Navidad tiempo de Paz y gozo verdadero

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”(Jn I,14)

Saludos.

Queridos Hermanos en Cristo y en María Santísima:

Con inmensa alegría les saludo hoy que contemplamos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios hecho hombre, nacido de una mujer, “nacido bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley” (Gál. IV,5).

Año con año celebramos este acontecimiento extraordinario: “la venida del Niño Dios”, la venida de Cristo. Esto nos alegra, nos hace sentir en nosotros la obra de Dios, quien cumple su promesa enviando al Salvador del mundo para redención del género humano.

Navidad: Es Un Tiempo De Paz y De Reconciliación.

En esta Navidad recordemos que Dios nuestro Padre ha reconciliado al mundo por medio de su Hijo: “Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe, y por Él, por su sangre derramada en la Cruz, Dios estableció la paz tanto sobre la tierra como en el cielo” (Col. I,20).

En Navidad se nos anuncia con gozo la presencia del Emmanuel “Dios con nosotros” (Mt. I,23) El Dios que no ha abandonado al hombre, Aquél que “lo hizo a su imagen y semejanza” (Gen., I,26) es el mismo que ahora con el nacimiento de Cristo lo hace partícipe de su gracia, devolviéndole la dignidad perdida por el pecado (Gen., III,11).

Es una gracia extraordinaria que, en la celebración de la Navidad, tenemos la oportunidad de reconciliarnos, viviendo el misterio de Dios-con-nosotros, para que su venida ayude a todos los hombres a mirarnos con caridad y consideración, perdonándonos mutuamente nuestras  faltas.

Les invito a que aprovechemos este momento tan propicio para ponernos en paz unos con otros, reconciliándonos, para que, pidiendo perdón, seamos también perdonados, aceptemos nuestras flaquezas, nuestros errores para que la presencia del Dios-Niño nos reconcilie y podamos valorar nuestras cualidades y capacidades que nos hagan una imagen más cercana a la bondad del Dios-con-nosotros. Cada vez que necesitemos reconciliarnos, no olvidemos que la presencia transformante del Dios, que se hace hombre, nos ayuda a encontrar el camino que nos conduce a Dios.

Navidad: Tiempo de Gozo Verdadero

No cabe duda que la nota más característica de la navidad es el gozo; pero un gozo dulcísimo. La liturgia de la Iglesia para expresarlo dice que: “los cielos se han hecho de miel”; la navidad nos hace notar un gozo universal que hace estremecer de júbilo toda la tierra; un gozo ingenuo e infantil que nos vuelve niños junto al Niño de Belén y que nos hace despertar los más hermosos recuerdos lejanos de nuestra infancia…

¡Cosa extraña! Nace un niño en la oscuridad de la noche, en una cueva de animales, sobre las pajas de un pesebre, es decir, con todas las circunstancias necesarias para calificar ese nacimiento de desafortunado, de lamentable y de triste, y sin embargo, esa cuna ha sido la fuente de donde ha brotado un océano de gozo que después de XX siglos, embriaga de júbilo a toda la humanidad, y la seguirá alegrando aunque su vida sobre la tierra se prolongara por miles de años más.

Trataremos de explicar este misterio con estas palabras:

El cielo es la patria del gozo, en él se disfruta de una dicha, de una felicidad que “no cabe en el corazón del hombre”. Y esa bienaventuranza de que gozan los ángeles, los santos y todos los elegidos, no es otra cosa que un reflejo del Gozo infinito de Dios.

La vida de Dios, independientemente de todas las criaturas, es una vida de gozo consumado, porque es una vida de amor perfecto, como del fuego brota la llama, así del amor nace la alegría.

Dios ha vivido siempre en una fiesta eterna. Y ¿cuál es la fiesta que regocija eternamente el Corazón de Dios? –Es el nacimiento de su Hijo, de un Hijo perfectísimo, tan perfecto que es Dios como su divino Padre. al contemplarse mutuamente se aman, y por decirlo así, uno se arroja en los brazos del otro, y ese amor con que se aman y ese abrazo con que se unen es un amor sustancial y personal, es el Espíritu Santo.

Por eso la vida de Dios es un perpetuo festín, es una fiesta eterna, es un gozo infinito.

Por eso Dios, que es la bondad misma, no pudo soportar que la tierra fuera la patria del dolor. Para transformarla, quiso que descendiera a ella el Gozo entre nosotros.

Por eso, cuando en la noche bendita de Navidad apareció Jesús sobre la tierra, los ángeles anunciaron al mundo su nacimiento diciendo: “Os anunciamos un gozo inmenso, os ha nacido el Salvador”.

JESÚS ES EL NOMBRE DEL GOZO SOBRE LA TIERRA: por eso su nacimiento hizo estremecer de júbilo a todo el universo y a todos los siglos.

En efecto, si amamos a Jesús, lo poseemos no sólo en esperanza, sino en realidad; y si lo llevamos en nuestro corazón, llevamos dentro de nosotros el Gozo eterno de Dios.

Con razón exclamaba San Agustín: “¡Escuchadme ricos, escuchadme, pobres! Ricos, ¿Qué tenéis, si no tenéis a Dios? Pobres, ¿Qué os falta, si tenéis a Dios?

Todo esto es verdad en toda alma cristiana, que goza en su alma de la gracia santificante.

En esta Navidad aun los corazones más fríos se enternecen y los más duros se ablandan, reflexionemos en la verdad de estas palabras que canta la Iglesia sobre la cuna del Dios-Niño: Al que así nos ama ¿quién podrá dejar de corresponder a su amor?

Y si nos entregamos a este Niño encantador, El vendrá de nuevo a nacer en nuestras almas; y se convertirá en un nuevo Belén; y, a pesar de las miserias de este destierro y valle de lágrimas, empezará a palpitar en nosotros el Gozo eterno de Dios…

Les deseo a todos una Feliz Navidad este año 2011 y les hago llegar con cariño mi bendición Episcopal.

Mons. Martin Davila Gandara