deduce:

1º. Que las palabras de Jesucristo “sólo el bautizado entrará en el reino de los cielos”, deben entenderse del bautizado en “realidad” o en “deseo” como dice el Concilio de Trento; y que ese deseo debe tomarse en el sentido de deseo de hacer cuanto Dios disponga para lograr la salvación.

2º. Que la sentencia o dogma, “fuera de la Iglesia no hay salvación”, se refiere sólo a los que la dejan, o culpablemente no entran en Ella, ya sea porque no reciben el bautismo con agua, o el bautismo de deseo o martirio.

3º. Que sólo el de agua es el Bautismo sacramental.

4)Notemos las consecuencias de esta absoluta necesidad: a)Obligación para los padres de procurar que sus hijos no mueran sin el Bautismo; por tanto han de procurarles esta dicha “como primero de todo”. b)Obligación para todos los adultos paganos de recibirlo dignamente. c)Obligación para todos los fieles en general de saber bautizar en caso de necesidad.

III. Efectos del Bautismo

1)Borra el pecado original, y todos los pecados actuales con que esté manchada el alma. También, de hijos de ira y de esclavos del demonio, nos convierte en hijos de Dios y discípulos de Jesucristo. Además, perdona todas las penas debidas por el pecado en la otra vida; sin embargo nos deja las tristes consecuencias del pecado original: es a saber, la ignorancia, la concupiscencia, las miserias de la vida y la muerte; lo anterior como recuerdo de la caída primitiva, o sea el pecado original, y esto lo debemos tomar como motivo para practicar la humildad y la penitencia así como una ocasión de merecer más gloria en la vida eterna.

2)Deposita en el alma un germen de vida divina, sobrenatural, que es la Gracia Santificante; siembra en ella la fe, la esperanza, la caridad, y todas la virtudes cristianas; nos hace hijos de Dios, hermanos y coherederos de Jesucristo, y templos del Espíritu Santo; miembros de la Iglesia, e hijos de la Santísima Virgen María.

IV. Obligaciones del Bautismo.

Así, pues, Dios  por medio del santo Bautismo nos devuelve su amistad, nos adopta por hijos suyos, nos restituye el derecho al cielo, con todas las gracias necesarias para conseguir aquel premio que excede a todo deseo, que es su visión beatífica.

Pero, por parte nuestra, nos comprometemos con Dios:

1)A renunciar para siempre a Satanás, su enemigo y también nuestro; y a todas sus promesas, máximas,  vanidades, y obras; esto es, a todo pecado y a todo ocasión próxima voluntaria de pecado.

2)A unirnos a Dios por la Fe, la Esperanza y la Caridad; a servirle fielmente, observando sus preceptos y haciendo en todo su Voluntad Santísima.

3)A imitar a Nuestro Señor y a procurar reproducir en nosotros lo mejor posible su vida y todas sus virtudes.

Por último: 1) debemos a Dios gratitud y amor por el beneficio del Bautismo. “Si somos Cristianos, debemos de darle gracias a Dios, por tal motivo y tal dicha”. 2)Recordemos frecuentemente las promesas y las obligaciones de nuestro Bautismo. 3)Renovemos cada día estas promesas, y esforcémonos en vivir dignamente como hijos de Dios (Col., I, 10), e imitando lo más posible, la vida de Nuestro Señor. Así sea.

En un segundo escrito, vamos a tratar otros aspectos que nos faltaron del sacramento del Bautismo, como lo es en lo referente a la validez y a los padrinos, esperamos que la exposición de esta doctrina arroje en los católicos más luz y amor, para valorar y defender siempre nuestra santa religión.

Para la elaboración de este escrito, tomamos como base algunos textos, como: Catecismo Romano ed. De 1956; El Magisterio de la Iglesia de E. Denzinger 31º. Ed. De 1958; Tratado Completo de Religión Pbro. C. Soler,  6ta. ed.; Teología Moral para Seglares P. Royo Marín II tomo, 3ra. Ed.; la Iglesia Católica del P. Juan A. O´Brien.

Mons. Martin Davila Gandara