SOBRE LA OPINIÓN MORALMENTE ERRÓNEA Y NO JUSTIFICABLE DE LA CITA DE BENEDICTO XVI DE PERMITIR LOS PRESERVATIVOS.
Ya hemos escrito anteriormente, que se puede favorecer el pecado de diferentes modos ya instituyendo o favoreciendo leyes inicuas y antinaturales como las aberrantes uniones gay o despenalizando el aborto o simplemente como hace la Iglesia Post-conciliar siendo demasiado laxos con la introducción del factor psicológico en las anulaciones matrimoniales y con eso causando daños catastróficos al sacramento del matrimonio y ahora con esta opinión moralmente errónea de Benedicto XVI, sobre la permisión del preservativo en ciertas circunstancias como dice en el libro entrevista de Peter Seewald “Luz de Mundo”.
Esta opinión si la diera un libre pensador o político de izquierda o los lideres de los grupúsculos de la perspectiva del genero en cierto modo sonaría como algo congruente por sus ideas y modos de pensar; pero que lo diga el representante de la Iglesia post-conciliar y aun más contradiciendo la misma doctrina de la moral tradicional de la Iglesia y aun de la moral post-conciliar, ya que esta opinión errónea de B. XVI nos esta llevando a que se acreciente mas el hedonismo y antinaturalismo imperante en estos tiempos y resultando con ello, una todavía mayor destrucción de los verdaderos valores y principios cristianos hoy tan ferozmente atacados por las fuerzas del mal. Con esta opinión es como decirle al prostituto homosexual o prostituta y a todo mundo ya nada es pecado y antinatural, ya se te permite el placer por el placer; y todo es permitido con el fundamento que nos da la justificación universal incondicional tan bien enseñada por el Vaticano II en la constitución Nostra Aetate, La redemptor Hominis y la fides et ratio de Juan Pablo II, que nos dice que el hombre es salvo por la muerte de Cristo en la Cruz y ya no necesita por este mismo hecho ni fe ni obras para salvarse; según esta doctrina todos estamos ya en el cielo después de la muerte, entonces para que preocuparnos y ocuparnos del alma y de ofender a Dios de todos modos dirá B. XVI ya todos somos santos y tenemos asegurada la gloria; esta oponión refleja simplemente la primacia de la salud del cuerpo en perjuicio del alma y con ello contrariando las palabras de vida eterna de Jesucristo las cuales dijo para que tuvieramos temor de la justicia Divina “No temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma: temed antes al que puede arrojar el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. X, 28).
La moral católica siempre nos ha enseñado: Que en todos, los eventuales casos en los que se pretende “admitir”, “aceptar”, “fundamentar”, “tolerar” o “legitimar” el uso del preservativo, son gravemente desordenados. No tan sólo: todos son contrarios a la naturaleza humana, ya sea por sí mismos o a causa del uso del dichoso látex. Pero he aquí lo más terrible que vemos y a lo que nos estamos refiriendo, por extendidas que estén, es a las espantosas perversiones del fin humano, a una degradación por debajo de lo animal y, lo que es más grave, a lacerantes ofensas al corazón de Dios que resultan en la muerte del alma.
AHORA, NO HABLAREMOS DE LO QUE NO DICE. NI ESPECULAREMOS MAS ALLA DE LA FRASE REAL. CON LO QUE DICE BASTA Y SOBRA SOBRE ESTA ERRÓNEA OPINIÓN DE B. XVI.
LA FRASE ORIGINAL DICE:
Puede haber casos singulares justificados, por ejemplo cuando una prostituta (prostituto en el original alemán) utiliza un profiláctico, y esto puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia del hecho de que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el modo auténtico y propio para vencer las infecciones del HIV. Es realmente necesaria una humanización de la sexualidad.
Haremos ALGUNAS REFLEXIONES de esto: 1) B. XVI Habla de casos singulares justificados: Eso quiere decir que el caso de la prostituta o prostituto no es el único caso. Si es lícita la pregunta: ¿Qué pasará con las otras enfermedades venéreas? ¿Estarán justificadas también? El marido que se va con una prostituta y se contagia de una gonorrea, para no infectar a la esposa ¿puede recurrir al uso del preservativo?
