La Sagrada Familia: Modelo a seguir para la educación de los hijos

LOS DEBERES Y OBLIGACIONES DE LOS  PADRES PARA CON LOS HIJOS Y DE ÉSTOS PARA CON SUS PADRES
El Domingo primero después de la Epifanía la Santa Iglesia festeja la festividad de la Sagrada Familia, estando ésta constituida por  el Niño Jesús, la Santísima Virgen María y San José.
La Sagrada Familia es realmente el modelo a seguir por toda familia monogámica y principalmente por  la familia cristiana, sobre todo hoy que tan cruelmente ha sido atacada por todas partes, por el divorcio, por la concesión indiscriminada de anulaciones matrimoniales por la Iglesia Postconciliar, por el fomento y legalización de las antinaturales y escandalosas uniones homosexuales, por la supuesta educación laica, por la influencia nefasta de la TV y los medios de comunicación; todo esto bien orquestado por los enemigos de Dios.
Todos estos ataques que ha recibido la familia se ven reflejados en la crisis y situación actual y en la falta de valores de la sociedad moderna, ya que la base de toda sociedad es la familia y descomponiendo ésta se descompone a la sociedad.
Es por esto que hoy más que nunca cobran vigencia la vida y santos ejemplos que nos dieron la Sagrada Familia; Nos relata el evangelio de esta fiesta, la manera tan suave respetuosa y correcta de corrección que tuvo la Virgen María con el Niño Jesús cuando éste en un exceso de celo por la gloria de su Padre celestial se queda en Jerusalén ilustrando a los doctores de la ley judía en el templo y al encontrarlo después de tres días de búsqueda, la Virgen le reprocha y le corrige suavemente al mismo Hijo Dios: “Mira como tu padre y yo, llenos de aflicción, te hemos andado buscando (S. Lucas II, 48)
 
Ente los grandes deberes de los Padres y Madres hemos de señalar la obligación que tienen de educar cristianamente a sus Hijos, hacer que crezcan en el temor santo de Dios y que aprendan a practicar las virtudes cristianas. 
Obligación de dar buena educación a los hijos.
La buena educación es como la base de la sociedad y la fuerza moral de los pueblos:
1ero) TIENE QUE COMENZAR DESDE LOS MÁS TIERNOS AÑOS; a).-El niño es como la cera que cuando fresca recibe todas las formas. b).- hay que bautizar al niño cuanto antes: esta es la voluntad expresa de la Iglesia; es de graves peligros en dilatar el Bautismo y es también de funestas consecuencias el dejarlo por mucho tiempo en posesión del demonio. Hay que imponerle un nombre de un Santo… y ser muy cuidadoso en la selección  de los padrinos… c) Hay que hacerle hacer la 1ra. Comunión a la edad de 7 años, según las disposiciones de la Iglesia. Es preferible que Jesucristo tome posesión de su alma antes de que llegue a posesionarse de ella el demonio con la malicia y los malos hábitos…; d).- hay que enseñarle la doctrina; este deber corresponde ante todo a los Padres; pero si ellos por falta de tiempo o de habilidad , no lo pueden cumplir, tienen obligación grave de mandarlos a escuelas católicas o a los centros de catecismo  en las Iglesias. e).- Hay que acostumbrar al niño desde pequeño a huir del pecado, amar la virtud; hay que acostumbrarlo a rezar sus oraciones mañana y noche y que tenga gusto en ir a la Iglesia, sobre todo los Domingos para cumplir con el precepto dominical., f).- Hay que formar en él el hábito de las virtudes, acostumbrándole a ser piadoso, caritativo, condescendiente, compasivo y que tenga autodominio, etc.
2da.).- ESTA EDUCACIÓN DEBE SER  DILIGENTE Y VIGILANTE.- Los Padres tienen que vigilar sobre sus Hijos; saber siempre dónde se encuentran y cuales son sus compañeros; no hay que permitir que profieran palabras impropias, inconvenientes… No hay que permitirles nunca malas lecturas, ni que frecuenten lugares peligrosos y espectáculos que pudieran abrirles los ojos a la malicia. Es absolutamente necesario estudiar su temperamento y su carácter para educarle y enderezarle por el camino del bien y de la virtud.
