Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

El pasado viernes hemos celebrado la festividad del Sagrado Corazón de Jesús por lo mismo se harán las siguientes consideraciones.

En el siglo XVI, los herejes calvinistas, y en el XVII, y los jansenistas, habían predicado un cristianismo desfigurado. En lugar del amor universal de Dios que entrega a su Hijo para la salvación de los hombres, no había más que temor y angustia ante el pensamiento de la condenación eterna para una gran parte de la humanidad.

A estas negaciones opuso siempre la Iglesia el amor infinito del Salvador muerto en la cruz por todos los hombres.

La Iglesia instituyó la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, para contribuir y crear entre los fieles una poderosa corriente de devoción, que desde entonces no ha cesado de desarrollarse.

Antes de la institución de esta festividad del Sagrado Corazón, San Juan Eudes ya había compuesto un primer oficio con su Misa. Pero fue en el año de 1675, a raíz de las apariciones de Nuestro Señor a santa Margarita María, cuando se instituyó esta fiesta.

En tiempos de Papa Pio IX-1856-ésta fiesta fue extendida a la Iglesia universal, y en 1928 Pío XI la elevó al rango de 1ª Clase.

He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres”, había dicho Nuestro Señor a Santa Margarita María. Los textos de la Misa de esta fiesta, evocan magníficamente la profundidad y la extensión de este amor de Nuestro Salvador.

Es por eso, que es importante, para el buen cristiano, ponderar y meditar, estas palabras de Nuestro Señor Jesucristo: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en pago no recibe sino ingratitudes y desprecios”.

Consideremos el significado de: HE AQUÍ EL CORAZÓN.

¿Qué corazón es éste? Es el Corazón del Hijo unigénito de Dios, formado por el Espíritu Santo de la sangre purísima de la Virgen María, y en el cual, como dice el Apóstol, había corporalmente la plenitud de la divinidad.

El Corazón de Jesús, es el manantial de donde han brotado los afectos más nobles, más puros, más sublimes. Es el Corazón del más amante de los padres, del más sincero de los amigos. Es el Corazón de aquel divino Nazareno que pasó por el mundo derramando muchísima bondad y misericordia.

¡Oh, que paciente fue su bondad con sus Apóstoles, y que tierna y compasiva con la viuda de Naím y con las hermanas de Lázaro! El Corazón de Jesús, es siempre el mismo, siempre pronto a conmoverse en presencia del dolor y del infortunio. Mirémosle y adorémosle.

Que Significan las palabras: QUE TANTO HA AMADO A LOS HOMBRES.

Mucho amó Jesucristo a los hombres, puesto que murió por todos, no habiendo uno solo que no pueda decir: Me amó y se entregó a la muerte por mí. Pero, ¿hasta qué punto los ha amado? ¿Quién lo puede comprender, ni mucho menos declarar? Aun el mismo Jesús parece que no acierta a expresarlo, y se contenta con decir: HE AQUÍ ESTE CORAZÓN QUE TANTO HA AMADO A LOS HOMBRES.

El pesebre, la cruz, el sagrario, ¿qué nos dicen? Un Dios que baja de los esplendores de su gloria hasta las miserias de nuestra humanidad, y se abraza con las más inconcebibles humillaciones y anonadamientos, para levantarnos hasta su trono.

Un Dios que se entrega a la muerte más cruel y dolorosa, para rescatarnos de la esclavitud del demonio y devolvernos el perdido cielo.

Un Dios que funda su Iglesia, para quedarse en ella constantemente con nosotros, queriendo que su Cuerpo sea nuestro alimento y su Sangre nuestra bebida.

Todo esto, ¿no nos está diciendo que su amor a los hombres no tiene más limite que el infinito? ¡Y entre esos hombres estamos nosotros, y quizás nos encontramos en el número de aquellos para quienes Jesús ha reservado esos favores especiales de que colma a sus amigos más queridos! ¡Con cuánta razón puede decirnos Jesucristo: ¡MIRA ESTE CORAZÓN QUE TANTO TE HA AMADO!

