La santificación de las fiestas

Durante esta instrucción vamos a considerar la obligación y la importancia del cumplimiento de este precepto. Y por lo mismo comencemos con las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que les hace a los fariseos, cuando le habían presentado un enfermo: ¿Si es lícito curar en sábado? (Luc., XIV, 3). Reparemos en este contraste. Los fariseos llevaban el respeto por el sábado hasta un rigorismo exagerado y ridículo, como si el hombre hubiera sido hecho para el sábado. Muchos  cristianos de hoy, por un laxismo no menos exagerado, apenas ponen atención en la santificación de las fiestas. Los judíos creían que todo estaba prohibido; y éstos últimos, creen que todo está permitido. Jesús quiso corregir el rigorismo farisaico. En cuanto a los segundos ¿Cómo hay que reformar su relajación?

Digamos algunas palabras sobre la obligación y la manera de santificar las fiestas.

I.OBLIGACIÓN DE SANTIFICAR LAS FIESTAS.

1).- Debemos a Dios, no solamente un culto interior, sino además un culto exterior y público. Todos los días son de Dios, y cada día debemos pensar en Él y adorarle. Pero, como los cuidados de la vida temporal nos distraen, Dios nuestro supremo Señor, quiso reservarse un día especial, que le fuese exclusivamente consagrado y en el cual quiso que le rindamos los homenajes que son debidos.

2).- En el Antiguo Testamento había elegido el sábado, dedicado a honrar su misterioso descanso después de los seis días de la creación, dedicado al recuerdo de los prodigios obrados en aquel día para la liberación de su pueblo de la esclavitud en que yacía. Y bendijo y santificó el sábado (Éxodo, XX, 8-10; Gén., II, 3).

3).- En la ley de gracia. Los Apóstoles, con la autoridad de Dios, sustituyeron el domingo al sábado, en memoria de los inmemorables portentos y maravillas de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés en el Cenáculo.

4).- Entre los judíos, además del sábado, había también algunas fiestas de obligación.

También la Iglesia ha establecido algunas fiestas, que se deben santificar lo mismo que el domingo.

5).- El descanso y la santificación del domingo obligan gravemente, por ser formal y absoluto el mandamiento de Dios. Pero, además, se puede decir que es necesario el descanso festivo: a).- Para el  bien del cuerpo, que tiene necesidad de moderar su actividad y sucumbiría a un trabajo incesante, no interrumpido; b).- Para bien del alma, a fin de que pueda ocuparse más especialmente en su salvación y en sus intereses eternos.

6).- Profanar, pues, la fiesta es hacerse culpable: a).- Para con Dios, quien se desprecia y se insulta; b).- Para con el prójimo, al que se escandaliza; c).- Para con uno mismo, pues con la violación del día del Señor agota sus fuerzas y atrae sobre sí la maldición divina.

II. OBRAS PROHIBIDAS EN LOS DÍAS DE FIESTA.

1).-Está expresamente prohibido hacer obras serviciales, es decir, obras que ocupan principalmente el cuerpo, por ejemplo, todos los trabajos manuales, coser, tejer, lavar, planchar, trabajar la tierra, la madera, el hierro, etc… En la antigua ley era castigada con la muerte: “Todo aquel que hiciera estas obras en este día, morirá (Éx., XXXI, 15). En la nueva Ley, aunque menos severa, continúa vigente la misma prohibición; pero, lamentablemente, ¡cuántos cristianos hay que la quebrantan! Pero, ¿ a qué se atribuyen tantos azotes, hambres, epidemias, accidentes, sino a esta deplorable profanación?

2).- Quien profana la fiesta peca. Es pecado grave cuando se trabaja dos o tres horas, ya seguidas, ya en varias veces. los patrones que hacen trabajar a sus empleados son tan culpables como si trabajasen ellos mismos.

3).- También están prohibido en este día los actos judiciales y los diversos géneros de tráfico público. Está permitido escribir, estudiar, enseñar, viajar, vender, comprar y preparar los alimentos necesarios par el día, con tal de que, no obstante, no se falte a la asistencia de la Misa.