3ro.).- LOS PADRES ESTAN OBLIGADOS A DAR A SUS HIJOS BUEN EJEMPLO. Los niños por naturaleza son imitadores y hacen lo que ven hacer a otros, especialmente si son sus mayores, ya sea bueno, ya sea malo. Se asemejan a la cera que fácilmente se acomoda al molde donde es derretida. Por esto mismo los Padres deben dar: a).- Buen ejemplo en la vida privada: Es cosa sabida que los hijos, desde pequeños, hacen lo que ven hacer a sus Padres, y aprenden su lenguaje y reproducen al vivo la vida y conducta de los que les dieron el ser. b).- Buen ejemplo en la vida pública; De nada servirán los buenos consejos, si los Padres no practican estas mismas virtudes. ¿Cómo podrán creer los hijos que hay obligación de oír Misa los Domingos, si ven que sus Padres no van a la Iglesia? ¿Cómo podrán entender que hay que respetar a los mayores y a las autoridades, si oyen continuas críticas y censuras de los que gobiernan y tal vez aun de los ministros del Señor?… c).- Buen ejemplo en la vida íntima de familia; ¿Cómo podrán ser virtuosos desde sus más tiernos años, si no presencian más que escándalos en el hogar paterno, pleitos continuos entre el Padre y la Madre, blasfemias, maldiciones, murmuraciones, conversaciones inmorales…? De ahí proviene la ruina de muchas almas, que el mundo se halle tan corrompido y de que haya tanta juventud desviada del buen camino. La falta de buen ejemplo en la casa paterna, es la causa para muchas almas de su ruina eterna; pero los Padres tendrán que dar cuenta a Dios por las pérdida de sus Hijos.
4to.).- TAMBIÉN ESTAN OBLIGADOS A CORREGIR A SUS HIJOS. En la corrección de los Hijos hay que evitar dos extremos: el de ser demasiado indulgentes y el ser demasiado duros; hay que saber llevar el término medio. Ambos sistemas son de funestas consecuencias para la juventud: a).- Lo es el de una indulgencia suma; Los que son demasiados blandos y permisivos en la corrección de los Hijos, que disimulan sus faltas y no saben dar a tiempo la corrección merecida, bien pronto experimentan los efectos desastrosos de su debilidad; y cuando quieren poner alto a los excesos y abusos de los Hijos, ya es demasiado tarde; les es imposible hacer valer su autoridad; es desoída su voz e inútiles cuantos medios se quieren emplear para reducir a los Hijos extraviados para que vuelvan al buen camino. b).- Lo es también el de un rigorismo extremado: porque acostumbra a los Hijos a ser toscos y bruscos en su trato; fácilmente pierden el cariño a sus Padres, de quienes no reciben más que golpes e improperios, y aun en ocasiones se alejan en temprana edad de la casa paterna.
 ¡QUÉ EJEMPLO TAN HERMOSO NOS OFRECE LA VIRGEN SANTÍSIMA! Sabía ella que el Niño Jesús era el Hijo de Dios, el Redentor del mundo, y con todo, cuando se quedo en el templo sin advertírselo, no deja de corregirlo…. ¿Por qué te has portado así con nosotros? …Es esta una queja y reprensión, pero amorosa; todas sus palabras son medidas, no sobra ni falta nada. Hace valer la autoridad de su Padre y suya y los motivos en que se funda su queja:…, “Tú padre y yo llenos de aflicción te hemos andado buscando”.
En este mismo Evangelio (cap. II, 51) de San Lucas; en la parte final del mismo se nos habla de cómo el Niño Jesús estaba sujeto a sus padres en todo, y que crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. ¡Siendo este bella lección, un ejemplo para lo niños y jóvenes de uno y otro sexo!.
