Los motivos que tenemos para honrar a María y muy especialmente a la Virgen de Guadalupe

Comencemos este escrito con la pregunta ¿Por qué los católicos honran a María? En primer lugar, debe entenderse bien que los católicos no adoran a María, sino que la veneran de una manera muy especial; esto es debido a que la adoración es exclusiva a Dios y a Cristo porque también es Dios ; la reverencia y honor tributada a la Virgen María es muy superior a la que la Iglesia tributa a sus santos.

Los motivos qué tenemos los católicos para honrar y amar a María, puede decirse que son tres; a saber su divina maternidad, su virginidad perpetua, y su Inmaculada concepción. Antes que todo, María es la Madre de Jesús, el Hijo de Dios: Ella fue escogida de entre todas las mujeres del universo por la inteligencia infinita para recibir este honor único y esta singular distinción.

Ahora bien, es un principio, que abunda e ilustra en la Sagrada Escritura, que cuando Dios elige a una persona para una misión especial, siempre derrama sobre esa persona las gracias y virtudes necesarias para el debido cumplimiento de tal misión. Cuando Moisés fue escogido por Dios para caudillo del pueblo hebreo, Moisés titubeó en aceptar el cargo, a causa de su “tartamudez”. Pero el Señor lo animo prometiéndole todas la cosas necesarias para el desempeño de su misión. “Yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar” (Éxodo, IV, 12).

Así también el profeta Jeremías fue santificado desde el vientre de su madre a causa de que iba a ser el heraldo de la verdad para el pueblo de Israel. S. Juan Bautista fue lleno del Espíritu Santo antes de nacer, a fin de que fuese la encendida y brillante luz que iluminase el camino del Mesías. Para que pudiese cumplir debidamente con su cometido, los Apóstoles fueron dotados del don de lenguas y otros poderes. Según el dicho de San Pablo: “Y Dios es el que nos ha hecho idóneos para ser ministros del Nuevo Testamento” (II, Cor., III, 6).

A pesar de la importancia que tuvieron distintos personajes en el desarrollo del gran drama de nuestra redención, con todo, su papel es insignificante en comparación con el desempeñado por María. Porque a ella le fue concedida las más sublime, las más sagrada, la más íntima relación con Jesús que jamás se halla otorgado a ser humano alguno: la relación de madre e hijo. Para el perfecto cumplimiento de esa sublime misión, Dios la colmó de sus gracias inefables y maravillas. Por eso es que ella sobrepasa con grande preeminencia sobre todos los Santos del cielo, como las más hermosa, la más bella, y la más digna de nuestro amor y devoción.

LA MADRE DE DIOS

Para entender mejor esta verdad, es muy importante considerar lo que hemos expuesto sobre la divinidad de Cristo que: Jesucristo es, a la vez, real y verdaderamente Dios y hombre. Su persona, aunque única, reúne dos naturalezas completas: la divina del Verbo, igual al Padre y al Espíritu Santo, y la del hombre nacida de la Virgen María. Esta naturaleza humana se compone de cuerpo y alma perfectísimos, si, pero finitos, como todo lo que es creado. Sin embargo, esta naturaleza humana, gracias a su unión hipostática con el Verbo y al pertenecer a la persona de un Dios, es, en sí misma, adorable. Por eso todo es adorable en el Hombre-Dios, su naturaleza humana y su naturaleza divina, su cuerpo y su alma. Por eso también todas la acciones y sufrimientos de este Hombre-Dios tienen valor infinito y divino.

Por esta causa, la Santísima Virgen María, aunque simple criatura, es llamada con justo título Madre de Dios. Claro es que esta Virgen bendita e inmaculada no ha engendrado a la naturaleza divina, pero sí que ha dado a luz un hijo que es Dios.

Tampoco la madre de un soberano produce la dignidad real, y, sin embargo, la mujer que es madre del rey tiene derecho, en el reino, a honores especiales, así María, Madre de Dios, tiene derecho en el mundo a un culto excepcional. Este culto no es de adoración, pues adorar a una criatura sería sacrilegio, sino aquel culto especial llamado de hiperdulía, es decir, un servicio y una veneración preeminente. Pero no basta venerar a María; hay que amarla por su bondad y su amabilidad; amarla porque ha aceptado el cargo de cooperar, con su divino Hijo, a la redención del genero humano, y amarla, en fin, porque su Hijo, al morir, nos la ha legado por madre y por protectora, gracias a su intercesión poderosísima.

SU VIRGINIDAD PERPETUA

La segunda prerrogativa de María, que nos da un motivo más para nuestra devoción, es su virginidad perpetua. Aunque Madre de Jesús permaneció, sin embargo, siempre virgen.

