La necesidad de aliento e inspiración en el matrimonio

Ahora nos toca reflexionar sobre la necesidad de inspirar y alentar la esposa a su marido, y él a su consorte.

El Padre Leo J. Kinsella, escribió un excelente libro acerca de las causas de los pleitos y contiendas matrimoniales y también sobre sus posibles soluciones, titulado: “La Esposa deseada”.

Este sacerdote fue por mucho tiempo, juez del Tribunal Eclesiástico de Matrimonios en la Archidiócesis de Chicago. Durante aquellos años aprovechó la oportunidad que se le ofrecía de estudiar íntimamente los factores que con más frecuencia producían contiendas en millares de matrimonios.

En este libro el Rev. Padre declara: “No recuerdo ni un solo rompimiento matrimonial en donde la mujer fuese la principal culpable y, al mismo tiempo, hubiese sido un manantial de inspiración para su marido”.

El talento para saber alentar al marido es la mejor garantía para la ventura del enlace matrimonial. Sólo en lo casos en quela esposa sea incapaz de infundir aliento al marido, deberá temerse que fracase el amor y el matrimonio.

“Creedme”, señoras, reitera padre J. Kinsella, la inspiración y el (aliento) es su elixir de amor. Los hombres deambulan por un mundo de frialdad, buscando el calor de unos ojos que lo alienten, con el mismo afán del ciervo sediento por el claro manantial. Si no la hallan, son almas perdidas. Al descubrirlo exultan de alegría; hasta las peñas prorrumpen en himnos. Por lo tanto, sean amables señoras, para que los hombres no mueran de hambre y de sed. Infundid esperanzas y ánimo para que perseveren.

Una revista norteamericana ha adoptado la siguiente consigna: “No menosprecien el poder de una mujer”. En realidad, deben de tenerlo más presente las mujeres que los hombres, puesto que es de mayor necesidad para la esposas. La mayor parte de ellas subestiman demasiado su capacidad de inspirar a sus maridos.

Algunas, incluso, ignoran que poseen tal poder, mientras otras apenas si se dan cuenta. No obstante, el hecho es que en los matrimonios en que la esposa es fuente de inspiración, el esposo puede elevarse a alturas jamás soñadas. En cambio, si descuida su capacidad de infundir ánimo, puede arrastrarlo a terribles abismos.

Cada marido desea que la esposa le adelante un paso, guiándolo hacia arriba. La mujer no debe de descender nunca del nivel que su Creador, su sexo, e incluso su marido exigen que ocupe. Es ella quien debe mantener elevados los niveles espirituales de una familia. A pesar de todos los obstáculos, a ella le corresponde, por el ejemplo y por la oración, darle valor para perfeccionarse.

Es común que las esposas subestimen, no sólo su capacidad de inspiración, sino su obligación de velar por la espiritualidad de sus maridos. Una esposa que sepa ser modesta, pura y esté por encima de toda suspicacia, contribuye definitivamente a la fortaleza de su esposo y a su enriquecimiento espiritual.

Tampoco debe subestimar su capacidad para inspirar emocionalmente a su marido. Por naturaleza, los hombres se desaniman fácilmente. Sobre todo los que participan en el mundo de los negocios, tienen que librar verdaderos combates cada día.

Y cuando regresan al hogar a restaurar sus fuerzas después de una jornada deprimente en “la jungla de los negocios”, son sus esposas—únicamente ellas—son quienes pueden restañar sus heridas y renovar su valor. Una mujer se ha de desempeñar en convencer a su marido de que tiene fe él, que su aclamación lo acompaña en sus combates y que comparte sus heridas, derrotas y triunfos.

El infundir ánimos al marido para que se enfrente con valentía a la adversidad no es una tarea fácil. Algunas veces serán bien recibidas las palabras alentadoras y los consejos, y él se confiará plenamente en su mujer.

En otros casos puede estar muy preocupado, y se resiste a revelar sus fracasos. Acaso rechazará los esfuerzos para remontar su espíritu. Si la esposa insinúa que podrían hallarse mejores medios para resolver sus problemas, tal vez la acusará de querer entrometerse en sus asuntos.

Pero ella, si se toma en serio su deber de alentar al marido, escuchará pacientemente la repulsa. Sin olvidar que el objetivo fundamental de la inspiración es convencer al marido de que él posee mayores capacidades de lo que se figura y de que es mejor de lo que cree.

A través de los elogios los cuales suelen ser —una continua corriente de alabanzas, tanto directas como en formas sutiles—son el arsenal principal de una mujer que da alientos a su marido.

A este punto, algunas esposas podrán replicar que los hombres ya son bastante presumidos de por sí: “Sólo habla de cuán competente son. Sus virtudes son un tema favorito y dudo de que nos dejen decir una palabra, aunque sea para estar de acuerdo con ellos”.

Las mujeres que hacen comentarios de este tipo están revelando la causa de por qué sus maridos son tan presuntuosos—reciben tan pocos estímulos en su hogar que sienten la necesidad de reconfortar su ego recordándose constantemente a sí mismos, repitiendo a los demás, sus cualidades superiores.

El hombre que frecuentemente es cumplimentado por su talento no se siente inclinado a pavonearse ante su prójimo. Sólo cuando su mujer o los demás le escasean las muestras de consideración es cuando tiende a alabarse a sí mismo. Excepto en los casos patológicos en que en ninguna cantidad de encomios les bastan, por lo regular, el hombre normal reducirá el propio panegírico casi en proporción directa al incienso que su consorte queme en su honor.

