El matrimonio es una vocación sagrada

MES DE ENERO DEDICADO A LA SAGRADA FAMILIA

El mes de Enero es dedicado a la Sagrada Familia, y por lo mismo durante este, vamos a publicar algunos escritos referentes al matrimonio y a la familia cristiana.

La Iglesia nunca se cansará de recordarnos la importancia de la integridad y santidad del matrimonio cristiano, ya que ello constituye una de las más importantes misiones de ella, especialmente en nuestros días, cuando fuerzas diabólicas trabajan para socavar la más fundamental de todas las sociedades humanas: la familia.

Es por eso que la Iglesia ha proclamado constantemente que la familia es un real tesoro y que el hogar es verdaderamente su castillo; el sitio mirado por Dios, como hizo en Belén, para comienzo de vidas mortales que deben de transcender a la vida  eterna, para comienzo de las vidas de tiernos ciudadanos de dos mundos; el de la tierra y el del cielo.

Cuando florece la vida de la familia cristiana, el beneficio es para el mundo civilizado. Por consiguiente, es de gran importancia que todos los matrimonios comprendan el profundo significado de su vocación: y la importancia también de colaborar con Dios mismo en la procreación de nuevos seres humanos, y que emprendan el estado de matrimonio dándose perfecta cuenta de su sagrada vocación.

Al hombre casado, igual que a la mujer, les corresponde uno de los mayores dones, y una de las mayores oportunidades para hacer el bien, que les es posible poseer en la tierra a los seres humanos.

 El hombre ha sido llamado por Dios, al sacramento del matrimonio.— siendo éste, un llamamiento especial del Señor para que él y ella sean compañeros y esposos—a fin de que juntos sirvan a Dios en el santo sacramento, hasta que la muerte los separe.Por lo mismo, no espera que se le sirva sólo, sin compañía. El Señor descendió del altar para prometer incesantemente toda la ayuda que necesitan los esposos para el cumplimiento su misión.
Y si la amorosa satisfacción de una compañía cordial para toda la vida no  fuera bastante, para ello Dios da la gracia especial del sacramento, la cual, asegura a los casados, como lo declara la Iglesia en su ritual del matrimonio, “la más grande felicidad terrenal que pueda alcanzar el hombre en este valle de lágrimas”, así como la sempiterna felicidad de ambos, junto con sus hijos en el cielo.

El compenetrarse de estos sencillos principios, proporciona un nuevo y profundo conocimiento íntimo y revelador de las maravillosas potencialidades inherentes al  estado matrimonial.

Esto hará que se descubra una nueva belleza espiritual en la vida común; y se reciban alegremente los privilegios de la paternidad con nuevo y fervoroso celo; y se aprendan a agradecer los dones de la vida y a soportar sus pruebas con una serenidad que tal vez nunca se imaginaron.

El matrimonio es una vocación. Uno de los grandes enigmas de la vida es que pocas parejas casadas consideran que su estado de vida sea una vocación. Si un miembro de la familia, ya sea hombre o mujer proyecta ser sacerdote o monja, nadie duda de que él o ella han sido llamados por Dios a una vida especial. Y si cambian de parecer y se casan, la explicación más probable es que perdieron su vocación.

No obstante, la vocación de casados es un llamado igualmente divino que el de la vida religiosa o sacerdotal. En la cual se les requiere para realizar una tarea diferente: el de ser padres y hacerse mutuamente felices, al mismo tiempo que trabajan por la salvación de las almas confiadas a sus cuidados. Es como un sagrado fideicomiso , en la cual Dios ha llamado a los esposos para confiarles este deposito, siendo esto, lo que constituye la mejor vocación para los elegidos a ella.

El matrimonio no se debe de considerar como un estado de grado inferior en la vida. Ya que es prescrito por la voluntad de Dios. Es el estado que desde toda la eternidad ha previsto Dios para los llamados a el.

Y por lo mismo Dios dispuso el orden de los sucesos y permitió que se organizarán  sus vidas de manera que se encontraran providencialmente, y sintieran atracción, y se casaran y formaran su propio y único hogar cristiano.

Por lo tanto, esta orientación de sus vidas por inspiración divina, constituye un sagrado y preeminente estado. Así como el sacerdote comparte el poder redentor de Dios, mediante las Sagradas Órdenes, también ustedes esposos comparten Su poder creador,  en la procreación, mediante el matrimonio.

Se llena de alegría el corazón del sacerdote con la sublimidad de su vocación, porque enseña, rige, santifica y administra los sacramentos en nombre y representación de Jesucristo. Y ¿por qué no deben los esposos alegrarse igualmente en convertirse en el instrumento y utensilio del Señor, en la obra de la creación?

Ustedes esposos son llamados por Dios para iniciar la creación inapreciable de un ser humano, (en donde participan en la formación del cuerpo, ya que en la creación del alma sólo Dios la crea al instante de la concepción)para enseñarlo, para  desenvolver su mente, su carácter, y su alma y para conducirlo por la buena senda de la vida en esta tierra y la vida eterna después.

Dios, por Su propia voluntad, escogió fiarse de ustedes, por lo mismo consideren atentamente esposos, este hecho y miren a su matrimonio como un estado de singular nobleza.

La nobleza de la vida matrimonial puede medirse por el convencimiento de que Dios ha creado para cada esposo una relación humana única. El Reino de Dios en la tierra es como un mosaico.

Sus bellezas y valores se magnifican con la diversidad de sus piezas. Cada matrimonio es distinto de cualquier otro en este mundo.

Así lo quiso Dios. Quiso que se desarrollaran sus virtudes en forma única, sin par. Quiso que sus hijos fueran y se parecieran tales como a ustedes dos juntos.

Y aunque, en el matrimonio Dios manda e impone graves responsabilidades, pero también en él, da el Señor, un privilegio especial y un enorme manantial de satisfacciones únicas. Y por lo mismo, ustedes esposos bien saben que hay que responder al llamado o vocación de Dios, de un modo muy personal y que la labor que realicen en su nombre no se podrá identificar jamás con la de otro cualquiera, porque únicamente ustedes podrán cumplirla, juntos, y nadie podrá sustituirlos.

Por último, espero en Dios que con estos escritos de este mes dedicado a la Sagrada Familia, podamos mostrarles la belleza íntima del matrimonio sacramental, así como enseñar los procedimientos prácticos que se necesitan para poder perfeccionar los casados su unión matrimonial y cumplir las obligaciones de la paternidad católica.

Roguemos fervorosamente a Dios para que continué bendiciendo los esfuerzos que la Iglesia hace, para lograr las santificación del matrimonio y que un número siempre creciente de hijos nazca de estas santas familias para laborar en la viña del Señor.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro Manual del Matrimonio Católico del Rev. Padre George A. Kelly.

Mons. Martin Davila Gandara