Sobre la destemplanza en el comer y beber

“Un cierto ciego estaba sentado cerca del camino” (Lc., XVIII, 35)

EXCESOS DEL CARNAVAL: RECUERDO DE LA PASIÓN DE CRISTO

La Iglesia católica, conociendo los grandes desordenes que reinan en este tiempo de Carnaval entre muchos de sus hijos, ha juzgado muy conveniente en proponernos el Evangelio en que Jesucristo advierte a sus discípulos su próxima Pasión y muerte, y todos los ultrajes que había de sufrir.

Y suponiendo con sobrada razón que habría algunos que se dejarían arrastrar de los excesos a que otros se entregan, y para ellos nos presenta la idea de la muerte de su divino Salvador. En efecto, ¿Podrá ver cosa más vergonzosa para los cristianos que ocuparse en las locuras que comúnmente se hacen  en estos días, cuando su profesión es imitar a su divino Maestro? Porque ciertamente, ¿qué quiere decir cristiano, sino discípulo de Jesucristo?

No obstante, diremos para confusión de los que dicen profesar la religión católica, que la mayor parte cierran los ojos al ejemplo que nos ha dado Nuestro divino modelo Jesucristo, y parece que han olvidado que son cristianos, jactándose de hacer los mayores excesos en comer y beber, imitando en esto a los paganos en sus fiestas profanas.

Contra de esos excesos vamos a tratar hoy, haciéndoles ver a que pecados arrastra la destemplanza y la glotonería.

EN EL SEXTO MANDAMIENTO SE NOS PROHIBE LA DESTEMPLANZA

Bien sabemos, que el sexto mandamiento de la ley de Dios, “No fornicaras”, nos prohibe toda acción, toda palabra y todo pensamiento de impureza. Igualmente debemos saber que este mismo mandamiento nos prohibe  la destemplanza, es decir, todo exceso en comer y beber, por cuanto estos excesos encienden en nosotros las llamas de la concupiscencia, y nos excitan a la impureza.

El Apóstol San Pablo lo dice en términos bien claros: “Guardaos de la embriaguez porque engendra la lujuria (Ef., V). Es por eso, que es necesario que consideremos: primero, cuales son las causas que suelen llevarnos a la destemplanza: segundo, los malos efectos que produce este vicio: tercero, los remedios que es necesario aplicar a este mal.

ESTE VICIO ES CONSECUENCIA DEL PECADO DE EVA Y ADÁN.

La propensión a la glotonería o a la destemplanza está como arraigada en nuestra naturaleza, ya que la hemos heredado de nuestra primera madre, quien se dejó llevar tanto de este vicio, que perdió a toda su posteridad por el apetito de una fruta prohibida. Creyendo lo que le dijo la astuta serpiente cuando le aseguro que no moriría; y creyó también que su culpa sería digna de perdón.

Así la primera causa que nos hace caer en este pecado es que ordinariamente nos lisonjeamos a nosotros mismos, y nos imaginamos mil pretextos para persuadirnos de que no hay culpa alguna en contentar nuestra sensualidad. Otros incurren en este pecado por condescender con los que los convidan a ir algún bar o antro o a otras diversiones peligrosas, a ejemplo de Adán, que comió de la fruta prohibida por complacer a su mujer.

Estamos de acuerdo, que el comer y beber de una manera ordenada, no es malo, el mal esta en el abuso de esas cosas, pero lamentablemente hay personas, que no pueden tomar una cerveza, porque se pican de tal manera que terminar tomándose un cartón o más de esa bebida alcohólica.

LA DESTEMPLANZA ES UN MANANTIAL DE UN SINNÚMERO DE PECADOS.

La segunda causa que nos hace caer en este pecado, es porque el vicio de la destemplanza se contrae por el hábito y la costumbre, y este hábito es un manantial de infinitos pecados. Porque en fin, ¡qué de palabras impías no se dicen en esos sitios públicos, que de chistes deshonestos, qué de juramentos, que de expresiones sucias y asquerosas, qué de cosas lujuriosas se ven ahí!

En esas reuniones o lugares, inflamada la sangre con el vino, o las drogas, se pasa a riñas, a golpes, y a veces a homicidios. En algunos casos, sino es que en muchos, los hombres casados, se gastan en esos lugares comiendo o bebiendo en exceso el poco dinero que tienen, mientras que sus hijos gritan que tienen hambre, y al mismo tiempo dejan a su pobre mujer sin pan y sin consuelo.

Lamentablemente, no solo los hombres tienen ese pecado de la destemplanza, ahora en estos días, con la supuesta equidad del género, también la mujeres cometen este pecado de abusar de las bebidas embriagantes y de frecuentar esos lugares dedicados a los vicios como son los antros, bares o cantinas.