¿Y con el problema eugenésico? Los matrimonios perjudicados por una descendencia con problemas genéticos y que no mantienen trato marital, ¿estarían justificados de usar preservativo para fomentar el “amor mutuo”? Y la pregunta del millón: ¿No será mejor el uso del condón para que no existan tantos abortos? Podrá su uso ser moralizante en ese caso también como lo dice B. XVI…
2) Sigue B. XVI. El uso del preservativo identificado como un paso hacia la moralización, es un primer acto de Moralización y de responsabilidad… ¡Con el cliente! O con la prostituta/o O consigo misma/o. Es decir respecto al prójimo y a sí mismo. ¿Y sobre la ofensa a Dios? y La frase de Nuestro Señor Jesucristo “buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”. (Mt. VI, 25-33) ¿Donde queda? ¿Porque en las opiniones morales B. XVI es Primero el hombre y su dignidad?… ¿Y no Dios?. O ¿Porqué busca que prevalezcan los derechos humanos sobre el derecho Divino?.
3) Vale decir como dijo un Obispo Argentino Mons. Laguna: “Si van a pecar, pequen bien… usen preservativo”
4) ¿El preservativo representa un acto responsable y hasta incipientemente moralizante?… como dice B. XVI.
Con o sin preservativo irse con las prostitutas es un pecado mortal. Y con esto se está alejado de Dios. Y encima se esta negando la natura al acto mujer-hombre a través del preservativo ¿esto será responsable y camino a ser moralizante? Como dice B. XVI.
En fin… Benedicto XVI siempre nos sorprende… desgraciadamente para mal.
Para seguir demostrando lo erróneo de esta opinión, extracto un estupendo artículo publicado en el blog el Brigante. Com, titulado “Una Opinión Moralmente Errónea de B. XVI”.
El libro entrevista de Peter Seewald a Benedicto XVI se puso a la venta el 23 de Nov. Ya se puede leer lo que realmente dice sobre el uso del preservativo sin necesidad de especular sobre la maldad de los medios de comunicación. Una vez más ha vuelto a suceder. En medio de la equivocidad habitual de las enseñanzas post-conciliares, de vez en cuando, nos topamos con alguna afirmación que se resiste a ser forzada hacia los cánones de la doctrina tradicional. He aquí una primera consideración, tras la lectura del texto impreso.
La cosa es bastante más sencilla de lo que se ha querido ver. Los casos a los que se refiere B XVI al hablar del uso del condón son, todos ellos, gravemente inmorales, todos pecados mortales en sí mismos, todos contra natura.
El texto menciona, con vaguedad, el uso del artefacto, por ejemplo, en los actos venéreos y venales, sin especificar si con personas de diferente o del mismo sexo. Los últimos son actos contra natura y que claman al cielo por sí mismos, y por eso mismo, formalmente inhábiles para la procreación.
En ellos, la razón de corrupción no es el impedimento del fin procreativo, pues no son actos de sexualidad propiamente humana. No han faltado “exégetas” que afirman que, al no tratarse de actos aptos para la generación, en ellos el uso del condón es lícito si con ello se obtiene la evitación de un mal físico. El problema es que ignoran, quienes así se expresan, que la abominable gravedad de estos actos proviene del impedimento del fin de la misma naturaleza humana y por eso mismo, ningún factor reductivo puede rebajar la gravedad del acto, aunque se le puede, eso sí añadir malicia.
Como enseña Santo Tomás de Aquino, Doctor Común de la Iglesia, Suma Teológica II-II Q.154, si se impide la generación de la prole, se da el vicio contra la naturaleza, como en todo acto venéreo del que no puede seguirse la generación. No observar el modo natural de realizar el coito, como cuando se hace con un instrumento no debido, es más grave que la fornicación simple.
Ahora bien, se agrava la maldad del acto (dentro de la misma especie), se deben señalar dos cosas. La primera, el condón nunca alivia la maldad de ese acto, que se mide por la transgresión de un orden infinitamente superior al bien físico que se quiere preservar. La segunda, que indudablemente, si la intención del sodomita es asegurarse la continuidad en la comisión del pecado y delito, tal uso agrava la culpa, por la intención subjetiva.
Que el profiláctico sea o no eficaz para esos fines, es irrelevante para la valoración moral, conforme a la doctrina católica. La voluntad torcida cuenta, claro está. La maldad intrínseca del acto, también. A esos dos factores, se puede unir, además, el propósito de perseverar (que es un desorden añadido) y eso es lo que puede aportar el recurso al condón.
Los actos venéreos con cómplice de distinto sexo, en sí mismos son siempre gravemente ilícitos (mortalmente), se convierten en contra natura (onanísticos) por medio del uso del preservativo, luego se agrava su inmoralidad, mudando la especie del acto.
