Otras armas de combate para lograr la pureza

En este escrito vamos a seguir exponiendo más armas de combate en contra del vicio impuro o lujurioso.

EL ARMA DE LA ORACIÓN.

Si creemos en el Evangelio. Pues entonces debemos meditar estas palabras: “Este linaje de demonios no se vence, si no con la oración y el ayuno”; o también: “Velad y orad para que no caigáis en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es flaca”. (Mc., XIV, 38).

Aun cuando se haya arrojado a Satanás del corazón por medio de una buena confesión, aun así, se debe de estar preparado debido a que, el demonio no se dará por vencido, y esto nos lo dice muy bien en el Evangelio de San Marcos XII, 43-45:

“Cuando el espíritu inmundo ha salido de algún hombre, anda vagando por lugares áridos, buscando dónde hacer asiento, sin que lo consiga. Entonces dice: Retornaré a mi casa, de donde he salido. Y volviendo a ella la encuentra desocupada, bien barrida y adornada. Con eso va y toma consigo otros siete espíritus peores que él…”

Es por eso, que el buen cristiano, no se debe de abandonar a sus propias fuerzas, es decir, a su propia debilidad. Al contrario, al lado de su fragilidad debe de poner el coeficiente del auxilio de lo alto. Para que sus déficits humanos sean reparados por un suplemento divino.

Medita joven cristiano, que el hombre no es más que una caña, pero si a esa caña se introduce una barra de acero en el hueco, entonces se tendrá que la caña participa de la resistencia del acero. Así debes poner tu naturaleza débil bajo la salvaguardia del poder divino.

Joven si quieres conseguir esa resistencia y fortaleza sin duda, debes procurar templar tu alma en la oración.

En la mitología griega: se imaginaban los antiguos que un hombre sumergido en la laguna Estigia se hacía invulnerable (Aquiles, decían, fue de muy niño sumergido por su madre, y quedó invulnerable en todo menos en el talón por donde estuvo sujetado).

Esto es una fábula del paganismo, pero en el cristianismo es una realidad, ya que, el hombre sumergido en el río de la gracia y de la oración resistirá a los dardos del enemigo.

En cambio, ¿quién sale herido en el combate de la virtud? Sino el imprudente que no ha fortificado su alma con el auxilio de lo alto, y que no se ha armado con la oración como con una coraza, o que poco a poco ha descuidado las oraciones, siendo semejante al soldado que se desarma lentamente, arrojando sus armas una a una.

Estando conscientes de la necesidad de la oración, nos surge está pregunta ¿Por qué no rezamos más? Y la repuesta es, por la falta de humildad, y porque nunca se ha entendido que “Nunca es más grande el hombre que cuando esta de rodillas”.

Muchas veces los pecados de impureza se deben a pecados de orgullo. Ya que Dios suele dejar caer muy bajo al orgulloso, como diciéndole: “Eras tan soberbio, que ahora debes contemplar la vergüenza de tu caída”

San Pablo habla de unos filósofos orgullosos, que por desvanecerse en sus propios pensamientos, cayeron en deshonra de sus propios cuerpos con toda suerte de ignominias. Porque Dios, sabe castigar a la presunción del espíritu con los extravíos de la carne.

El soberbio se cree un superhombre, y Dios castigándolo, lo hace descender por debajo del hombre, degradándolo a las satisfacciones animales.

Cuando el hombre ora durante las tentaciones se halla en contacto con Dios; y es como estar durante la batalla en comunicación con el puesto central de socorros, para pedir los refuerzos necesarios.

Estos refuerzos, en el lenguaje teológico, se llaman las gracias actuales. “Por la gracia habitual Dios ha puesto una guarnición en nosotros, y por las gracias actuales envía constantemente refuerzos de tropas”. Ya que orar es excitar a la causa primera de la que reciben su eficacia todas las causas segundas.

Orar es no ser un aislado, un individualista, sino, al contrario, es poner de su parte las más poderosas fuerzas que existen,que son las gracias de Dios.