Que significan las palabras: Y EN PAGO NO RECIBE SINO INGRATITUDES Y DESPRECIOS.

Un amor infinito merecía de los hombres el Corazón que los amó con infinito amor. pero, ¡qué recibe de la mayor parte? Ingratitudes y desprecios. ¡Triste y dolorosa verdad! ¡Cuántos hay que ni siquiera le conocen! ¡Cuántos que, conociéndole, le desprecian y persiguen, le insultan y blasfeman!

Aun entre los que se llaman sus amigos, ¡cuánta irreverencia! ¡Cuánto sacrificio! ¡Con qué frialdad le miran en el Sacramento de su Amor, que es la Sagrada Eucaristía!

Jesús que se queja; busca quien le consuele y no lo encuentra. ¿Ni aun entre aquellos a quienes ha distinguido de los demás por un afecto incomparablemente más tierno? Ni aun entre esos. Se oye a veces sus palabras: Y los más sensible es que son corazones consagrados a Mí los que de este modo se portan.

¿Somos nosotros, por ventura, uno de aquellos ingratos de quienes dijo Jesús: Los otros hieren mi cuerpo, pero éstos traspasan mi Corazón, ¿este Corazón que jamás dejó de amarlos?

Consideremos ahora: LOS “RUEGOS” DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.

Quería Santa Margarita María de Alacoque mostrar a Jesús alguna correspondencia por las gracias singularísimas que le acaba de conceder, y le dijo Jesús: No puedes darme otra mayor que hacer lo que tantas veces te he pedido ya. ¡Palabras extrañas! ¡Dios pidiendo! ¿Y qué es lo que pide? Amor y reparación.

¡Amor! Me ha hecho conocer Nuestro Señor Jesucristo, dice la Sierva de Dios santa Margarita María, que el inmenso deseo que tiene de ser amado de los hombres le había movido a manifestar su Corazón y a darles en estos últimos tiempos este nuevo testimonio de su ternura, proponiéndoles un objeto tan propio para persuadirles.

¡He aquí a Dios mendigando de los hombres amor! ¿Qué menos puede pedir a sus criaturas el Criador y a sus redimidos el Redentor? Y porque, en vez de amor, no recibe de la mayor parte de los hombres sino ingratitudes y desprecios. Ante esto, Jesús pide reparación.

Por eso te pido, dijo a su fiel sierva, que el primer viernes después de la Octava del Corpus sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, comulgando en este día y haciéndole reparación de honor con un acto de desagravios, a fin de reparar las indignidades que ha sufrido durante el tiempo que ha estado de manifiesto en los altares.

“Esta reparación—nos dice el Papa Pío XI en su encíclica Miserentissimus Redemptor—es un deber de justicia y de amor, para expiar la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y restablecer el orden violado; de amor, para padecer con Cristo paciente y saturado de oprobios, y según pobreza, ofrecerle algún consuelo.

Porque pecadores como somos todos, continua este Sumo Pontífice, y cargados de muchas culpas, no hemos de contentarnos con honrar a nuestro Dios con sólo aquel culto con que adoramos con los debidos obsequios a Su Majestad Suprema, o reconocemos orando su absoluto dominio, o alabamos con acciones de gracias su infinita largueza; sino además es necesario satisfacer a Dios, juez justísimo, por nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias, borrándolas con expiación”.

Por último, es Amor y Reparación lo que nos pide el Corazón Sacratísimo de Jesús. ¿Y tendremos corazón para negárselo? Además de la Comunión, también nos pide un acto de desagravios, acaso, ¿no tendremos algún sacrificio especial que ofrecerle?

Procuremos, pues, pagar amor por amor el tanto amor que nos tiene el Sacratísimo Corazón de Jesús.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Horas de Luz” del P. Saturnino Osés, S. J.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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