En unos casos, en los sodomíticos, el recurso al condón (con miras a la evitación de un contagio) no muda la perversidad del acto ya constitutivamente contrario a la naturaleza. Pero de ninguna manera se puede hablar por esa razón de que el recurso al admitirlo con el fin de obtener un fin que es un bien físico (profilaxis) reduzca la iniquidad del acto, que se mide por la violación de la finalidad de un orden infinitamente superior. Ni tampoco, por tanto, será legítimo hablar de aceptación, conveniencia o licitud de su uso por ese título.
Hablar así es incurrir en un argumento sofístico: como se mata el alma, pero se aspira a preservar el cuerpo, el acto tiene alguna razón de bondad.
Hay, además, un factor añadido que redunda en el sentido contrario. El uso del preservativo en tales actos subjetivamente aumenta la maldad, puesto que si se busca la preservación de la salud física no es con miras a una eventual y futura conversión moral, como deja entender B XVI, sino todo lo contrario: para mejor pecar nuevamente del mismo modo. Así, el uso del preservativo en las uniones sodomíticas, que busca evitar las consecuencias naturales –justicia inmanente– de tales atrocidades, instala a los que así obran en el espejismo de la liviandad de sus actos y les aleja de la conversión: en la práctica supone disociar los actos contra natura de toda consecuencia física, cegando espiritualmente, todavía más, a los actores ante las inevitables consecuencias espirituales.
El recurso al condón en la fornicación entre personas del mismo sexo convierte a ésta, por eso mismo, en contraria a la naturaleza y, por lo tanto, en sí mismo tal recurso se erige en factor no sólo de agravamiento, sino de mudanza en la especie del pecado, haciéndolo siempre onanístico. Quienes razonan diciendo que la única unión sexual lícita es la matrimonial (ciertamente) y que por eso todos los actos sexuales extraconyugales son desordenados y por lo mismo no debieran tratarse como aptos para la generación, argumentan sofísticamente también. La razón es que la finalidad del uso de la sexualidad está dada para la naturaleza humana toda, no para tal o cual individuo o tales personas entre sí. La naturaleza exige el marco del vínculo matrimonial, que es natural, como factor indispensable para que se realice la finalidad de la procreación ordenada (no la mera procreación). Sin embargo, eso no impide que la ordenación general al bien de la especie esté presente en todos los individuos y que en todo ejercicio de la facultad procreativa prime el bien de la especie (fin reproductivo, aun desordenado) sobre el personal (en los casos que nos ocupan, moralmente hablando, un mal: la comisión de un grave pecado, la muerte espiritual). Por eso, impedir el fin procreativo agrava el mal ya gravísimo de la unión sexual furtiva.
Así las cosas, ¿cómo hablar de “casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido (prostituto) utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una conciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere” (página 132 de la edición española del libro en cuestión)? ¿Cómo va a ser el uso del condón en una unión sodomítica, pecado que clama al cielo, un “primer acto de moralización”? Pensar esto supone un alejamiento impresionante del criterio de finalidad y de bondad o maldad intrínseca de los actos humanos, criterio de la moralidad natural y cristiana. Supone considerar que un ingrediente de la acción (uso del condón) que no sólo no rectifica la constitutiva desviación moral del acto, sino que contribuye a que se realice de modo más tranquilo, más asegurado y más repetible tiene algún valor moral distinto y positivo. ¿Cómo va a ser el uso del condón, en una unión ilícita entre hombre y mujer, un “primer acto de moralización”, cuando además de lo anterior, semejante recurso precisamente agrava siempre la ilicitud del acto? ¿Qué significado puede tener añadir que “ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección del VIH” y que “tal modalidad ha de consistir realmente en la humanización de la sexualidad”, cuando lo que está en juego es infinitamente superior, la vida y la salvación de las almas y de eso no se hace ni siquiera mención, la más ligera mención?
