La Eucaristía es Dios con nosotros

La Eucaristía es Dios con nosotros
Mis delicias son estar con los hijos de los hombres” (Prov., VIII, 31)

Una particularidad del amor es desear estar siempre cerca de la persona amada, Jesús sabia que al subir El al Cielo, en su gloriosa Ascensión, habríamos quedado huérfanos en este mundo: no pudo resignarse a tanto: ya que su Corazón no supo resistir a esta separación, y en consecuencia obró la maravilla de las maravillas y nos dejó la prueba más estupenda de su amor.

Jesús presente en el Santísimo Sacramento.

El Evangelista S. Juan XIII, 1, nos refiere: “Y Jesús que había amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el extremo” o sea nos quiso amar hasta el extremo del amor, hasta el exceso, hasta lo más alto a que puede llegar el amor.

Por lo mismo exclamemos: ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! ¡Oh extremo sin limites! ¡Oh exceso sin confines! Como escribe un autor ascético.

1.- Preparativos de esta maravilla.

Se acerca la noche en la que Jesús debía cenar por última vez con sus Apóstoles: manda que le preparen una sala grande y bien adornada, siendo esta la única ocasión en que no quiso parecer pobre. Recordemos con devoción y sumo respeto lo que sucedió.

2.- Esta muy cerca la hora del Supremo Sacrificio.

Y Jesús se dispone a hacer su testamento y mientras sus enemigos se preparan para dar principio a la horrible tragedia que debía concluir con su vida mortal, El da al mundo la mayor prueba de amor.

3.- Institución del Misterio Eucarístico.

Después que hubo lavado los pies a sus Apóstoles, teniendo presente el alcance que su Iglesia daría a través de los siglos a las palabras que va a pronunciar.

Jesús toma el pan en sus santas y veneradas manos, levanta los ojos al Cielo, da gracias al Eterno Padre y sin titubeos, ni advertencias que puedan dar ocasión para alterar el sentido de sus palabras, con aquella palabra simple y omnipotente que saco el mundo de la nada, bendice el pan y lo da a los discípulos, diciendo:

Tomad y comed: Esto es mi Cuerpo”. Y tomando luego el cáliz, nuevamente da gracias, y lo pasa a los presentes, diciendo: “Tomad y bebed: Esta es la Sangre del Nuevo Testamento”.

4.- La obra de Dios más Maravillosa.

¡La maravilla de las maravillas está concluida! A la palabra de Cristo Dios, lo que tiene en sus manos ya no es signo, ni virtud, ni figura de su cuerpo, ni pan con el cuerpo, sino únicamente su Verdadero Cuerpo, el mismo que va a pasar a manos de los verdugos.

Exclamemos ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! ¡Oh abismo de amor! Cuánta verdad es que ¡un abismo llama a otro abismo!

5.- Testimonio de los enemigos de Cristo.

El mismo Lutero que, con su biblia es mano, pretendía acabar con el cristianismo, hallaba un obstáculo insuperable en estas cuatro palabras: “Esto es mi Cuerpo”. Quisiera escribe el desgraciado hombre, que hubiese alguno capaz de persuadirme que en la Eucaristía no hay mas que pan y vino: este tal me haría un grandísimo servicio: ¡Tan claro es el texto del Evangelio!

¿Y habrá quien dude de la presencia real de Jesús en la Eucaristía? No lo permita Dios!

La Eucaristía es Dios siempre con nosotros

Jesús da a Sus Apóstoles un grandísimo regalo, pero su Corazón no queda satisfecho. El tiene además otros muchos hijos: en su amor presiente que en el trascurso de los siglos los hombres sentirían la necesidad de un amigo, de un compañero, de un consolador, y ¿qué hace?

1.- Comunica a los Apóstoles el mismo poder.

Al concluir la ceremonia de la Institución de la Eucaristía, añade las palabras omnipotentes: “Haced ésto en recuerdo mío”, con las que Jesús quiso comunicar a los presentes el poder de renovar los misterios que El acababa de hacer.

Desde aquel momento los Apóstoles, y con ellos todos sus sucesores en el ministerio sacerdotal, quedaron autorizados para consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las apariencias de pan y vino.

2.- La Eucaristía es la prueba más tierna del Amor de Jesús.

¡Cuánta verdad es que el amor vive de excesos! A un exceso sucede otro mayor, y de este modo queda realizado el sueño de amor de Jesús: ¡de quedar siempre con nosotros! Jesús es el verdadero “Emanuel” que quiere decir: Dios con nosotros.

3.- La Eucaristía es Jesús prisionero en el Sagrario.

Esta ahí: Vivo, glorioso, triunfante como vive y reina en los cielos, porque en el sagrario están:

a) Aquel rostro divino en el que no cesan de complacerse los felices moradores de la gloria.

b) Aquellos ojos maravillosos, siempre llenos de ternura y de bondad, que con una sola mirada convertían los corazones más empedernidos.

c) Aquellos labios de los que salían palabras de vida eterna y de amor. Por lo mismo. Acerquémonos al Sagrario y oiremos también nosotros aquella dulce voz que nos dice: “Hijo mío, dame tu corazón” (Prov. XXIII, 26).

d) Aquellos santísimos pies que andaban de una parte a otra en donde hubiese una lágrima que secar, un corazón que consolar, un enfermo que sanar.

e) Aquellas manos divinas que repartían por doquier tesoros de gracias y de amor.

4.- La Eucaristía es Jesús que vive:

a) Una vida de amor, porque el amor, y sólo el amor, lo ha hecho prisionero de nuestros altares, en donde día tras día, año tras año, siglo tras siglo, permanece encerrado en aquella pequeña celda en la oscuridad, tanto en los tiempos fríos como en los calurosos.

b) Una vida de sacrificio: que no hay sacrificio mayor que el de haber renunciado a su libertad.

c) Una vida de aniquilamiento: “En la cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí se esconde también la humanidad”, como canta Santo Tomás de Aquino. ¡Pobres de nosotros y desgraciado este mundo si no estuviese siempre Jesús en el Sagrario “para interceder por nosotros”!

Por último: ¡Vayamos almas fieles, vayamos creyentes todos a contemplar y ponderar los excesos del amor de Jesús en nuestros altares!

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Jesús Creador del Amor” de R. P. Ernesto Rizzi, S. J.

Mons. Martin Davila Gandara