Excelencias del Santo Rosario (Parte I)

 Con este escrito,  damos continuidad a lo escrito en la festividad de Nuestra Señora del Santo Rosario, por lo mismo, vamos a seguir mostrando algunas  maravillas y portentos del Salterio Angélico o Salterio de María que es el Santo Rosario.

Decía San Luis María Grignion de Montfort: No es posible expresar cuánto más estima la Santísima Virgen el Rosario que las otras devociones, y cuán magnifica se muestra al recompensar a los que se esfuerzan por predicarlo, establecerlo y cultivarlo; y, por el contrario, cuán terrible es contra los que quieren oponerse a él.

Nada tomó Santo Domingo tan a pecho, durante su vida, como el alabar a la Santísima Virgen, predicar sus grandezas y animar a todo el mundo a honrarla por medio de su Rosario. Esta poderosa Reina del cielo no cesó tampoco de derramar sobre este Santo, bendiciones a manos llenas; coronó sus trabajos con mil prodigios y milagros; nada pidió él a Dios que no obtuviera por la intercesión de la Santísima Virgen; y para colmo de favores lo hizo salir victorioso de la herejía de los albigenses y lo hizo padre y patriarca de una gran Orden Religiosa, cual es la Orden de los Predicadores.

¿Qué se dirá del Beato Alano de la Roche, renovador de esta devoción? Ya que la Santísima Virgen lo honró muchas veces con su visita, para enseñarle los medios de que debía valerse para conseguir su salvación, y llegar a ser buen sacerdote, perfecto religioso e imitador de Jesucristo. Durante las tentaciones y horribles persecuciones de los demonios –que lo reducían a una extrema tristeza y casi a la desesperación— Ella la Virgen lo consolaba y con su dulce presencia disipaba todas esas nubes y todas esas tinieblas. Ella le enseñó el modo de rezar el Rosario, sus excelencias y sus frutos.

El Abad Tritemio, el docto Cartagena, el sabio Martín Navarro y otros, hablan del Beato Alano elogiosamente.

 Después de haber atraído a la Cofradía del Rosario más de cien mil personas, murió el Beato en Zunolle, en Flandes, el 8 de Septiembre de 1475.

El demonio envidioso de los grandes frutos que el Beato Tomás de San Juan –célebre  predicador del Santo Rosario—obtenía mediante esta práctica, por permisión de Dios, lo redujo con sus malos tratos a una larga y molesta enfermedad de la que lo desahuciaron los médicos. Una noche de la que creía morir infaliblemente, se le apareció el demonio en espantosa figura; pero él, elevando devotamente los ojos y el corazón hacia una imagen de la Santísima Virgen que estaba junto a su lecho, gritó con todas sus fuerzas: “¡Ayúdame, socórreme, dulcísima Madre mía!”. Apenas hubo acabado estas palabras, la Santísima Virgen le tendió una mano desde la imagen y le tocó el brazo diciendo. “No temas, hijo mío Tomás, vengo a ayudarte; levántate y continúa predicando la devoción de mi Rosario como lo comenzaste a hacer. Yo te defenderé contra todos tus enemigos”. Al escuchar,  estas palabras de la Santísima Virgen  el demonio huyó. Se levantó el enfermo en perfecta salud, dio gracias a su buena Madre con un torrente de lágrimas y continuó predicando el Rosario con éxito maravilloso.

La Santísima Virgen no sólo favorece a los predicadores del Rosario, también recompensa gloriosamente a los que, con el ejemplo, atraen a los demás a esta devoción.

Esto fue lo que le sucedió a Alfonso, rey de León y de Galicia, deseando que todos sus domésticos honrasen a la Santísima Virgen con el Rosario, tuvo la idea –para animarlos a ello con su ejemplo—, de  llevar un gran rosario visiblemente a su costado, aunque sin rezarlo, con lo cual indujo a todas las personas de su corte a que lo rezaran devotamente.

