“¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuenta de tu administración”
Esta Parábola se lee en el Evangelio de San Lucas XVI, 1 al 9. Y siendo el objeto principal de este símil la enseñanza que nos da Nuestro Señor de tres verdades importantes.
La primera, que los ricos del mundo no se deben de considerar como los verdaderos propietarios de sus bienes. Ciertamente lo son respecto a los demás hombres, a pesar de las teorías comunistas y socialistas, reprobadas por la verdadera teología y por la recta razón; pero no son, respecto a Dios, sino ecónomos, administradores o dispensadores. Por lo mismo no deben apagarse a esos bienes, sino usar bien de ello.
La segunda, que tendrán que dar cuenta algún día al Supremo Señor de la administración de esos bienes que Él les ha confiado. Por lo tanto, deben de estar siempre preparados para ese momento.
La tercera, que el mejor uso que pueden hacer de ellos es el de ayudar a los pobres, para que sean sus intercesores delante de Dios y, con sus oraciones, les abran las puertas del cielo. De donde se sigue para todos los ricos la necesidad de la beneficencia y de la limosna.
Esta parábola en el sentido literal y desde el punto de vista económico significa:
Primero, que la parábola enseña a los dueños a vigilar mejor sus negocios, y a los empleados o servidores de todos los grados a ser más fieles y concienzudos.
Segundo ¡Cuántos empleados, criados, intendentes, administradores, traicionan la confianza de sus patrones, de la cual abusan, ya para enriquecerse a expensas de ellos, ya para derrochar locamente en el juego, la embriaguez o la vida disoluta el dinero que les roban!
¡Cuán culpable es delante de Dios y delante de los hombres esta falta de honradez! Tal vez son hábiles para sustraerse a la justicia humana, pero no evitarán la justicia divina.
Antes de mostrar las obligaciones de los criados y empleados vamos a trascribir las obligaciones de los patrones.
DEBERES DE LOS PATRONES
En este asunto, es importante distinguir entre las obligaciones de justicia y de la caridad:
1) De justicia:
a) Pagar el justo salario a su debido tiempo. La defraudación del justo salario “es un gran crimen que clama venganza al cielo” (P. León XIII; cf. Sant., V, 4)
b) No tratar a los obreros como esclavos, sino como personas humanas, con todos los derechos inherentes a su condición de tales.
c) No oponerse al derecho de asociación de los obreros para defender sus legítimos derechos.
d) Respetar los deberes religiosos del obrero, facilitándoles los medios de poderlos cumplir con toda fidelidad: descanso dominical, ejercicios de piedad obligatorios, etc. No exponerle a la corrupción de costumbres en la propia fábrica o empresa (como permitir el escándalo, la blasfemia, etc.) ni estorbarle el que atienda a su familia y al cuidado del ahorrar.
e) No imponerles más trabajo del que corresponda a sus fuerzas, sexo y edad.
f) Observar fielmente las disposiciones legales que establecen los derechos de los obreros, obligatorias en conciencia y por justicia.
2) De Caridad:
a) Atender con especial interés a los obreros más necesitados, ejerciendo liberalmente con ellos el deber de la limosna en forma de donativos, rebaja de precios, etc., que le beneficien sin humillarle.
b) Escuchar sus peticiones y deseos razonables y atenderlos en lo posible. El obrero, en general, sabe ser agradecido, y, en todo caso, lo recompensará Dios.
c) Promover obras en beneficio de sus obreros (escuelas nocturnas, comedores ultra-baratos, etc.). El contento y bienestar de los obreros a nadie beneficia tanto como a sus patrones.
LOS DEBERES DE LOS CRIADOS O EMPLEADOS DOMÉSTICOS
1o. El respeto. Deben de ver a Dios en la figura o persona del patrón, y servirle con afecto; esto es debido a que toda autoridad viene del Señor. Por eso dice San Pedro en su primera Carta II, 18: “Los siervos estén con todo temor sujetos a su amos, no sólo a los bondadosos y afables, sino también a los rigorosos”.
2o. La obediencia. Deben ejecutar de una manera conveniente, las órdenes dadas por sus patrones, siendo éstas justas, sin tardanza, sin murmuración, en todo y en todas partes. Por eso dice San Pablo en Col., III, 22: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos según la carne, no sirviendo al ojo, como quien busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, por temor del Señor”.
3o. El servicio. Es un deber de justicia, por razón del compromiso adquirido. Su tiempo, su trabajo pertenece a sus patrones. Así como dice San Pablo en Efes., VI, 6: “No sirviendo al ojo, como buscando agradar al hombre, sino como siervos de Cristo, que cumplen de corazón la voluntad de Dios”.
4o. La fidelidad. Cualidad esencial, que consiste en mirar en todo los intereses de sus patrones, no haciéndoles jamás daño alguno ni permitiendo que se lo hagan, ya en sus bienes, ya en su reputación, ya en sus hijos. Así como dice San Pablo en Tito, II, 9-10: “Ni defraudándolos en nada, sino mostrándose fieles en todo”.