En una guerra, ¿cuál es la preocupación de cada país? Sino ganarse aliados. Y de ese modo, es como debe de obrarse en la lucha de la castidad.

Así, que buen cristiano ¡No permanezcas solo! Hazte por la oración con un incomparable aliado: ¡Dios!

Precisamente este es el deseo, que tantas veces repite el sacerdote en la Santa Misa: cuando dice el ¡Dominus vobiscum! (El Señor sea con vosotros).

Hay que tener en cuenta también, que la oración no dispensa al cristiano del combate, y de la acción.

Por eso, decía San Ignacio de Loyola: “Hay que confiar en Dios, como si todo dependiese de nosotros, y hay que trabajar, como si todo dependiese de Dios”.

¡Ora et labora! Es la frase de guerra de los monjes benedictinos. Joven cristiano, así como el calor se convierte en movimiento, así tu corazón, caldeado con la oración, y habiendo hecho provisión de calorías divinas, pasará generosamente al trabajo.

Nuestra oración debe hacerse con seriedad. Que no sea un mero murmullo de los labios, o el rutinario pasar la cuentas del rosario, sino una elevación del alma.

Seamos sinceros, ya que Dios desea algo que sea nuestro y que surja de nuestro corazón.

Pero, si se tiene necesidad de un libro, o de una fórmula para orar. No se debe de olvidar que la primera oración del cristiano, la oración modelo, es el “Padre Nuestro”, ya que fue compuesto por el mismo Jesucristo que es Dios. Cuando se le preguntó: Maestro, ¿cómo hay que orar? Respondió: Oraréis de esta manera Padre Nuestro…

Al rezarle, insiste, joven tentado, en la petición final: “Y no nos dejes de caer en la tentación, más líbranos del mal”.

Ernesto Psichari, un oficial del ejército y escritor francés, de pensamiento liberal y marxista, después de su conversión, había adoptado esta breve oración: “¡Señor, que sea yo lógico!”

¡Ahí está todo! Joven cristiano. Cuando se es católico, cuando se ha comprendido lo que es el amor de Jesucristo, lo que es el pecado mortal, cuando se cree en el infierno y en el cielo, todo lo demás no es si no cuestión de lógica.

No basta conocer la verdad, hay que vivirla intensamente. En el juicio no nos preguntará el Señor solamente si hemos sido consecuentes con nuestra fe. El ha dicho: El que ha creído y obrado será salvo.

El Apóstol Santiago repite las misma doctrina: “Dando de mano a toda inmundicia, recibid con docilidad la palabra divina que puede salvar vuestras almas. Pero habéis de ponerla en práctica, y no sólo escucharla, engañándoos lastimosamente a vosotros mismos”(Sant., I, 21).

“¿De qué servirá el que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Por ventura a este tal la fe podrá salvarle?… La fe, si no es acompañada de obras, está muerta en sí misma… Tú crees que hay un solo Dios; haces bien. También lo creen los demonios, y se estremecen… ¡Oh hombre vano, la fe sin obras está muerta!… El hombre se justifica por las obras y no por la fe solamente… Como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta” (Sant., II, 14).

Por lo mismo, pidamos al Señor, que nos conceda, el que no seamos solamente creyentes, sino también buenos cristianos prácticos.

Y si no nos sentimos con decisión tan generosa, procuremos al menos, como decía San Ignacio, querer querer, y tener el deseo del deseo.

¡Sursum Corda! (arriba los corazones) Joven cristiano, que la oración te levante sobre las vulgaridades humanas.

El hombre para elevarse tiene dos alas: la oración y la pureza de corazón. Si joven éstas son las dos alas del atrevido avión que nos trasporta más alto que las estrellas, tan alto que alcanzamos a Dios.

La oración hace que nos comuniquemos más rápido y aún más lejos, no sólo de un punto a otro del mundo como en su momento lo hizo el telégrafo, o lo hace el teléfono o el internet, sino lo hace del mundo al paraíso.

Más aún, las hondas hertzianas son menos maravillosas que el fluido admirable de la oración, ya que es incomparable, ya que une el cielo y la tierra.