Es por eso que ahora nos enfocaremos a escribir y reflexionar  sobre los graves deberes y obligaciones de los hijos para con sus padres.
Es importante recordar lo que nos dice el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: Honra a tu padre y madre para que tengas larga vida. consistiendo esta honra que es la primera obligación para con ellos. Los Hijos deben saber primero que sus padre y madre son imágenes y representa a Dios  en la tierra, el cual sea servido de ellos para darles el ser y conservárselos: de aquí nace que los Hijos debemos honrarlos siempre, aun cuando tuvieran grandes defectos. Por lo mismo los Hijos no deben juzgar a sus Padres sino Dios. Deben pues, estimar a sus padres en sus corazones, tener buena opinión de ellos, mirarlos como a sus superiores, reverenciarlos, respetar su autoridad; y ya que éstos no los pueden conocer en su interiores, están obligados a manifestarles con señales exteriores la honra y reverencia que le profesan, hablarles con respeto y humildad: hablar de ellos con estimación entre los demás, y jamás digan cosa alguna que pueda menospreciarlos. Para honrar a su padre y madre es necesario también tomar su consejo antes de hacer alguna cosa de importancia: como cuando se vayan a casar, emprender un viaje, o al hacer un negocio de consecuencia, siempre, siempre deben pedirles su parecer, y seguirlo.
Pecan contra esta obligación los hijos que no hacen caso de su padre o madre, que se burlan de sus consejos, que les dicen palabras injuriosas, que frecuentan las diversiones peligrosas y las malas compañías de los libertinos (Como los que dicen malas palabras, toman bebidas alcohólicas, fuman, se drogan, andan en pandillas, que no tienen temor y amor a Dios etc.). Deben de saber, que la impiedad de un hijo para con sus padres es tan abominable delante de Dios, que el Antiguo Testamento se le condenaba a muerte, no sólo si ponía la mano en su Padre o Madre, sino también si los maldecía, es decir, si les deseaba un mal: “Quien maldiga a su padre o madre morirá”(Éxodo X, 16) ¿No digamos si los maldecía? Con solo que fueran notablemente rebeldes y desobedientes incurrían en la misma pena. Veamos aquí las palabras del texto sagrado. Si un hombre tiene un hijo rebelde e indócil, que no escucha a su padre ni a su madre, y que después de haber sido castigado continúa en desobedecerles, lo prenderán y lo llevarán a los jueces de la ciudad, y les dirán: Este hijo nuestro es un rebelde e indócil, no hace caso de nuestras amonestaciones, y pasa todo el tiempo en comilonas y embriagueses: entonces todos los habitantes de la ciudad lo apedrearán, para que un hijo tan perverso sea exterminado de entre vosotros, y todo Israel tiemble oyendo este ejemplar.