Cayó el rey gravemente enfermo y, cuando se le creía ya muerto, fue arrebatado en espíritu al tribunal del juicio del Señor.

Y permitió Dios, que allí viera a los demonios que lo acusaban de todos los crímenes que había cometido. Estando ya el Juez a punto de condenarlo a las penas eternas, se presentó la Santísima Virgen para abogar en su favor. Se trajo una balanza. Se pusieron todos los pecados del rey en uno de los platillos, y la Santísima Virgen puso en el otro el voluminoso rosario que él había llevado en su honor, agregando los Rosarios que había hecho rezar a los demás con su ejemplo: este platillo peso más que el de todos sus pecados. Después, mirándole la Virgen con ojos indulgentes, le dijo: “He obtenido de mi Hijo, como recompensa del pequeño servicio me has hecho llevando el rosario, la prolongación de tu vida por algunos años. Empléalos bien y haz penitencia”. Vuelto el rey en sí de este arrobamiento, exclamó: “¡Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen, por el que fui librado de la condenación eterna!”. Después que recobró la salud, pasó el resto de su vida cultivando la devoción del Santo Rosario y rezándolo todos los días.

Que los devotos de la Santísima Virgen procuren ganar el mayor número posible de fieles para el rezo del Santo Rosario, y a ejemplo de estos Santos y de este rey; conseguirán aquí en la tierra su protección y amparo, y en el cielo la vida eterna. En cumplimiento de las palabras de la Santísima Virgen, en el Libro del Eclesiástico XXIV, 31: “Los que me den a conocer tendrán la vida eterna”.

A pesar de lo expuesto, todavía se han encontrado y a un se encuentran “espíritus rebeldes” que injustamente quieren impedir la promoción y el rezo del Santo Rosario y el progreso de su Cofradía, exponiéndose con ello, a los más terribles castigos con que Dios ha penado a muchos infelices que lo han despreciado y quisieron destruirlo.

Aunque la devoción del Santo Rosario haya sido autorizada por el cielo con muchos prodigios y haya sido aprobada por la Iglesia mediante varias bulas de los Papas, con todo, ha habido muchos libertinos, impíos y personas que se han resistido aun en nuestros días   a esta devoción, tratando de desacreditar el Rosario y su Cofradía, o por lo menos alejar de ella a los fieles. Es fácil darse cuenta que sus lenguas están infectadas con el veneno del infierno, y que son impulsados por el espíritu maligno; porque nadie puede desaprobar la devoción del Santo Rosario sin condenar lo más piadoso que hay en la religión católica, a saber, la Oración dominical (o Padrenuestro), la Salutación angélica (o Avemaría), los misterios de la vida, de la muerte y de la gloria de Jesucristo y su Santísima Madre.

Esos “espíritus rebeldes”, que no pueden sufrir que se rece el Rosario, caen muy seguido, sin darse cuenta, en el sentir reprobado de los herejes, que tienen horror a la corona y al Rosario.

Aborrecer el Rosario y su Cofradía es alejarse de Dios y de la verdadera piedad, puesto que Jesucristo nos asegura que Él se halla en medio de los que se reúnen en su nombre. No es es buen católico el que desprecia tantas y tan grandes indulgencias como la Iglesia concede a las cofradías del Santo Rosario. En fin, disuadir a los fieles de que pertenezcan a esta Cofradía, es ser enemigo de la salvación de las almas, pues por  el rezo del rosario, abandonan el camino del pecado para abrazar la piedad.

Es por eso que ha dicho con toda razón San Buenaventura (en su Salterio) que morirá en pecado y se condenará quien haya despreciado a la Santísima Virgen, ahora ¿qué castigos deben esperar aquellos que apartan a los otros de la devociones de la Santísima Madre de Dios?.

MILAGROS OBTENIDOS POR EL ROSARIO

Cuando Santo Domingo predicaba esta devoción en Carcasona (Francia), un hereje ponía en ridículo los milagros y los quince misterios del Rosario impidiendo, así, la conversión de  los herejes. Dios, para castigar a este impío, permitió que quince mil demonios entrasen en su cuerpo.

