El Juicio Universal

“Entonces veremos al Hijo del Dios venir sobre una nube, con gran poder y majestad”

juicio_final_1El hecho de que Nuestro Señor Jesucristo vendrá al fin de los tiempos para juzgar a todos los hombres, es un artículo de nuestra fe. La Iglesia nos recuerda esta verdad para inculcarnos un saludable temor, y para que tomemos la resolución de terminar de la mejor manera este año eclesiástico. Por eso, nos dice el Salmo CX, 10:  “Que el principio de la sabiduría es el temor del Señor”.

En este escrito vamos a considerar: 1) Las razones por las que Dios hará el Juicio Universal; 2) Qué señales le precederán; 3) Como se hará este Juicio.

POR QUÉ Y CUÁNDO SE HARÁ EL JUCIO UNIVERSAL

1o. ¿Por qué?  Cada individuo, en el momento de la muerte real no aparente, sufre un juicio llamado particular. Este juicio es irrevocable y fija los destinos eternos de cada uno en particular para toda eternidad. El juicio Universal en nada cambiará la sentencia recibida en el primer juicio.

Sin embargo Dios por razones dignas de su sabiduría infinita, hará también el juicio universal al fin de los tiempos:

1) Para confirmar ante todos el juicio particular y demostrar su equidad.

2) Para que los cuerpos, que han sido instrumentos de virtud o de pecado, reciban públicamente su recompensa o su castigo.

3) Para glorificar a los justos, que en la tierra fueron humillados, abatidos, y tratados por insensatos. Y también para aumentar la confusión de los impíos, ordinariamente dichosos y soberbios aquí en este mundo. En este juicio se desenmascaran a los hipócritas y se les mostrará tales como realmente eran: “Por fuera sepulcros blanqueados, y por dentro llenos toda inmundicia rapacidad” (Mt., XXIII, 27).

4) Para justificar, además, la sabiduría divina, tantas veces desconocida y acusada en sus vías misteriosas porque permite por una parte las pruebas y las aflicciones de los justos, y por otra parte la felicidad y exaltación de los malvados.

5) Para manifestar las gracias y los medios de salvación dados a cada uno.

6) Finalmente, para glorificar públicamente a Jesucristo, tantas veces y en tantos lugares negado e insultado en su divinidad, y también ultrajado y perseguido en su santa humanidad; entonces los impíos verán a Aquel a quien menospreciaron, juzgaron y crucificaron, viniendo glorioso e inmortal para juzgarlos y a su vez condenarlos.

2o. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. Nuestro Señor nos asegura que vendrá “como un ladrón” (I Tes., V, 2), y que los hombres serán sorprendidos como lo fueron por el diluvio los contemporáneos de Noé. Por eso nos recomienda que velemos y estemos siempre preparados.

SEÑALES QUE PRECEDERAN O PREPARAN ESTE JUICIO

Sin embargo, Nuestro Señor Jesucristo, en su bondad se dignó revelarnos ciertos signos precursores de este gran acontecimiento:

1) En el cielo: Oscurecimiento de los cuerpos celestes, desorden y caos espantoso.

2) En la tierra: Guerras, pestes, hambres, terremotos, agitaciones del mar y de las olas.

3) El fuego consumiéndolo todo y cambiando la faz de la tierra.

4) Después de todo esto, continuará la resurrección general de la carne. Por eso, nos dice San Pablo en I Cor., XV, 51-52, que: “Todos nos levantaremos… al sonido de la trompeta del ángel… Gloriosos los cuerpos de justos; los de los réprobos, negros y horribles”.

5) Después seguirá la separación de los buenos y de los malos: A la derecha los buenos rebosando de alegría; a la izquierda, los malos presa de la mayor desesperación.

6) Por último, la aparición del Juez supremo en todo su poder y majestad, precedido del estandarte triunfal de la santa Cruz, acompañado de toda la corte celestial: “Entonces veremos al Hijo de hombre viniendo sobre una nube”.

COMO SE HARA ESTE JUICIO

1o. Dice San Mateo XXV, 31: “Cuando el Hijo del hombre vuelva en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará sobre su trono de gloria”; y San Juan en el Apoc., VIII, 1: “Se hizo en el cielo un silencio”; y el profeta Daniel VII, 10: “Sentóse el tribunal y fueron abiertos los libros”. En estos libros están nuestras conciencias.

El Salmo XLIX, 21 nos dice: “Yo te pediré cuentas y te lo echaré en cara”. Y profetajuicio_final_2 Nahúm III, 5: “Descubriré tus vestimentas hasta sobre tu cara, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu vergüenza”. Entonces serán manifestados todos los actos, palabras, pensamientos e intenciones criminales, porque como San Mateo en X, 26: “Nada hay oculto que no deba de ser descubierto, y nada secreto que no deba ser conocido”.

¡Qué confusión para los pecadores, cuando Dios descubra, así, ante todo el mundo su vida culpable, hasta en sus mínimos repliegues, pecados cometidos, buenas obras omitidas o hechas mal y así convertidas en pecado, porque: “árbol malo produce frutos malos.”! (Mt., VII, 17).

Pero, ¡Qué consuelo y qué gloria para los justos cuando Jesucristo manifieste, delante de todos y en todos y en todos sus detalles, la excelencia y la santidad de su vida, sus acciones virtuosas, su conducta edificante, sus obras de celo, sus victorias sobre el tentador, su caridad manifestada de todas las maneras, porque como repite Nuestro Señor en San Mateo: “Porque árbol bueno da frutos buenos”.

2o. Entonces el supremo Juez pronunciará la sentencia eterna y dará sumariamente los motivos de ella, y dirá a justos:

Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado desde el principio del mundo. Porque Yo tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedasteis. En verdad os digo, siempre que lo hicisteis con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt., XXXIV, y sigs.)

A los réprobos les dirá con voz terrible: “Apartaos de Mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt., XXV, 41)  y seguidores. Vosotros me habéis despreciado, habéis sido rebeldes a mis órdenes y a mis enseñanzas; habéis sido duros y despiadados con vuestros hermanos, con lo cual me maltratasteis a Mí mismo: “Y éstos irán al suplicio eterno, más los justos a la eterna vida.” (Mt., XXV, 46).

Conclusión. ¡Oh! ¡qué aterrador es todo esto! ¿Qué será de nosotros, hermanos míos? ¿Cuál será la sentencia que recaerá sobre nosotros? Todo esto, dependerá de nuestra vida buena o mala. Por eso nos dice el Libro del Eclesiástico XV, 18: “Velemos, y vivamos de tal manera que merezcamos ser del número de los escogidos.

Por último, terminemos con unas frases de la secuencia de la Misa de los fieles difuntos que dice: “Acuérdate, dulce Jesús, de que soy la causa de tu obra; no pierdas en aquel día”.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Archivo Homilético” de J. Thiriet – P. Pezzali.

Mons. Martin Davila Gandara