La segunda obligación de los hijos para con sus padres es el amor; dice un autor antiguo que es una crueldad no amar al amigo, ¿no será una injusticia, una ingratitud una inhumanidad no amar al padre y madre que los han amado tanto tiempo y con tanta ternura? El amor que les han tenido no ha sido de palabra, sino efectivo: no se contenten, pues, con decir que los aman; hacer que este amor se vea por los hechos: por ejemplo, cuando estén muy fatigados por su ancianidad, tengan por un gran favor el admitirlos en sus casas, y asistirlos en todas sus necesidades;  esto será para ustedes un manantial de bendiciones: no paguen con una horrible ingratitud las muchas obligaciones que les deben. Pero ¿qué diremos ahora de aquellos hijos, que por su mala conducta causan grandes pesadumbres a sus padres, y que son el tormento de sus vidas, que, por ejemplo, afligen a su pobre madre, y la hacen derramar un torrente de amargas lágrimas? Oigan lo que dice el Espíritu Santo en el libro del Eclesiástico: No te olvides jamás de los gemidos de tu madre, acuérdate de lo que a sufrido por ti. En efecto, ¡qué males no padeció cuando te llevaba en su vientre, que disgustos, que desfallecimientos, que dolor y temores de morir al darte a luz! Cuando el Espíritu Santo quiere expresar un excesivo dolor, lo compara al que tu madre sufrió cuando te parió. ¡Qué malas noches! ¡qué de fatigas! ¡Cuántas veces interrumpiste su sueño! ¡cuántas dejó la comida por alimentarte, que de gritos e importunidades no le causaste en tu ausencia! ¿Y para agradecer tantos cuidados serias tú su verdugo, su cruz,  y les harías secar de dolor? En cuanto a tu pobre padre considera cuántos trabajos, solicitudes, viajes y penalidades ha sufrido para proveerte de alimentos, para tu educación, para adquirirte alguna buena posición, por  no dejarte  huérfano y desvalido. Sabes ciertamente que nunca podrás pagar como merecen la ternura y cariño que tu padre y madre te han tenido. La menor incomodidad tu ya los hacías enfermar: cuando tú estabas contento, no cabían ellos de gozo; cuando tú estabas triste, ellos se contristaban y afligían: ¿y después de tantas muestras de afecto como te han dado, no amarlos, no hacer todo lo posible porque estén contentos, no consolarlos, antes al contrario ocasionarles continuos dolores y tormentos, y llenar de amargura su avanzada edad? Esto es ser más crueles que los tigres, y más inhumanos que las bestias más feroces.
Pero si el deber y las estrechas obligaciones que tenemos para con nuestros Padres no nos causan la mínima impresión, a lo menos que nos muevan el dolor de nosotros mismo y a nuestro propio interés, a vista de las promesas que nos hace Dios en sus mandamientos: “Nos promete una larga vida si honramos a nuestro Padre y Madre”; por cuanto el que es agradecido a un beneficio merece que se le continúe y aumente. El que honra a su madre, dice el Sabio, se procura tantos bienes como si se encontrará un tesoro: el que honra a su padre recibirá contento de sus hijos. La bendición del padre establece, afirma y colma de prosperidades la casa de los hijos. Acordémonos de Cam, de quien habla S. Escritura que hizo burla de su padre, y sus hijos fueron malditos, su posteridad reprobada de Dios, y sus hijos fueron idólatras. Se ve todos los días que los que han sido ingratos con sus Padres son desgraciados en su posteridad; lo más regular es tener hijos rebeldes, disolutos y viciosos, que hacen con ellos lo mismo que ellos hicieron con sus Padres.
Pero volviendo a ustedes, padres y madres, si quieren que sus hijos los honren, los obedezcan y sean virtuosos, hay que darles buen ejemplo, hacer que vean que son verdaderos cristianos; háblenles frecuentemente de Dios, de los beneficios que les ha hecho, de su providencia sobre su familia, de los accidentes e infinitos males de que los ha perseverado; impriman en su espíritu las máximas del Cristianismo (Catolicismo); sobre todo hay que tener cuidado de escandalizarlos con sus palabras o con sus obras, y no muestren que aprecian más las grandezas y vanidades del mundo. Si los ven entregados a  los placeres y a la destemplanza en el comer y el beber, tomarán mal ejemplo de sus vicios; y esto es causa de que muchas veces los pecados se eternicen de familia en familia.  Si ven que sus hijos caen en algún desorden, imiten a Santa Mónica, que lloraba amargamente al ver a su hijo entregado todavía a la impureza, y pedía al Señor misericordia para él. Sientan vivamente la ofensa que hacen a Dios; sea esta su mayor aflicción, y orar y hacer penitencia por ellos: de este modo procurarán su conversión, y conseguirán hacerlos hijos de Dios, coherederos de Jesucristo, y sus asociados en la posesión del reino de los cielos. Que es lo que les deseo.  
Espero en Dios que todo lo que se ha escrito referente a los deberes de los padres y de los hijos los llenen de luz en este tiempo de tinieblas.
 
Mons. Martin Davila Gandara