Claro esta, que naturalmente, el dar ánimos, no sólo debe ser obligación de la esposa, sino también del marido a su mujer. Las esposas también necesitan del aplauso. En realidad, lo necesitan más que sus maridos.

Por lo mismo el hombre debe ser más considerado con su mujer, sobre deberes y problemas de la esposa referentes al hogar y a los niños, a lo largo de todo el día, y de la forma admirable como los cumple y resuelve.

Casi sin excepción, las mujeres jóvenes sienten la necesidad de una compañía adulta. Durante todo el día hablan a sus hijitos con palabras simples, sobre cuestiones sencillas. Por el contrario, el hombre que sale a sus negocios o trabajo pasa la jornada hablando con adultos y no se da cuenta de la soledad en que su esposa pasa los días.

El marido, raramente se percata de la mayor soledad que ella siente cuando, después de haber departido con los niños, usando únicamente monosílabos, mañana y tarde, se encuentra para postre con un cónyuge que no se preocupa de conversar con ella cuando están juntos.

Antes de continuar, es necesario que hagamos una pequeña pausa sobre todo para considerar una realidad en la sociedad actual, en donde es común, que no solo el marido trabaje sino también su mujer.

Seguro que ante esta situación, no faltarán mujeres que me cuestionen, ¿Cómo sería el aliento y la inspiración para la mujer que trabaja?

La respuesta es que tendrán ambos la obligación de alentarse y inspirarse, aunque que les va a costar mucho esfuerzo, debido a que se están violentando las naturales características que Dios ha puesto en la mujer.

Por el hecho, de que en el trabajo la mujer tendrá que tomar algunas características propias del hombre debido que en el trabajo debe luchar en forma desigual en un mundo masculinizado. Y esas luchas y competencias propias de algunos trabajos hacen que vaya perdiendo lo que es propio en la mujer como la ternura, la comprensión y el cariño que son cualidades naturales de una madre, ya que Dios le dio la custodia del amor y de los afectos en la familia.

Después de este paréntesis sigamos con la importancia que tiene la esposa de recibir animos y alientos de parte del marido.

También una mujer es capaz de descorazonarse. A veces, más que su marido. Es por eso, que necesita que le digan que sus hijos progresan maravillosamente y que su labor educativa es soberbia. El marido debería tener presente la idiosincrasia de la madre, que en este detalle, es muy parecida a la suya propia.

El marido debe de ¡Aprender a ofrecer una flor! Los casados, para reconfortarse mutuamente, deben aprender el arte de brindar un cumplido. Una fineza tan sencilla como ésta, por ejemplo: “¿Dónde has aprendido a condimentar tan bien este plato?”, iluminará con complacida sonrisa el rostro de la esposa y así, le servirá más menudo su plato favorito.

Una lisonja oportuna, tal como: “¡Mira qué guapo es tu padre!”, servirá más para evitar molestas negligencias que los comentarios más cáusticos. El resultado es que el curso de la vida matrimonial se deslizará más suavemente si él acierta a decir la palabra cortés y graciosa.

Los matrimonios que ya llevan mucho tiempo juntos, algunas veces dan por sentado que el cumplimentarse mutuamente ya no es propio de su tiempo. Llegan hasta el punto de confesar que no se reconocen cualidades que merezcan elogio.

Sin embargo, todo ser humano posee ciertas cualidades. Es fácil reconocer tales virtudes en su consorte porque, en primer término, fueron aquellas cualidades que las motivaron la atracción inicial. Por lo mismo, deben los esposos dedicar algún tiempo cada día a meditar sobre las buenas cualidades de su cónyuge. Si así, lo hacen, con ello llegarán al convencimiento de que merecen ambos más agradecimiento del que se conceden.

Además, deben de considerar que este aspecto positivo es un antídoto para contrarrestar una de las grandes fallas de los matrimonios modernos: “la comezón de compadecerse a sí mismos”. El apiadarse de un mismo es el recurso máximo de aquellos que se figuran que el mundo los ha tratado mal. Especialmente es común entre hombres y mujeres inclinados a rumiar los defectos de sus cónyuges y a no fiarse en sus virtudes.

Una advertencia final a las esposas. Si bien pueden y deben aceptar plenamente la obligación de ser fuente de entusiasmo y celo para sus esposos, para ello, deben trazar cuidadosamente la línea divisoria entre estimularlo en su crecimiento espiritual y emocional, o incitarlo únicamente al logro de éxitos materiales.

Lamentablemente, vivimos en un tiempo en que el éxito se mide por la casa mejor, el auto más lujoso y el vestirse a la moda o llevar puesta la ropa de marca. Pero el dinero nunca podrá sustituir al amor verdadero de un marido y de un padre.

La esposa que motiva a su marido para triunfar en los negocios en perjuicio de sacrificar los valores espirituales, es probable que más tarde se arrepienta amargamente, porque constante aguijoneo puede ser causa de que el marido ponga las metas materiales por encima de todas las demás.

Se podrá conceder que algunos maridos no necesitan que les impulsen para obsesionarse con sus aspiraciones materiales; en este caso, la esposa debe de esforzarse para que su esposo conozca que el enriquecimiento del espíritu es de una importancia incomparablemente mayor, que el aumento desmesurado del saldo favorable en la cuenta bancaria.

Por último, deben de reflexionar ambos consortes, que es más importante triunfar en el hogar, que en la sociedad.

Espero en Dios, que tanto marido y mujer puedan analizar y meditar, sobre la gran necesidad e importancia que tiene para su vida conyugal, en poner en práctica éstas tres columnas que dan la felicidad en el matrimonio.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “El Manual del Matrimonio Católico” del Rev. Padre George A. Kelly.

Mons. Martin Davila Gandara