Mensaje de año nuevo – 2011

A todos los católicos, a mis feligreses, a mis lectores, y a todo los hombre de buena voluntad, les saludo al comienzo de este nuevo año. Deseo de todo corazón una bendición de Dios para ustedes y para toda sus familias.

Les felicito a todos por el año nuevo que comenzamos, que sea una oportunidad especial para renovarnos, elaborando proyectos que nos ayuden a alcanzar las más altas aspiraciones y que respondan al hombre de hoy que habita un mundo necesitado de paz, de luz, de conversión, de entrega, de solidaridad, de hacer realidad los dones y gracias al servicio de Dios y del prójimo.

Un nuevo año que nos abre el horizonte ampliamente para cumplir todos nuestros anhelos, y que significa una oportunidad para hacer mejor lo que hicimos en el año que ha terminado y realizar mejores proyectos.

Además del año nuevo celebramos en este día la Circuncisión del Señor y también el sagrado nombre de Jesús que le pusieron al Redentor en esta ceremonia. Es importante considerar que este nombre no fue inventado por los hombres, sino bajado del cielo por ministerio de un ángel. Este nombre de Jesús es nombre divino, que sólo Dios pudo imponer al Salvador del mundo.

Para hacer más fructífero este mensaje es necesario que hagamos una serie de reflexiones:

Primero reflexionemos sobre FIN Y PRINCIPIO DEL AÑO:

¿Qué ha sido para nosotros el año que acaba de terminar?

1.- Por parte de Dios, este año ha sido para nosotros una serie no interrumpida de beneficios en el orden de la naturaleza y de la gracia. Él nos ha conservado la vida y la salud en medio de innumerables peligros, en los cuales muchos otros han perecido. Él, como nuestro Padre amoroso nos ha cuidado de manera especial en todas nuestras necesidades: nada nos ha faltado ni para el sustento, ni para el vestido. Con paternal cuidado ha velado por nuestra alma, apartando de nosotros las tentaciones en las cuales hubiéramos caído por nuestra debilidad, y nos ha sostenido con su gracias extraordinarias en los momentos difíciles. Recordemos. Repasemos en nuestra memoria los medios de santificación que ha puesto en nuestras manos: sacramentos, lecturas, pláticas, retiros, meditación, exámenes de conciencia, etc,. ¡Con cuánta razón podrá decirnos el Señor: ¿He podido hacer algo más por ti?. Por mismo debemos agradecer, alabar y bendecir al Señor!.

2.- Por nuestra parte, ¿qué ha sido este año? ¿hemos correspondido a los beneficios divinos? ¿hemos sido fieles a los propósitos que nos hicimos a principio del año? ¿cómo hemos cumplido nuestros deberes para con Dios, con el prójimo y para con nosotros mismos?. Si encontramos haberle faltado al Señor, avergosémonos y humillémonos en la presencia de Dios; y pidamos perdón y enmendémonos.

SOBRE LA ENTRADA DEL AÑO NUEVO

1.- Un año más que me concede Dios de vida…, un nuevo beneficio, una nueva gracia, o mejor, una nueva serie de gracias que el Señor se dispone a concedernos. Otra vez Dios me protegerá con su providencia. Otra vez me dará los medios necesarios y sobreabundantes para salvarnos y santificarnos.

¿Qué exige esto de nosotros? ¿Qué deberemos ofrecerle y darle al Señor por tanto beneficio?

2.- El año nuevo es un nuevo plazo de prórroga que nos da el Señor antes de venir a pedirnos cuenta de los gracias y talentos que nos ha dado.

3.- El año nuevo es también un año más que tenemos para satisfacer por medio de la penitencia todas nuestros pecados y culpas pasadas e infidelidades presentes. ¿Qué no daría un condenado por año, por un día, por una hora de vida, para satisfacer por sus culpas y merecer el perdón?… Si dios concediera un año de vida a una de las almas que están en el Purgatorio, ¿qué no haría por librarse de aquellas penas y arribar al cielo?… Y nosotros, ¿dejaremos pasar en vano el nuevo plazo de vida que Dios nos da?.

¡AÑO NUEVO! ¿Qué nos enseña?

Dos cosa nos enseña el año que acaba de empezar: Primera, lo vano e ilusorio de la vida, y segunda, lo breve y fugaz de nuestra existencia.

