BELLEZAS Y FRUTOS MARAVILLOSOS DEL AVE MARIA
Ahora es importante que nos adentremos y meditemos en las bellezas y frutos de la Salutación Angélica o (Ave María), para que por medio de ello, nos extasiemos en las maravillas y portentos de este saludo de inspiración divina que tuvo el Arcángel San Gabriel, cuando le manifestó a la Santísima Virgen María que sería la Madre del Altísimo.
Para ello vamos a recordar, las consideraciones a este respecto que hizo San Luis María Grignion de Montfort, en su hermoso libro “El secreto admirable del Santo Rosario”.
BELLEZAS DE LA SALUTACIÓN ANGÉLICA
Dice este Santo que Aunque nada haya tan grande como la Majestad Divina, ni nada tan miserable como el hombre, considerado como pecador, con todo Dios Nuestro Señor no desdeña nuestros homenajes, y se le honra cuando cantamos sus alabanzas.
Siendo el Saludo del ángel o (Ave maría), uno de los cánticos más hermosos que podemos dirigir a la gloria del Altísimo; y con ello recordamos al Rey David, que se dirige al Señor, en el Salmo 143, 9, diciendo “Canticum novum cantabo tibi” (Te Cantaré un cántico nuevo). Ya que este es cántico nuevo, que David predijo se cantaría a la venida del Mesías, es el Ave María del Arcángel Gabriel.
Hay un cántico antiguo y un cántico nuevo. El antiguo es el que los israelitas cantaron en agradecimiento de la creación, de la conservación, de la liberación de su cautividad, del pasaje del mar Rojo, del maná y de todos los otros favores recibidos del cielo. El cántico nuevo es el que los cristianos cantan en acción de gracias por la Encarnación y Redención del Hijo de Dios, Jesucristo.
Como estos prodigios se realizaron por el Ave María, nosotros repetimos este mismo Saludo para agradecer a la Santísima Trinidad sus inestimables beneficios.
Por medio de este Saludo Angélico alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo, que nos dio su único Hijo para que fuera nuestro Salvador. Y bendecimos al Hijo, el Verbo Divino porque descendió del cielo a la tierra, y porque se hizo hombre y nos redimió. Y glorificamos al Espíritu Santo, porque formó en el seno de la Santísima Virgen, de una manera milagrosa, el cuerpo purísimo de Jesús, que fue la víctima de nuestros pecados.
Con este espíritu de agradecimiento debemos rezar el Ave María, haciendo actos de fe, de esperanza, de amor y de acción de gracias por el beneficio de nuestra Salvación.
Aunque este cántico nuevo se dirige directamente a la Madre de Dios y contiene sus elogios, es, con todo, más glorioso para la Santísima Trinidad, porque todo el honor que rendimos a la Santísima Virgen vuelve a Dios, como a la Causa de todas sus perfecciones y todas sus virtudes.
Dios Padre es glorificado, porque honramos la más perfecta de sus creaturas, que es María Santísima. El hijo es glorificado, porque alabamos a su purísima Madre. El Espíritu Santo es glorificado, porque admiramos las gracias de que colmó a la Santísima Virgen.
Así como a María Santísima—mediante su hermoso cántico, el Magníficat—reenvió a Dios las alabanzas y las bendiciones que le tributó su prima Santa Isabel, siendo estas relativas a su eminente dignidad de Madre del Señor, así también reenvía Ella prontamente a Dios los elogios y bendiciones que nosotros le tributamos mediante el Ave María o Salutación Angélica. (Tratado de la verdadera devoción, n. 148 y 225)
Si el Ave María da gloria a la Santísima Trinidad, es también la alabanza más perfecta que podemos dirigir a Santísima Virgen.
Santa Mectildis, deseando saber por qué medio podría dar testimonio, de mejor ternura de su devoción a la Madre de Dios, fue arrebatada en espíritu; y mientras pensaba en ello, se le apareció la Santísima Virgen llevando sobre su pecho la Salutación Angélica escrita en letras de oro, y le dijo: “sabe, hija mía, que nadie puede honrarme con saludo más agradable que aquel que me envió” (por medio del ángel) la adorabilísima Trinidad, y mediante el cual me ha elevado a la dignidad de Madre de Dios.
Por la palabra Ave—que es el nombre de Eva—supe que Dios, por su omnipotencia, me había preservado de todo pecado y de las miserias a que estuvo sujeta la primera mujer.
El nombre de María—que significa Señora de luz—indica que Dios me ha llenado de sabiduría y de luz, como astro brillante, para iluminar el cielo y la tierra.
Las palabras: Llena eres de gracia, significan que el Espíritu Santo me ha colmado de tantas gracias que puedo hacer que participen de ellas abundantemente los que las pidan por mi mediación.
Diciendo: El Señor es contigo, se me recuerda el inefable gozo que sentí cuando el Verbo Eterno se encarnó en mi seno.