EL ARMA DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

La Santísima Virgen María es la Patrona especialísima de la pureza. Ya que no es solamente Virgen: sino, es la Santísima Virgen, la Virgen de la Vírgenes, la Inmaculada.

Las letanías lauretanas, al enumerar las joyas de su corona mística, ponen especial empeño en hacer resaltar una por una las perlas de la pureza: Madre Purísima… Madre Castísima… Madre Inmaculada… Madre sin Corrupción… Reina de los Ángeles… Reina de la Vírgenes… Reina Concebida sin pecado…

Ella es la torre de marfil; el marfil, es una materia limpia y blanca. Ella, la Santísima Virgen es, joven cristiano, que estás empeñado en el rudo “combate de la castidad”, la torre fuerte de que penden mil escudos de los valientes.

Joven si has caído en la desgracia de manchar tu alma, dile a la Virgen: ¡Estrella de la mañana, ruega por nosotros! ¡Salud de los enfermos, ruega por nosotros! ¡Refugio de los pecadores, ruega por nosotros!

¡Cuánto joven se ha salvado de las torpezas del vicio lujurioso por la devoción a María!

El P. Van Volckson, S. J., en su libro Mes de María (día 24), trae un ejemplo que él a su vez, lo ha tomado del P. Cros, S. J:

“Un joven de ilustre familia llegó a Roma después de largos viajes. A la salida de un sermón del P. Zucchi se presentó al misionero y le expuso el triste estado de su alma.

había contraído los más viciosos hábitos, y le declaró que a pesar de los buenos deseos que tenía de cambiar de vida, no se sentía con ánimo suficiente para romper sus lazos. “ha de ser obra de la gracia, le dijo el Padre: No tienes que hacer, sino volver a confesarte después de tus recaídas, por más sensibles que sean; yo te recibiré siempre con gozo”.

El joven, alentado con la caridad del Padre, volvió muchas veces, recibió la absolución y comulgó; pero la enmienda no se vislumbraba nunca.

Un día, en fin, que el desgraciado joven acusaba las mismas faltas, le dice el Padre: “Hijo mío, por el bien de tu alma quiero darte a la Santísima Virgen como soberana y madre. Si tu la aceptas, y te muestras su servidor e hijo suyo, confío que ella te ha de dar los auxilios necesarios para que escapes del demonio”.

Como señal de que aceptas, ve lo que te pido: por la mañana, al levantarte, reza un Ave María en honor a su virginidad sin mancha, y después debes de añadir: “¡Oh, Reina y Madre mía, yo me ofrezco del todo a Vos, y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mis ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guardadme y defenderme como cosa y posesión vuestra!”

Esa misma oración la repetirás por la noche, y besarás tres veces el suelo. Y si durante el día o la noche te sientes inducido al mal, di al punto: “¡Oh María, oh Madre mía, acordaos que soy todo vuestro, guardadme y defenderme como cosa y posesión vuestra!”.

El joven gozoso de encontrar para sus males un remedio tan fácil, se lo promete todo al Padre, y aquella misma tarde cumplió su promesa. Algunos días después su familia dejó Roma, y el joven tuvo que irse con ella. Antes de partir fue a recibir la bendición del misionero y a renovar sus compromisos en su presencia.

Cuatro años más tarde volvió a Roma, corrió a ver al P. Zucchi y se confesó con él: “Me parecía, decía el Padre, estar oyendo la confesión de un santo. Y asombrado del cambio tan maravilloso, le pregunté cómo se había obrado semejante prodigio.—Padre, me dijo, debo mi conversión a la breve oración que usted me enseñó. Nunca dejo de rezarla por la mañana y por la noche, cuando se presenta la tentación, invoco el socorro de María, según su consejo, y gracias a ella no he sucumbido jamás”.

Por último, en este escrito se han expuesto otras dos armas de la pureza, en otros artículos más se expondrán otras armas, también muy poderosas y efectivas en este combate y lucha de la Virtud de la Pureza contra el vicio lujurioso.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “El Combate de la Pureza” de P. G. Hoornaert S.J.

Mons. Martin Davila Gandara