1.- Efectivamente: ya no existe aquel año al que hace apenas doce meses saludábamos sonriendo con el dictado de año nuevo… Ahora es otro año nuevo, condenado como todos a dejar de serlo también dentro de breve plazo para ceder su puesto a otro de tan fugaz existencia como él… hace más de sesenta siglos que viene sucediendo lo mismo, año por año; y decimos: ¡Cómo pasan los años!… He aquí la gran ilusión de nuestra vida, tan llena de ellas. Pero lo cierto y verdadero es que No pasan los años. Quienes pasamos, y muy de prisa, somos los hombres. Sucede con esto como con el ferrocarril. En su carrera ve pasar delante de sí montes y valles, casas y personas, mientras él permanece quieto. De creer a lo que los ojos ven, diríase que son los objetos los que pasan delante de nosotros; y no son ellos los que pasan, sino nosotros los que pasamos delante de ellos, arrastrados por el tren, que através de túneles y valles nos lleva al término del viaje.

No pasan, pues, los días, ni vuela el tiempo, ni hay año nuevo ni viejo. Lo que en realidad hay es una porción de viajeros que se forjan la ilusión eterna de ver desfilar todo ante sus ojos, cuando son ellos y sus vidas las que en tropel ruedan por la rápida pendiente de la existencia, cuyo término final es… la muerte. Término de viaje que, por añadidura, no sabemos si esta cerca o lejos…

2.- Lo que si sabemos es que la vida, por muy larga que sea, pasa con una rapidez vertiginosa. Parece que fue ayer cuando celebramos la entrada del año que acaba de pasar… parece; pero en realidad ha pasado un año… y así pasarán los demás. ¡Cómo se os va de entre las manos el tiempo!… Cincuenta, sesenta años, luego que pasaron parecen un momento… así es. La vida, nos dice la Escritura, es como sombra que huye, como flor que apenas nacida se marchita…

De los miles de millones de hombres que comenzaron, como nosotros, el año que acaba de pasar, más de cincuenta millones se han quedado en el camino, sin llegar al fin de él… Ya están en sus sepulcros, comidos de gusanos… Todo lo de acá acabó ya para ellos… apenas hay ya quien los recuerde… ¡Esto es la vida!… Vana, breve, fugaz…

¿Qué hacer? Comprar con ella lo que no se muere, lo que no pasa… Dios, el cielo, la eternidad feliz… Así nos lo aconseja S. Pablo: “Mientras tenemos tiempo, obremos el bien”. Sea nuestra última resolución: Año nuevo, vida nueva.

Sigamos reflexionando:

Pensemos que el año nuevo es una oportunidad más para transformar la vida, el hogar, el trabajo en algo distinto. «Queramos algo diferente, comencemos bien; así será más fácil seguir bien y terminar bien. Quizá el año pasado no fue nuestro mejor año, pero, ahora confiemos que éste va a ser distinto, queramos que así sea; pensemos en este deseo, en este propósito.

Gracias a Dios tenemos otra oportunidad que no debemos de desperdiciar, porque la vida es demasiado breve».

¿Quién será capaz de decir?: “Desde hoy, desde este primer día, todo será distinto” En mi hogar me voy a arrancar ese egoísmo que tantos males provoca; voy a sacrificarme y respetar más a mi cónyuge y a mi familia; seré mejor padre o madre. Seré también distinto en mi trabajo, no porque vaya a cambiar de trabajo, sino de humor. En él incluso voy a desempolvar mi fe, esa fe arrumbada y llena de polvo; voy a poner un poco más de oración, de cielo azul, de aire puro en mi jornada diaria. Ya me harté de vivir como he vivido, de ser egoísta, tracalero, injusto. Otro estilo de vida, otra forma de ser. ¿Por qué no intentarlo?”

Por último y para dar fin a este mensaje es necesario considerar el sufrimiento que ha experimentado nuestra ciudad y país y por mismo ya merecen las paz, la cual hemos estado pidiendo desde el ejercicio de las Cuarentas Horas con Jesús Sacramentado a finales de Octubre del año pasado, y desde entonces hemos estado invitando a todos a redoblar esfuerzos para que con decidido empeño “trabajemos por la Paz”. Que este año nuevo sea un año de más oración y nuevamente sigamos reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos, purifiquemos la propia vida y pacifiquémonos a nosotros mismos, como una exigencia de la tarea permanente que todos asumimos de trabajar por la Paz.

Que el Rey de la Paz nos ayude a lograrla en nuestras ciudades, y en cada uno de los rincones de nuestro país.

Que María, Madre de Dios, nos lleve a Jesús y nos ayude a construir la Paz en nuestra tierra. Que nuestra Señora nos siga acompañando y alentando, para que la luz del Evangelio siga arraigando profundamente en nuestros corazones.

¡Feliz Año 2011! Con Cariño les hago llegar mi bendición.

Mons. Martin Davila Gandara