Más se agrava este pecado, si se cometen estos excesos en un día de fiesta de guardar religiosa o el día domingo, que para estas personas deja de ser el día del Señor, para convertirse el día de Baco o dios del vino, o de la lujuria y de otra infames divinidades paganas.

Los esposos que tienen hijos, tanto en el caso de los hombres o de las mujeres, mientras están en esos lugares de diversión tumultuosa e insensata, abandonan a sus hijos así mismos, y con ello, dando pie a que ellos también se desarreglen por el mal ejemplo que le están dando.

Al volver de aquellos lugares a su casa todo lo ponen en desorden, como lo haría una bestia furiosa, en donde profieren  mil necedades e impertinencias, consiguiendo con en este mal comportamiento que sus hijos pierdan el debido respeto sobre ellos. ¿Y no deberán de extrañarse que, dándoles tan mal ejemplo, pierdan toda autoridad para con sus hijos, y todas sus advertencias no les hagan la menor impresión?

PARA LIBRARSE DE ESTE PECADO: ES NECESARIO HUIR DE LOS MALOS COMPAÑEROS, Y EVITAR LAS OCASIONES.

Tales son los males en que ordinariamente precipita la destemplanza. Cristiano que has caído en este pecado. ¿Quieres librarte de este de este mal? Pues, para ello, debes de dejar las ocasiones y huir de aquellos falsos amigos que acostumbran a llevarte a la ocasión próxima de incurrir en los vicios.

Evitaras fácilmente encontrarte con esas malas amistades si asistes lo más frecuentemente a la Santa Misa y demás sacramentos, a las predicaciones y a los oficios divinos. Rompan con valor de una vez con ellos, busquen alguna excusa honesta para no ir a esos malas reuniones o lugares que son ocasión de destemplanza.

Una buena excusa sería, pedirle a su confesor que les deje de penitencia, el dejar a esas malas compañías o esos malos lugares, y esta será una ofrenda muy grata a Dios, que nada cuesta, y que no incomoda la salud.

Y porque no, al mismo tiempo, como satisfacción de tantos pecados que has cometido, forma un propósito firme de abstenerte un año, dos, tres, o cuantos sean posibles de ir a esos parajes o lugares en que se pasa el tiempo con necias y perjudiciales diversiones.

Al principio les parecerá un poco difícil; pero si están bien resueltos a vivir cristianamente y a obrar a favor de su salvación, fácilmente vencerán esta dificultad; y cuando hayan conseguid abstenerse de tan vanos placeres, ya no les costará el menor trabajo.

ACOSTUMBRARSE A LO CONTRARIO: TENIENDO HORROR A LOS DAÑOS QUE SE SIGUEN.

Se les ha expuesto que el vicio de la destemplanza se contrae por el mal hábito; ahora, este se puede perder por una costumbre contraria. Y para cesar de él, es necesario habituarse poco a poco a la sobriedad, acostumbrándose a mezclar agua con el vino, pues es mejor hacerlo así que estancarse en ese mal hábito. O también asistir con seriedad a los grupos de Alcohólicos Anónimos.

Como un estimulo para dejar este vicio, deben de ver los males terribles que trae consigo la embriaguez: con ella se pierde el conocimiento y el uso de la razón; porque este vicio embrutece y con ello, se ponen a nivel de las bestias, y aun algo más abajo; pues una bestia nunca bebe sino cuando tiene sed.

La embriaguez arruina la salud, daña el cuerpo, la fama, los bienes temporales, y lo que es peor, se pierde el alma. Por eso, San Pablo dice: “Os aseguro que los que cometen embriaguez y excesos en comer y beber no poseerán el reino de Dios”(Gal.,  V, 21).

Y veamos lo que nos dice también, el Espíritu Santo en el libro de los Proverbios XIII, 29: “¿Quién es el que cae en muchas infelicidades? ¿quién el que hace infeliz a un padre?¿quien esta sujeto a riñas, a ser herido, y a otros accidentes funestos? ¿No son, pues, los que se complacen en beber? Y porque no decir con el sabio: “Señor, apartad de mí la destemplanza de la boca”: “Aufer a me ventris concupiscentias”(Eccli., XXIII, 6).

Por último, hermanos míos, pidamos la gracia de no comer y beber brutalmente, sino que reprimamos nuestra sensualidad, para que así nos hagamos dignos de ser admitidos un día a la mesa del Señor en su reino, y de gustar en él las delicias eternas de que llena Dios a su Santos.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Colección de Pláticas Dominicales” por San Antonio María Claret.

Mons. Martin Davila Gandara