GRATIA VOBIS ET PAX A DEO. ¡FELIZ AÑO 2013!

¡FELIZ AÑO NUEVO 2013!           

Gratia vobis et pax a Deo (Rom., I, 7)

Que la gracia y la paz, de parte de Dios nuestro Padre y de Nuestro Señor Jesucristo en unidad con Espíritu Santo sea con todos ustedes, queridos hermanos en este Año Nuevo que comienza.

Les deseo, ante todo, la gracia de Dios, que es una pequeña pero admirable participación de la divina Naturaleza, siendo este don sobrenatural mucho más precioso e incomparable que todos los bienes temporales, frágiles, vanos y engañosos de esta vida terrenal.

En este Año Nuevo, les deseo una vida de paz y  tranquilidad, y libre de toda suerte de desventuras, que les permita prepararse para la vida eterna; pero ante todo pido al Señor que les conceda su santa gracia. ¡Gratia vobis a Deo!

Ahora hagamos una seria reflexión, en lo referente a este año nuevo que comienza:

Hay en la vida del cristiano cinco horas características: la hora del trabajo, la de dolor, la de la alegría, la de la oración y, por fin, la hora de la tentación.

Procuremos y examinemos hermanos míos cual debe ser nuestra conducta en estas cincos horas distintas durante todo este año, que esta a punto de comenzar, y espero que saquemos el mejor provecho posible y no nos perdamos para la toda eternidad.

Ahora vamos a analizar de cómo podemos aprovechar de la mejor manera cada una de las cinco distintas horas:

La hora del Trabajo. Sabemos que todo mundo tiene que trabajar, ya que es un precepto obligatorio y absoluto, que Dios dio a los hombres en la persona de Adán: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”

Por lo mismo, tenemos que trabajar bien durante todo el año, y hemos de trabajar por amor a Dios, para conformar nuestra voluntad con la voluntad divina y que nuestro trabajo nos sirva, no solo para conseguir un lucro temporal, sino para la mayor gloria de Dios.

Y que cada día del año nos levantemos con el pensamiento de trabajar unidos a las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús, ya que si lo hacemos así, seremos bienaventurados.

Procuremos en este año, trasportar nuestras fatigas, como trigo limpio y sazonado, a los graneros del cielo, y si lo hacemos así, nos habremos enriquecido para la eternidad.

En este año que comienza, hagamos una firme resolución de renovar todos los días y cada hora, a ser posible con más vigor, una acción gracias a Dios por todo lo recibido hasta ahora;  tanto los bienes espirituales y temporales.

Y sobre todo, hagamos una firme resolución de no olvidamos jamás de nuestros deberes de religión,  de piedad, y  del cuidado de nuestra alma, y no solamente estar pensando en este mundo y en los intereses materiales.

La Hora del dolor. El dolor es el compañero inseparable de la vida y del trabajo, y es, también, una consecuencia del pecado original.

Si nos toca experimentar algún dolor durante el año, eso no sería ninguna maravilla. Ya que, si queremos llegar al cielo, es preciso ir por el camino que Jesucristo anduvo. Es por eso que el Divino Maestro prometió a los que sufrirían con Él que con Él serían glorificados.

Procuremos llevar las cruces de este año, en unión con las que llevó Jesucristo Nuestro Señor en el camino del calvario, por lo mismo, lo que más nosdebe de importar es mirar las tribulaciones a la luz de la fe, considerándolas, no como una desgracia, sino como una ocasión para demostrar a Dios la grandeza y la fidelidad de nuestro amor, soportándolas en un unión de los designios y de los méritos de Jesús.

Con la aceptación de nuestros dolores y cruces, y el ofrecimiento de ellos a Dios Nuestro Señor, procuremos transformarlos en bellísimas piedras preciosas, que nos deben de llevar a una eternidad feliz, en donde será más bella nuestra corona en el cielo.

La hora de la Alegría. En este valle de lágrimas, también hay algún lugar para la alegría. Ya que si el hombre sabe usar bien de ella, puede ganar muchos méritos para el cielo.

Saboreemos en el Señor las alegrías que Él nos permita durante el año,y por que no decir con S. Pablo Gozaos, pero gozaos siempre en el Señor.

Ya que muchos no consideran esta frase apostólica “ en el Señor”, y sólo piensan en divertirse, y de tal manera lo hacen, y que con ello dan ocasión al demonio para precipitarles al abismo del pecado.

La hora de la oración. Si queremos trabajar y sufrir meritoriamente hemos de aprovecharnos de la gracia de Dios y acrecentarla en nosotros. Y el medio para conseguirlo es la oración.

Procuremos en este año, orar con más fervor que antes, y por lo mismo no debemos descuidar las oraciones de la mañana y de la noche, el rosario, y las otras oraciones del buen cristiano, y si lo logramos, habremos pasado un año feliz y meritorio. Y alegrémonos de ello, y demos gracias a Dios.

La hora de la tentación. Nos dice San Pedro, el diablo anda siempre alrededor como león rugiente buscando a quien devorar.

Consideremos, que la tentación no es ningún pecado, pero si lo es, si no se rechaza y se consiente.

Debemos por amor a Jesús, no buscar las tentaciones y evitar las ocasiones de pecado, y al contrario resistir a la tentación, y hacerlo con todas nuestra fuerzas.

Queda todavía otra hora, la de la muerte. Debemos prepararnos de la mejor manera para ella, para que sea para nosotros consoladora y meritoria, por tanto debemos aprovechar y santificar todas las horas de nuestra vida.

Procuremos pasar las 8760 horas del año nuevo, como se ha indicado, para que cuando Dios lo disponga, y nos llegue la última hora, la de nuestra muerte, pronto nos encontremos en el paraíso.

He aquí mis votos y deseos, para todos ustedes hermanos míos, que aunque son breves, pero abundan en sentimientos preciosos. Los cuales deposito en el altar de Jesús y de María, para que ellos los bendigan y les den valor.

Por último espero, que este año sea para todos, una corona de felicidad. Y que el buen Dios, permita que este año, nos traiga sucesos muy felices y nos llene de paciencia, de salud, de santidad, de gozo, de armonía. Para que todo suceda como dice S. Pablo: “Gratia vobis et pax a Deo” Que la gracia y la paz de Dios sea con vosotros.

¡Feliz Año 2013! Con Cariño les hago llegar mi bendición Episcopal.

Mons. Martin Davila Gandara