Los enemigos del alma

“Y cayo en poder de los ladrones” (Lc., X, 30) “Apártate de tus enemigos” (Ecl., VI, 13)

Triste debió ser, sin duda, la situación del hombre de que nos habla hoy la parábola del buen Samaritano. Nos dice que, bajando un hombre desde Jerusalén a Jericó, cayó en manos de los ladrones, que le despojaron de todo, le cubrieron de heridas, y se fueron.

Aquí vemos una figura de lo que es el hombre que se deja vencer por los enemigos del alma. Por lo mismo vamos a procurar conocerlos más a fondo para guardarnos de ellos.

PROPONGAMONOS ESTAR BIEN PREVENIDOS CONTRA LOS ENEMIGOS DE NUESTRA ALMA, Y COMBATIRLOS CON MEDIOS EFICACES.

LOS ENEMIGOS DE NUESTRA ALMA

Todos sabemos muy bien cuántos y cuáles son los enemigos de nuestra alma, pero no estará por demás que los conozcamos a fondo, para que veamos la necesidad de hallarnos prevenidos.

1. El Mundo. – Este es el conjunto de hombres que no se dirigen en sus actos por las leyes del Evangelio, ni aun de la razón, sino por sus antojos y pasiones. El mundo es un enemigo que con su halagos y disimulos nos seduce; con sus respetos humanos y su corriente nos arrastra; con su máximas y costumbres nos tiraniza.

2. El Demonio. – Es el ángel rebelde que precipitado al infierno. Él es el atizador del mundo; es un enemigo poderoso contra los que no se cuidan y pertrechan bien en la oración; es sangriento, pues no se contenta con menos que con la muerte del alma de sus víctimas, es incansable, pues no duerme, y siempre anda rodeando la presa.

3.- La Carne. – Este enemigo es el más temido, porque nos atrae con sus blanduras y comodidades; nos cautiva con sus múltiples y variados lazos, de modo que es difícil salir, y nos acompaña y sigue a todas partes sin cesar. ¡Oh a cuántos derriba!

MEDIOS PARA VENCER A LOS ENEMIGOS NUESTRA ALMA

Únicamente nuestra Religión santa nos da los medios eficaces para los vencerlos.

1. Nos da la espada de la oración. – Con ésta se derriban todos los enemigos, como David contra Goliat: “Tu vienes a mí con la espada, y yo vengo en el nombre del Señor” (Reyes XVII, 45).

2. El báculo de la mortificación. – Con la cruz fueron vencidos todos los enemigos de Cristo. Crucifiquemos pues nuestras pasiones.

3. El escudo de la protección. – En Jesucristo, en María y en los santos hallamos escudo protector.

4. Con la frecuencia de los sacramentos.

Por último. Confiemos en el Señor, que nos librará de nuestros enemigos: “Levántate Señor, y ayúdanos” (Salmo 62)

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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