4).- Sin embargo, hay algunas circunstancias en que están permitidas las obras serviles: a).-Por razón de piedad para con Dios: así, barrer la iglesia, preparar y adornar los altares; b).-Para ejercitar la caridad para con el prójimo, como servir y cuidar a los enfermos enterrar a los muertos;c).- Cuando existe una necesidad real: por ej., recoger una cosecha, hacer un trabajo que no se puede aplazar sin un grave perjuicio; hacer ciertos servicios públicos, impedir una pérdida inminente, verbigracia, apagar un incendio, conjurar un naufragio, etc. En los casos dudosos debe recurrirse al párroco.

5).- En general, se puede decir que trabajar en día festivo bajo pretexto de pobreza es falta de fe en la Providencia y atrae la maldición de Dios. El trabajo en días de fiesta jamás enriqueció a nadie. Busquemos siempre el reino de Dios, que lo demás se nos dará por añadidura.

6).-¿En que se han convertido nuestras fiestas? Se han convertido en días de pecado. “Se peca menos—dice S. Agustín—trabajando la tierra en los días festivos, que entregándose a la crápula y los placeres”.

III. LO QUE ESTÁ MANDADO EN LOS DÍAS FESTIVOS.

Para santificar la fiesta, no basta abstenerse de obras prohibidas, sino que es preciso dedicarse a la piedad y a la religión: “Acuérdate de santificar el día del sábado” (para los cristianos o católicos el domingo como ya se explicó arriba) He aquí el fin esencial del precepto; abstenerse de las obras serviles no es más que un medio.

1).-La obra principal y esencial, la sola positiva expresa y absolutamente mandada, bajo pena de pecado grave, a menos de excusa o de dispensa legítima, es la asistencia a la Santa Misa. No hay obra más divina y, por consiguiente, más agradable a Dios, más saludable para nosotros. Dios, por la voz de su Iglesia, nos impone con el precepto más formal esta asistencia.

2).- Las causas que excusan de asistir a la santa Misa son: a).-Impotencia física: enfermedad, falta de libertad; b).-Impotencia moral: temor de un grave inconveniente o de un grave perjuicio, gran dificultad, distancia demasiado considerable de la iglesia; c).-La caridad: cuidar enfermos o niños pequeños, etc.

3).- Para observar este precepto es preciso: a).-Estar moralmente presente en la Misa, ver u oír; b).-Tener intención de asistir a ella sin pensar en el precepto; c).-Estar con la atención y el respeto conveniente, adorando; d).-Oír la Misa entera; sería culpa grave faltar a una parte notable.

4).- Conviene asistir a la Misa parroquial, ya por razones de edificación, ya para oír los avisos y consejos, ya para orar en común con toda la parroquia y atraer así y los suyos más gracias y bendiciones.

5).- El domingo pertenece íntegra y exclusivamente al Señor. No basta, pues, para cumplir con el fin del precepto, la asistencia a la Misa. Es preciso, además, añadir ciertas obras piadosas, como: a).-La confesión y la comunión, conforme al deseo de la Iglesia b).-La asistencia a otras oraciones públicas, como la exposición de Santísimo Sacramento; c).- La asistencia a las instrucciones catequísticas; d).- La visita al Santísimo Sacramento; e).- Haciendo obras de misericordia espirituales, como enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir con caridad al yerra, perdonar la injurias, consolar al triste, Sufrir con paciencia las flaquezas o defectos del prójimo, rogar a Dios por vivos y muertos; y las obras de misericordia corporales como visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo, enterrar a los muertos, todo esto según las ocasiones y según los medios de cada uno.

Por último, meditemos bien esta verdad; apliquémonos a santificar el día del Señor, porque si lo observamos como dice Isaías LVIII, 13, “tendremos las delicias en el Señor”. Dios nos colmará de toda suerte de bendiciones sobre la tierra y nos dará la paz y la felicidad eterna, de la que es figura el descanso dominical.

Mons. Martin Davila Gandara