Preparación para la fiesta del Espíritu Santo

“Cuando viniere el Consolador, Espíritu de verdad que procede del Padre” (Jn. XXVI, 26)

En el tiempo o intervalo de la Ascensión a Pentecostés todo buen cristiano, a ejemplo de los Apóstoles, ha de prepararse a recibir con las mejores disposiciones al Espíritu Santo, o sea con un recogimiento interior y con una oración perseverante y fervorosa.

El Catecismo de San Pío X, nos recuerda que Cristo poco antes de subir al cielo, dijo a sus Apóstoles: “Yo voy a enviaros al Espíritu divino que mi Padre os ha prometido por mi boca; entre tanto permanecer en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fortaleza de los alto… Y ellos estaban en el templo, alabando y bendiciendo a Dios” (Lc., XXIV, 49-53).

Para sacar el mayor fruto en esta preparación debemos de Considerar primero: 1) La Fiesta de Pentecostés; 2) Como prepararnos para ella; 3) La necesidad que tenemos de avivar la gracia.

FESTIVIDAD DE PENTECOSTÉS

En este día se celebra la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la naciente Iglesia.

En Pentecostés vemos la acción del Espíritu Santo:

1o. Sobre La Iglesia

En el misterio de la Encarnación aparece la acción del Divino Espíritu, revelando por mediación del Arcángel San Gabriel a María diciéndole: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti” (Lc. I, 35). Mediante esta acción se encarnó y posteriormente nació el Hijo de Dios Jesucristo en su cuerpo mortal.

En el nacimiento de la Iglesia, que es su Cuerpo místico, interviene también el Espíritu Santo. Por eso dice el Sumo Pontífice Pío XII en la Encíclica Mystici Corporis: “El Divino Redentor comenzó la edificación del místico templo de la Iglesia, cuando con su predicación expuso sus enseñanzas; la consumó cuando pendió de la Cruz glorificado; y, finalmente, la manifestó y promulgó cuando de manera visible envió al Espíritu Paráclito sobre sus discípulos”.

2o. Sobre los Apóstoles

Nos dice el libro de los Hechos II, 4, que los Apóstoles: “Apenas fueron llenados del Espíritu Santo, comenzaron a hablar en diversas lenguas las palabras que el Divino Espíritu ponía en su boca”.

Divulgándose aquel hecho por la ciudad, las muchedumbres quedan atónitas y llenas de admiración. San Pedro les anuncia la muerte y resurrección de Jesús, y comienza la organización de la naciente Iglesia. Los Apóstoles antes ignorantes, tímidos, cobardes, comienzan a predicar magistralmente la doctrina cristiana, y se distribuyen por el mundo y dan por fin la vida por su Maestro.

3o. Sobre nosotros

También nosotros recibimos al Espíritu Santo, primero en el Bautismo por la gracia Santificante, que es una pequeñísima participación de la esencia divina y de un modo pleno y perfecto en la Confirmación, que es el Sacramento del Espíritu Santo.

Claro está que al Espíritu Santo no lo recibimos, como los Apóstoles con todo el esplendor exterior, pero si lo recibimos con especiales gracias interiores. Así como dice el Catecismo de San Pío X: En la Confirmación “recibimos al Espíritu Santo, que imprime en nuestra alma el carácter de soldados de Cristo, que nos hace perfectos cristianos”.

COMO PREPARARNOS

Para ello, imitemos a nuestro modo, el ejemplo de los Apóstoles, que en esos días, “animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en la oración, con María la Madre de Jesús” (Hechos, I, 14). O bien recordemos lo que dice San Pablo: “¿Por ventura no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo que habita en vosotros? (I, Cor., IV, 30).

Por lo mismo debemos de:

1o. Purificar ese templo

Aquí no se trata de la limpieza y aseo corporal, sino de la espiritual. Ante todo debemos detestar los pecados cometidos y limpiarlos con una sincera confesión. Con firme propósito, como dice San Pablo de no volver a “contristar al Espíritu de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la Redención” (Ef., IV, 30).

2o. Adornarlo con flores de virtudes

Si los palacios de los reyes y de los grandes de este mundo se adornan con los más valiosos objetos para las grandes festividades. Aún también nosotros cuidamos de adornar nuestras humildes casas con ocasión de cualquier festejo familiar, ¿cuánto más debiéramos hacerlo con este templo del Espíritu Santo, para festejar su venida triunfal a nuestra alma? Siendo los mejores adornos las virtudes, no artificiales, como flores postizas, sino sólidas, y cristianas.

3o. Santificarlo con obras buenas

Ante todo con la oración y las buenas obras eucarísticas: como son la Santa Misa, la Hora Santa, y las visitas al Santísimo Sacramento.

Si los Apóstoles se prepararon con la compañía de María Santísima, nosotros podemos hacerlo con Jesús Sacramentado y con María.

En este tiempo de preparación, procuremos ser fieles al cumplimiento de nuestras obligaciones y deberes, por amor a Jesús, que es fuente de toda buena obra.

También, en este tiempo de preparación para la venida del Espíritu Santo procuremos:

“AVIVAR LA GRACIA”

Para ello, debemos de considerar, las palabras de exhortación de San Pablo a Timoteo que le dice: “Te exhorto, a que avives la gracia de Dios que reside en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de fortaleza, de caridad y de templanza” (II Tim., I, 6-7).

Claro está, que aquí se refiere San Pablo a la gracia de la consagración episcopal. Pero ¿Por qué no aplicarlo a la gracia de la Confirmación? “Avivemos esa gracia” en la fiesta de Pentecostés: 1) Confirmando nuestras promesas bautismales; 2) Viviendo como “perfectos cristianos”; 3) Viviendo, también como soldados de Cristo.

1o. Confirmar nuestras promesas del Bautismo

Si en el Sacramento de Confirmación el Señor nos reafirma y perfecciona las gracias y dones recibidos en el Bautismo. Por lo mismo es justo que también nosotros confirmemos y perfeccionemos nuestras promesas de renunciar a Satanás, a todas las vanidades y a las malas obras.

2o. Vivir como “perfectos cristianos”

Si la Confirmación nos hace perfectos cristianos, esto es nos da las gracias necesarias para serlo. Por lo mismo, debemos de serlo en el cumplimiento de nuestros deberes en todo, de suerte que seamos como dice San Pablo en II, Cor, II, 15: “El buen olor de Cristo delante de Dios”.

3o. Vivir como soldados de Cristo.

Si la Confirmación nos imprime una marca imborrable en el alma, que nos da el carácter de soldados de Cristo, ¿por qué no serlo y vivir como tales? De manera que no seamos soldados tímidos, cobardes y aun traidores a la fe y prácticas cristianas.

Por último, procuremos, prepararnos para la fiesta de Pentecostés, siguiendo la exhortación y consejo de San Pablo a Timoteo. Avivando la gracia de Dios que reside en nosotros por el Bautismo y sobre todo por la Confirmación. Porque, como nos dice el mismo Apóstol: “No nos ha dado Dios espíritu de temor, sino de fortaleza, de caridad y de templanza” (II Tim., I, 6-7).

Gran parte de este escrito esta tomado del libro “Archivo Homilético” de J. Thiriet- P. Pezzali.

Mons. Martin Davila Gandara