OBLIGACIONES DE LOS OBREROS
1) De Justicia:
a) Realizar con toda fidelidad y exactitud el trabajo libre y justamente contratado. El obrero que trabaja menos de lo que puede y debe quebranta, sin duda alguna, la justicia.
b) Obedecer al patrón o a sus mandatarios en lo tocante al trabajo. Cumpliendo los reglamentos de la empresa.
c) No perjudicar en modo alguno los intereses de la empresa (Ej., tratando con negligencia las máquinas o instrumentos de trabajo, estropeando las mercancías, derrochando inútilmente el material, comunicando secretos de fabricación, aceptando propinas en concepto de soborno, etc.). Por lo tanto está obligado el obrero en justicia a indemnizar los daños culpablemente ocasionados.
d) No recurrir jamás a la huelga—de la que suelen seguirse gravísimos males—a no ser en casos verdaderamente excepcionales, cuando no puedan hacer valer por otros cauces sus legítimos derechos, y guardando las debidas condiciones, entre las que destacan la ilegitimidad de la violencia y de cualquier acto de sabotaje (León XIII, Enc., Rerum novarum n. 31).
2) De caridad:
a) Respetar al patrón y manifestarle ese respeto como a legítimo superior, al que permanece ligado con vínculos casi familiares.
b) Prestar a sus compañeros de trabajo, de buena gana, los servicios que necesiten: auxilio en las necesidades, consejo en sus angustias, etc., y evitar cuidadosamente causarles el menor daño espiritual o corporal.
EN QUE PECAN ORDINARIAMENTE LOS TRABAJADORES
1) Faltando al respeto a sus patrones, despreciándolos etc. Los defectos de éstos no son una excusa que valga.
2) Rehusando obedecer y hacer lo que sus patrones mandan legítimamente; también pecan, faltando a los compromisos contraídos. En esto se peca contra la justicia.
3) Los pecados más frecuentes son los de infidelidad, que consisten en causar perjuicio a sus patrones, ya sea robando, ocultando o reservando para si alguna cosa, en cualquier forma que sea, ya dejando perder alguna cosa por culpa suya, ya derrochando, prodigando los bienes de su patrón o de la empresa contra la voluntad del mismo. Tenemos de ello un ejemplo en el mayordomo infiel del Evangelio.
CAUSAS ORDINARIAS DE ESTAS INFIDELIDADES
1) La codicia, que es el deseo desenfrenado de las riquezas, que hace que una persona quiera enriquecerse pronto, sin reparar en medios. Este vicio ahoga todo temor de Dios, todo amor del prójimo, todo sentimiento noble y honrado, todo remordimiento, toda vergüenza.
2) El orgullo, que hace que una persona quiera elevarse sobre su condición, y para lograrlo no le importa cómo conseguirlo, y sin ningún escrúpulo se podrá preguntar y contestar: ¿necesito dinero? Lo robo.
3) La ociosidad o la pereza, que hace que no se quiera trabajar para ganarse honradamente la vida; muchas de la veces de ahí nacen los robos e injusticias.
4) El ansia de los placeres culpables, el juego, la embriaguez, las mujeres, o sea una vida de libertinaje y de desórdenes, de donde regularmente provienen las injusticias de toda clase.
REMEDIOS PARA COMBATIR LA INFIDELIDAD
1) Practicar fielmente la religión, con el temor a Dios, y debido a que está en todas partes, la confesión con los demás sacramentos.
2) Corregir los propios defectos, con la mortificación de las malas pasiones.
3) Amar el trabajo, para ganarse honradamente la vida.
4) Si se ha causado al prójimo algún prejuicio, hay que esforzarse en repararlo cuanto sea posible. En esto hay que imitar a Zaqueo, que dio la mitad de sus bienes a los pobres y aquellos que por si al caso defraudó les devolvería el cuádruplo (Luc., XIX, 8). Ya que sin la restitución son inútiles todas la oraciones.
CONCLUSIONES:
Patrones, tengan cuidado de sus empleados. Escogedlos cuidadosamente, y jamás tomen a los que no tienen religión ni probidad; ya que si no tienen temor de Dios, va hacer muy difícil que sean fieles.
Trabajadores o empleados, es necesario que teman a Dios, que lo ve todo. Y ser fieles a sus patrones en todo. Deben también estar siempre dispuestos y preparados a dar cuenta a Dios mismo de todos sus actos. De este modo estarían preparados para oír: ¿Qué oigo de ti? Dame cuenta de tu administración. Y ojala puedan merecer escuchar estas dulces palabras: “Bien hecho siervo bueno y fiel”.
Por último, espero en Dios que tanto patrones como empleados puedan meditar y reflexionar sobre estos deberes, mismos que si son llevados a la práctica habrá siempre un buen ambiente de paz y tranquilidad laboral basados en la caridad y la justicia.
Para elaborar este escrito, nos auxiliamos de los libros: “Archivo Homilético” de J. Thiriet – P. Pezzali, y del Primer tomo, p. 541-542 de la “Teología Moral para Seglares” del Rev. Padre Antonio Royo Marín.