Cuando se me dice: Bendita tú eres entre todas las mujeres, alabo a la divina misericordia que me elevó a tan alto grado de felicidad.
A estas palabras: “Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo el cielo se regocija conmigo de ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado a los hombres” (Revelaciones de S. Mectildis, cap., XLII, pág., 131)
FRUTOS MARAVILLOSOS DEL AVEMARÍA
Entre las cosas admirables que la Santísima Virgen ha revelado al Beato Alano de la Roche (escritas en el libro Tratado de la verdadera devoción, n. 250), dice San Luis María, que este Beato ha confirmado sus revelaciones con juramento, entre ellas son tres las más notables:
—La primera, que es una señal probable y próxima de condenación eterna, tener aversión, tibieza y negligencia por la Salutación Angélica que ha reparado el mundo;
—La segunda, que los que tienen devoción al Ave María, llevan una grandísima señal de predestinación;
—La tercera, que los que han recibido del cielo la gracia de amar a la Santísima Virgen y de servirla por amor, deben extremar su cuidado para continuar amándola y sirviéndola hasta que Ella los haga colocar por su Hijo en el cielo, en el grado de gloria conforme a sus méritos (B. Alano, c. XI, p. 2).
Dice San Luis María, todos los herejes (los que niegan o ponen en duda un dogma o verdad revelada por Dios en las Sagradas Escrituras y enseñada por la Iglesia, como por ej., negar la divinidad de Jesucristo o negar la virginidad de la Santísima Virgen) que son todos hijos del diablo y llevan las señales evidentes de la reprobación, tienen horror al Avemaría; todavía aprenden el Padrenuestro pero no el Avemaría; preferirían llevar sobre sí una serpiente antes que un rosario.
Entre los católicos, los que llevan la señal de la reprobación o condenación, son los que no se preocupan de rezar el Rosario, o son negligentes en rezarlo o lo rezan con tibieza y a toda prisa. Aunque no tuviese yo fe piadosa, dice San Luis María, como en lo revelado al Beato Alano de la Roche, me bastaría mi experiencia para estar persuadido de esta terrible y, a la vez, dulce verdad.
No sé, ni veo cómo puede suceder que una devoción tan pequeña en apariencia sea señal infalible de salvación eterna y en su defecto señal de reprobación, pero con todo, esto es verdadero (Tratado de la verdadera devoción, n. 251).
Prosigue el santo, nosotros vemos, además, que la gente que profesa las nuevas doctrinas de nuestros días, condenadas por la Iglesia (lo que el santo dice de los jansenistas de su tiempo, podríamos aplicarlo, sin cambiar nada, a los herejes modernistas y malos cristianos de nuestros días), con toda su aparente piedad descuidan grandemente la devoción del Rosario y a menudo la quitan del espíritu y del corazón de aquellos y aquellas que les rodean, con los más hermosos pretextos del mundo. Cuídense muy bien de condenar abiertamente—como hacen los calvinistas—el Rosario o el escapulario; pero su manera de proceder es tanto más perniciosa cuanto más fina.
El Avemaría, el Rosario o corona, son la oración y más segura piedra de toque para distinguir a los que son conducidos por el Espíritu de Dios de los que están ilusionados por el espíritu maligno, continua San Luis María, he conocido almas que parecían volar como águilas, hasta las nubes, por su sublime contemplación y que, sin embargo, eran desgraciadamente engañadas por el demonio; y sólo he descubierto sus ilusiones por el Avemaría y el Rosario, que rechazaban por considerarlos inferiores a sus contemplaciones.
El Avemaría es un rocío celestial y divino que, cayendo en el alma de un predestinado, le comunica una admirable fecundidad para producir toda clase de virtudes, y cuanto más regada está el alma con esta oración, más se ilumina su espíritu y se abrasa su corazón, y más se fortifica contra todos sus enemigos (Tratado de la verdadera devoción, n. 249-253).
El Avemaría es un dardo penetrante e inflamado que siendo unido por un predicador a la palabra de Dios que él anuncia, le da fuerza para atravesar, conmover y convertir los corazones más endurecidos, aunque no posea mucho talento natural para la predicación.
Continua el santo, esta fue el arma secreta que la SantísimaVirgen enseñó a Santo Domingo y al Beato Alano para convertir a los herejes y a los pecadores.
De ahí proviene la práctica de los predicadores de rezar un Avemaría al comienzo de sus predicaciones, como asegura San Antonino.
Hasta aquí, estas hermosas explicaciones de San Luis María Grignion de Montfort.
Por último espero en Dios, que la meditación y reflexión de estas hermosas y bellas explicaciones del Avemaría o Salutación Angélica, engendren en todo buen católico dignos frutos de salvación eterna.
Y que por lo mismo nunca debe de olvidar todo buen cristiano, el rezo todos los días de al menos un tercio o cinco misterios del Santo Rosario, atenta, humilde y devotamente.
Para la elaboración de este escrito, en gran parte, he utilizado el libro: “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario” de San Luis María Grignion de Montfort.