 Sus parientes lo condujeron a Santo Domingo, para que lo librara de los espíritus malignos. El Santo se puso en oración y exhortó a todos los que le acompañaban a rezar con él en alta voz el Rosario; y he aquí que a cada Avemaría, la  Santísima Virgen hacía salir cien demonios del cuerpo de ese hereje en forma de carbones encendidos.

Después de haberlo librado, el hereje abjuró de sus errores, se convirtió y se hizo inscribir en la Cofradía del Rosario con varios otros herejes que dejaron la herejía, que se conmovieron por este castigo y por la virtud del Rosario.

El Franciscano, el Docto Cartagena, con varios autores, refiere que en el año 1482, cuando el venerable padre Santiago Sprenger y sus religiosos trabajaban con gran celo para restablecer la devoción y la Cofradía del Santo Rosario en la ciudad de Colonia (Alemania), dos  famosos predicadores –envidiosos de los grandes frutos que aquéllos obtenían mediante la práctica del Santo Rosario—trataban de desacreditarla en sus sermones, y como tenían talento y gozaban de gran crédito, disuadieron a muchas personas de rezar el rosario e inscribirse en la Cofradía.

Uno de estos predicadores, para mejor lograr su pernicioso designio, preparó un sermón expresamente y lo destinó para un día domingo. Cuando llegó el momento del sermón, el predicador no apareció; se le esperó y se le buscó; finalmente, lo encontraron muerto si haber podido recibir auxilio de nadie.

El otro predicador, persuadido de que este accidente era natural, resolvió suplirlo para combatir el rezo del Rosario y anular la Cofradía. Cuando llegó el día y momento del sermón, Dios castigó a este predicador con una parálisis que le quitó el movimiento y la palabra. Reconoció entonces su falta y la de su compañero, y recurrió en su corazón a la Santísima Virgen prometiéndole predicar por todas partes el Rosario con tanta fuerza como lo había combatido, y le rogó le devolviera para esto su salud y la palabra.

 Se lo concedió la Santísima Virgen y, sintiéndose repentinamente curado, se levantó –como otro Saulo—convertido de perseguidor en defensor del Santo Rosario. Hizo pública reparación de su falta y predicó con mucho celo y elocuencia la excelencia del Santo Rosario.

A aun con todo lo dicho y expuesto, no dudó que por ahí, hay todavía “espíritus rebeldes” y críticos en estos tiempos, que pongan en duda, estas maravillas y portentos del Santo Rosario, aunque estos milagros, sólo se hayan transcrito  de muy buenos autores contemporáneos, y, en parte del libro escrito por el R. P. Antonio Thomas, de la Orden de los predicadores de Santo Domingo, titulado “El Rosario Místico”.

Para ello, hay que considerar, que  la caridad cree fácilmente todo lo que no es contrario a la fe ni a las malas costumbres; así como lo dice San Pablo a los Corintios XIII, 7: “La Caridad todo lo cree”, así también el orgullo, inclina a negar casi toda historia bien comprobada, bajo pretexto de que no está en la Sagrada Escritura.

Esta es la trampa de Satanás, en la que han caído los herejes tantos protestantes y modernistas que niegan la Tradición y en la que insensiblemente caen los críticos de hoy no creyendo lo que no comprenden o no les agrada, sin otra razón que el orgullo y la suficiencia de su propio parecer.

Por último espero en Dios, que la lectura y la reflexión de estas maravillas y portentos, muevan nuestra voluntad, para tener más amor y estima a Nuestra Madre la Santísima Virgen María, y que este amor engendre en nosotros la devoción del rezo del Santo Rosario todos días.

En otros escritos vamos a seguir mostrando, mas maravillas y portentos del Santo Rosario.

Para la elaboración de  este escrito, en gran parte, he utilizado el libro: “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario” de San Luis María Grignion de Montfort.

Mons. Martin Davila Gandara