En realidad estamos ante una opinión moral, si así puede llamarse, fundamentalmente discordante respecto de la natural y la cristiana. Una opinión que pretende calificar la moralidad de un acto en función de un doble fin, uno nítido, la preservación del bien físico del hombre, y uno vago, la “humanización de la sexualidad” que, por su misma vaguedad, en la práctica se eclipsa ante el fin de la “reducción del peligro de contagio” (por cierto, después de estar tantos años diciendo que el condón multiplicaba el riesgo en vez de reducirlo, algunos tendrán que “formatear” su disco duro…)
[P.s. Evitemos el recurso al siempre hábil argumento del mal menor. El limitado uso de este argumento –que no es un principio – se ciñe a situaciones en las que el origen del mal no está en el sujeto que pretende actuar moralmente. Si decido robar un banco, no puedo aducir que robo sólo mil pesos porque es un mal menor respecto de robar un millón, puesto que en mi mano está el no robar nada. La razón es que nunca se puede querer un mal, en todo caso se puede tolerar, pero de nuevo, querer deliberadamente el mal depende de mí, mientras que el mal tolerado no depende de mí. El uso del condón nunca supone la elección del mal menor, porque siempre existe la posibilidad de rechazar el acto desordenado en todo. Esto muestra cómo la moral personalista es, además de errónea, derrotista y parte de la fatalidad del fracaso inevitable: “como de todas maneras se va a fornicar…” Realmente es evangélico todo esto]. Como dice B. XVI.
ES PARA REFLEXIONAR: (este escrito que fue publicado por Radio Cristiandad)
CON LEER EL NUEVO BEST SELLER VATICANO (LLAMADO “LUZ DEL MUNDO” CUANDO LO QUE HA TRAÍDO ES TINIEBLAS SIN PAR) PARA COMPRENDERLO MEJOR HEMOS PREPARADO. Un Nuevo decálogo para un cristianismo posmoderno
El mundo gira, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, tempus fugit, (el tiempo huye) deja para mañana lo que puedas hacer hoy, qué será será y todas esas cosas. El cristianismo, como no puede ser menos, evoluciona también y esto es una barbaridad.
Como es lógico, en nuestra época evolucionada y modernosa, ya no pueden ser válidos los diez mandamientos que nos legaron unas tribus del desierto de hace tres mil años. Es hora de modificar el decálogo, manteniendo lo esencial, por supuesto, pero adaptándolo a las nuevas necesidades del mundo de hoy.
Presentamos, pues, los nuevos diez mandamientos para un cristianismo posmoderno:
1) Amarás a Dios cuando te acuerdes, de forma más bien difusa y sin que ello afecte a tu vida para nada.
2) No tomarás el nombre de Dios en vano y la mejor manera de conseguir esto es no mencionarlo nunca, bajo ninguna circunstancia.
3) Santificarás las fiestas sustituyendo el domingo por el “fin de semana”, jugando a lo quieras y siendo egoísta, pues es el tiempo que tienes para ti.
4) Honrarás a tu padre y a tu madre llevándolos a un asilo, que es donde deben estar, y eutanasiándolos lo antes posible para evitarles sufrimientos a los pobrecitos.
5) No matarás, pero, por supuesto, los niños no nacidos no cuentan, porque no pueden quejarse.
6) No cometerás actos impuros, pero, si eres incapaz de ser casto, que lo eres, comete actos impuros con preservativo y así serás feliz.
7) No robarás, pero, como sabemos que de todas formas vas a robar, justifícate diciendo que la empresa, el Estado o el vecino a los que has robado se lo merecían. Nunca robes a viejecitas ni a niños (que, de todas formas, no tienen nada valioso).
8) No mentirás, pero, ya que mientes a todas horas, que sea con un buen fin, siguiendo el ejemplo de nuestros prohombres de la política.
9) Los pensamientos impuros son algo natural y la base de todo nuestro sistema publicitario y comercial y de las industrias del cine, la televisión y los libros, así que ay del que se atreva a decir algo contra ellos.
10) Codiciarás los bienes ajenos, porque ésa es la piedra fundamental de la economía moderna.
Por último, se me vienen claramente las palabras con que contestaban san Pedro y san Juan a los sumos sacerdotes hebreos, cuando les intimaron de no seguir predicando al crucificado, ellos categóricamente respondieron “Juzguen ustedes si es justo delante de Dios obedeceros a ustedes más que a Dios”; (Hechos de los Ap., IV, 18-19) vale para esta opinión errónea de B. XVI, el comentario que hace el traductor de la Biblia Comentada de Straubinger que dice :
No somos autómatas para dejarnos llevar ciegamente (I Cor. XII, 2). Sabemos que Dios no se contradice, por lo cual no puede haber oposición entre la obediencia a los que en su nombre mandan y la voluntad divina. (o sea si hay enseñanzas contrarias a las reveladas por Cristo tenemos que decidir o obedecemos a Dios o al hombre), en casos de conflictos como éste. Él mismo nos da la conciencia que ha de ser la que decida (cf. XVII, 11; Rom. XIV,23; I Tes. V, 21; Sant. IV, 17). Con todo lo aquí expuesto doy por terminado este escrito.