Porque el niño que nació de ella, fue concebido por obra del Espíritu Santo. Así San Mateo refiere que el ángel enviado por Dios le dijo a José: “no tengas recelo en recibir a María tu esposa (en tu casa), porque lo que se ha engendrado en su vientre, es obra del Espíritu Santo” (Mat., I, 20). Asimismo San Lucas da testimonio de su virginidad perpetua: “envió Dios al ángel Gabriel… a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José” (Luc., I, 26-27). Así es que ella sola, de todas las hijas de los hombres, reunió en sí las dos glorias de la maternidad y virginidad.

LA INMACULAD CONCEPCIÓN

La tercera prerrogativa de la Santísima Virgen es su Inmaculada Concepción. No sólo permaneció libre de la más ligera mancha de pecado actual, sino que, por un singular milagro de la divina gracia, se conservó también libre del pecado original, con el cual vienen a este mundo todos los hijos de Adán. Porque era inminentemente apropiado que aquella que estaba destinada a ser Madre de Cristo y a darle carne de su carne y sangre de su sangre, no fuese tocada ni por la más ligera sombra de la culpa de Adán. A ella sola, entre todas las de su raza, le fue concedida tan singular inmunidad. Debemos notar que la Inmaculada Concepción no se refiere a la milagrosa concepción de Cristo en el vientre de la Virgen Madre sin la intervención de un padre humano, como imaginan muchos no católicos, sino a la concepción de María en el vientre de su madre Santa Ana sin macha de pecado original.

El 8 de Dic., de 1854 el Papa, Pío IX, proclamo el dogma de la Inmaculada Concepción como doctrina revelada por Dios y que a todos obliga a creerla como dogma de fe.

EL ARGUMENTO QUE UTILIZÓ DE DUN SCOTTO, POR EL CUAL PROVO QUE MARÍA FUE CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL.

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? Todos respondieron: sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? Todos respondieron: Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace. Lo hace.

Entonces Scotto exclamó: luego: 1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada. O sea sin mancha de pecado original. 2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha: 3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

Todos aplaudieron y aceptaron este verdad.

Dicen que este argumento o prueba se le ocurrió al sabio Scotto, al pasar por frente de una imagen de la Virgen y decirle: “Oh María Sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti” (Dignare me laudare te: Virgo Sacrata).

Aparte enteramente de estas tres pruebas, sus tres prerrogativas, existe todavía otra razón más poderosa para que honremos y amemos a María. Esa razón es que Jesucristo la honró y la amó como a su Madre. De los 33 años que Nuestro Señor vivió en la tierra, 30 los pasó en la más estrecha e íntima asociación con María. En efecto, casi todo lo que sabemos de esos primeros 30 años de su vida, lo resumió el Evangelista en este versículo: “Y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. Entretanto, crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lucas, II, 51-52).

Jesús no sólo obedecía los mandatos de María, sino que se anticipaba a todos sus deseos. La amaba con toda la ternura y devoción apasionada del más cálido y bondadoso corazón filial. Y sin embargo, ese pequeño Infante,es ni más ni menos que la eterna y todopoderosa Deidad; es el infinito creador de todo el universo; es el mismo Ser infinito y omnisciente que sacó al universo del abismo de la nada. Si el Verbo encarnado, Jesucristo mismo, humilló su cabeza en obediencia, y amó y reverenció a su Madre; ¿podremos nosotros, miserables hijos de Eva, hacer otra cosa que seguir el ejemplo del Maestro y dar a María el humilde tributo de nuestra reverencia y nuestro amor?

Historia de la fiesta de la Virgen de Guadalupe

Aunque las diferentes advocaciones dela Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:

• Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.

• Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.

• Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.

Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo.

La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor.

En el Nican Mopohua se puede encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, pero aquí presentamos un resumen de la misma:

Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: “Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?”. Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.

La Señora le dijo: “Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes”.

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: “Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: “Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo”.

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.

El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.

• En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.

• El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.

• En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.

• En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América.

Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.

Oración a la Virgen de Guadalupe

Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.

Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.

Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,

pues es tu lengua patena de amor y santidad.

Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.

Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.

Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.

Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear

y ésta será mi dicha por toda la eternidad.

Amén.

Por último alabemos y regocijémonos en el Señor que así quiso engrandecer a la que había de ser su Madre y nuestra Madre Nuestra Señora de Guadalupe.

Parte de esta información se ha sacado de la fuente Catholic.net; del libro “la Iglesia Católica por Rev. Padre Juan A. O´Brien; y del Curso de Apologética Cristiana de P. G. Devivier, S.J.

Mons. Martin Davila Gandara